Columna de Jorge Burgos: Un provocador serial
“Ratas keynesianas”, era tal vez una de las frases más recurrentes de Javier Milei -en aquella época de participante intenso de la parrilla televisiva-, con ella descalificaba a todos los profesionales que no comparten su visión sobre las ciencias económicas. De paso, con vulgaridad maltrataba al natural de Cambridge, cuya aportación es respetada aun por sus críticos.
No se libró ni su coterráneo principal de la Iglesia Católica -”el maligno” lo llamó-, ni su actual empoderada y por cierto exitosa en algunos aspectos relativos al control del orden público, ministra de Seguridad Patricia Bullrich, a quien en tiempos en que era su competidora, le imputó complicidad con el terrorismo montonero que azotó a Argentina.
Pero con ese lenguaje fue elegido con una importante mayoría proveniente del voto libre e informado de la ciudadanía, y los politólogos entregaron diversas tesis de las causalidades de su claro triunfo. Sin embargo, hay una que se repite, y a mi juicio con fundada razón: luego de largos años de gobiernos con paupérrimos resultados, de profundas y largas crisis económicas, de corrupción tolerada y por ende impune, la gente que antaño optó por alternativas peronistas de izquierda o derechas, por el centrismo radical o macrista, dijo basta y le dio su confianza a un outsider que prometió un cambio profundo.
En el año transcurrido, Milei puede mostrar logros, particularmente en su control del gasto público, en la importante disminución de la inflación, en la recuperación de confianza de los agentes de crédito. Para un pueblo agobiado por la incertidumbre esas noticias son esperanzadoras, más allá de los altos niveles de pobreza y del duro ajuste. Sin embargo, el Presidente argentino, autoconvencido que el destino lo instaló como líder mundial -consideración del todo opinable-, parece gozar más descalificando a quienes no piensan como él, tanto en el plano interno como en el internacional, que de sus indudables progresos en el ordenamiento económico.
Su indiscutible lejanía ideológica con diversos presidentes sudamericanos no lo habilita para descalificarlos, pero al Presidente Boric su principal ministro lo tildó de comunista, y Milei lo avaló. Qué duda cabe que la conducción económica de Boric es susceptible de crítica, pero comunista no es, de hecho, la economía chilena, más allá de su estancamiento, aún muestra mejores cifras y es mucho más abierta, empezando por un dólar libre vs. un cepo cambiario profundamente intervencionista.
Bueno sería que Milei dejara atrás su condición de provocador serial; la prudencia con que se le ha contestado ha sido correcta, pero de persistir el mandatario argentino o sus ministros, irán haciendo las cosas más difíciles. Ambos países nos beneficiamos de una relación educada, pero la actual coyuntura la hace particularmente importante para el país vecino; la búsqueda de inversiones extranjeras en minería -en que se encuentra empeñado- pasa necesariamente por ocupar nuestros puertos e infraestructura vial.
Agotan los líderes de izquierdas o derechas que entienden que su misión es proclamar verdades absolutas, que por lo demás por angas o por mangas terminan en duros fracasos. Hemos conocido a cientos de políticos que creen que siempre estarán allí y la verdad es que todos pasan; razón tuvo Boric al recordárselo.
Por Jorge Burgos, abogado
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