Columna de Joaquín Vial: “Para entender mejor la caída de la natalidad en Chile”
“Los comportamientos cambian con las circunstancias, y creo que, en algunas décadas, con menos población mundial y más anciana, se revalorizará la responsabilidad y las emociones que aportan los hijos y los nietos. Dudo mucho que nuestra especie o nuestro país vayan a desaparecer por flojera reproductiva”.
Mucho se ha escrito en los últimos meses sobre la gran caída de la natalidad en Chile. A comienzos de los 90 nacían casi 300 mil niños al año, pero después los nacimientos han venido disminuyendo, llegando a 176 mil en 2023. La proporción de nacimientos respecto del tamaño de la población (tasa de natalidad) bajó de 3,5% a 1%. Si este número se mantiene, en pocas décadas el número de chilenos va a disminuir.
Esta tendencia se repite a nivel mundial, como se ve si, por ejemplo, tomamos un grupo de 15 países muy diversos, que van desde Corea del Sur y Malasia a Brasil y Colombia, pasando por Sudáfrica e Irak, que en 1990 tenían un ingreso promedio por habitante similar al de Chile. Allí vemos que, en todos, las tasas de natalidad han bajado de manera parecida, y el promedio para el grupo cayó de 3,7% anual a 1,4%. En estos 35 años el mundo, y Chile en particular, pasó de la explosión demográfica a una incipiente “implosión”. En ese contexto, la evolución de nuestra natalidad no llama la atención y queda en evidencia que no es más que un reflejo de una tendencia mundial. Si es así, habría que descartar que la causa de este fenómeno en Chile sea de origen local.
Estos descensos generalizados en la natalidad son preocupantes por sus efectos económicos, tanto por el menor aumento de la fuerza de trabajo, como por el envejecimiento de la población. Pero también tienen el lado positivo de moderar las presiones que el consumo humano produce sobre el medioambiente.
Al escarbar un poco más en los datos, aparece algo que sí llama la atención: la gran caída de los nacimientos de hijos de madres adolescentes en Chile. En 1990, ellos eran casi un 15% del total, algo por encima del promedio de ese mismo grupo de países, pero mucho mayor que las que se ven en países desarrollados. La sorpresa viene después: en la última década la proporción de nacimientos de madres adolescentes en Chile cayó a sólo un 2,2% del total, pasando de 32 mil al año en 2013 a sólo 4 mil el año pasado. Esto sí es un récord, y también una muy buena noticia.
En ese grupo de edad (15 a 19 años), casi con seguridad la gran mayoría de embarazos son involuntarios, y con consecuencias severas para las madres, ya que normalmente obligan a interrumpir o postergar estudios, y terminan restringiendo sus oportunidades de desarrollo personal y profesional. En lo económico significa también una carga importante, tanto para ellas como para sus familias, y ni hablar de los impactos sicológicos que esto puede significar.
Detrás de esta disminución puede haber factores muy diversos: mejor conciencia de las consecuencias y responsabilidades de los embarazos a tan temprana edad, mayor acceso a medios anticonceptivos o, incluso, un mayor número de abortos, otro tipo de tragedia que habría que evitar.
Para quienes están muy preocupados por el descenso de la natalidad también hay una buena noticia: esa disminución de los embarazos adolescentes explica casi la mitad de la caída en el número de nacimientos, y no se va a repetir en el futuro. Por otra parte, muchas de aquellas mujeres que no tuvieron hijos cuando eran adolescentes, serán madres a una edad más madura.
Las caídas globales en natalidad posiblemente responden a los gigantescos cambios sociales del último siglo, cuando el abanico de oportunidades de desarrollo personal de las mujeres se amplió de forma dramática, y siendo esto algo muy positivo no se va a revertir. También es probable que respondan a que, en sociedades modernas, los costos de criar y educar hijos son mucho mayores que en las tradicionales, porque desenvolverse en ellas requiere mucho más conocimientos y destreza, y eso solo va a aumentar. Si alguien piensa que eso se puede facilitar con apoyo estatal, le recuerdo que para eso hay que pagar más impuestos.
En todo caso, los comportamientos cambian con las circunstancias, y creo que, en algunas décadas, con menos población mundial y más anciana, se revalorizará la responsabilidad y las emociones que aportan los hijos y los nietos. Dudo mucho que nuestra especie o nuestro país vayan a desaparecer por flojera reproductiva.