Columna de Juan Pedro Pinochet: Revaloricemos la experiencia
En un contexto donde la sostenibilidad se ha convertido en un pilar del discurso empresarial, es fundamental cuestionar si las acciones que se toman realmente responden a este principio. El despido o la exclusión laboral de personas mayores de 50 años, a pesar de su vasta experiencia y habilidades, plantea una contradicción evidente. Si la sostenibilidad implica perdurar y crecer en el tiempo, ¿cómo pueden las empresas justificar dejar de lado a quienes tienen el conocimiento y la capacidad para aportar a ese crecimiento?
La baja tasa de natalidad y el aumento en la esperanza de vida nos llevan a una encrucijada demográfica: estamos desperdiciando un recurso humano clave. Las personas mayores de 50 años enfrentan una realidad laboral preocupante. A pesar de ser profesionales altamente capacitados, les resulta cada vez más difícil mantener o encontrar empleo formal, lo que no solo afecta a las familias, sino que tiene implicaciones profundas para la economía en general.
El sistema previsional, ya en crisis, exige que prolonguemos la vida laboral. Esta no es solo una necesidad personal para generar ingresos, sino también una estrategia necesaria para sostener la economía a nivel país. Para muchas familias, vivir de una pensión simplemente no es una opción viable, lo que subraya la urgencia de mantener a este grupo disponible para el mercado laboral.
A nivel empresarial, la estabilidad, compromiso y experiencia de estos trabajadores los convierten en activos valiosos. Suelen ser menos propensos a rotar, y aportan desde una perspectiva que combina conocimiento con una disposición de apoyar a sus equipos. Sin embargo, según el Reporte del Observatorio del Envejecimiento de UC - Confuturo, el 53% de las personas entre 65 y 69 años está ocupada en puestos informales, cifra que sube al 63% en mayores de 70. Estos números evidencian un desaprovechamiento del capital humano que no se puede ignorar.
Además, la capacidad de estas personas para actuar como mentores en los ambientes laborales, aportando en la formación de las nuevas generaciones, es un factor que no debemos subestimar. La coexistencia de diversas generaciones en un mismo equipo no solo enriquece la cultura organizacional, sino que también fortalece la innovación y la continuidad en el conocimiento.
Algunos países, como Alemania, ya han implementado incentivos para la contratación de trabajadores mayores ante la escasez de personal en sectores estratégicos. Estos ejemplos muestran que revalorizar la experiencia no solo es una cuestión de justicia social, sino una respuesta pragmática y necesaria para hacer frente a los desafíos demográficos y económicos que enfrentamos.
Es hora de que las empresas y la sociedad reconozcan el valor y la relevancia de los mayores de 50 años en el mercado laboral. Invertir en la experiencia y la diversidad generacional no es solo una estrategia inteligente, es esencial para construir un futuro sostenible y próspero para todos.
Por Juan Pedro Pinochet, Socio de Gestión Social