Columna de José Francisco Lagos: Un cambio de macetero
La derrota en las elecciones municipales y regionales por parte del oficialismo, sumado al caso Monsalve, la crisis de seguridad y el mal desempeño económico, hacen pensar que se está preparando un cambio de gabinete de proporciones, que permita darle un nuevo aire y rumbo al último año de gobierno. Sin embargo, hasta el momento las señales han sido contrarias a esa idea inicial.
El gobierno en general ha sido reacio a asumir las responsabilidades políticas de sus miembros. Lo que hace un par de años era intolerable y ofensivo hoy parecieran ser “gajes del oficio”. A pesar de los constantes errores, el mal trabajo o desubicaciones por parte de integrantes del gabinete, terminan pasando por el lado los costos políticos y finalmente nadie asume la responsabilidad de lo que ocurre.
Algunas claves para explicar este fenómeno. La primera, y quizás la más determinante, es que quien debiera pedirles cuentas a los responsables tiene un estándar más bien bajo en esta materia. El Presidente de la República ha protagonizado diversos errores de juicio, justificación de la violencia, emplazamientos destemplados a la oposición o a los medios de comunicación, hechos a través de los cuales ha construido un verdadero tejado de vidrio.
La segunda es por la falta de orientación de la oposición, que ha sido poco efectiva para emplazar individualmente a las figuras del oficialismo, cayendo en un espiral de acusaciones constitucionales que han terminado rechazadas incluso con votos de la misma oposición.
La tercera es carecer de un proyecto político alternativo al que están ejerciendo. El proyecto político propiamente tal del oficialismo fue lo que hizo la Convención Constitucional. Ahí apostaron su capital político y vertieron sus esperanzas. Así lo declararon en diversas ocasiones, a tal punto de señalar públicamente que la aplicación de su programa de gobierno dependía de que se aprobara el texto constitucional propuesto. Algo bien curioso, considerando que al momento de la elección presidencial no había solo un artículo redactado de la propuesta constitucional.
Lo anterior le hace preguntarse a varios para qué ser parte del gabinete de un gobierno que está desorientado, sin proyecto y con déficit serios en la gestión pública.
Hace pocos días, cuando eran fuertes los rumores de un cambio de gabinete, en que incluso el propio Presidente de la República descartó que se produciría uno, decidieron cambiar cinco subsecretarios, uno de ellos el de Prevención del Delito que ni aun cuando dijo que los homicidios se producían ahora con equidad territorial le pidieron su cargo. Sin embargo, esto ni siquiera califica como cambio de gabinete y no fue sustancial.
En pocos días más se cumple el plazo de un año, en que aquellos ministros de Estado que quieran ser candidatos al Congreso, deben renunciar a sus cargos, por lo tanto es probable que se produzca un cambio. Pareciera que la tentación actual es hacer un cambio de macetero, destacando el simbolismo de algunas salidas, pero que no implique una modificación real en la conducción del gobierno. En palabras simples, quizás cambien cosas, para que todo siga igual.
De José Francisco Lagos, director ejecutivo del Instituto Res Publica y académico USS