Columna de Magdalena Merbilháa: ¿Amoral o inmoral?

Daniel
AgenciaUno.


Las declaraciones de Daniel Andrade desde la prisión preventiva en la cárcel de Antofagasta llaman la atención. No solo por su intento de aparecer como poético, sino por el fondo de lo que dice, se autoidentifica como “preso político”. El está siendo investigado por los delitos de cohecho, fraude al fisco, negociación incompatible y malversación de caudales públicos. Nada de eso es político. De hecho los dineros adjudicados a Democracia Viva, esos que ya no están…, tampoco tienen nada de político. Esto nos hace pensar ¿qué es un preso político? y ¿qué entiende Andrade por “Preso político”? Un preso político es aquel que es preso por pensar distinto al régimen de turno, no por delinquir en algo adicional. Sus ideas políticas no gustan a la autoridad y por tanto, se busca silenciarlo. En el pasado, pensemos en el siglo XVIII, donde el Estado tenía como una de sus funciones la censura, bastaba con hablar contra el gobierno para terminar preso. Eso cambió mucho con las democracias liberales que aseguraron las libertades individuales como sagradas, la libertad de opinión, asociación y el fin de la censura. Se terminó con la arbitrariedad de los “presos políticos” por el sólo disentir.

Lo claro es que la idea de la “transformación social” y la “creación del hombre nuevo desde la revolución”, esa idea que nació con los jacobinos franceses y que Saint Just estaba dispuesto a la renovación desde la sangre, se incrementó durante los siglos venideros. El siglo XIX romantizó tanto, incluida la revolución misma. Marx aseguró lo científico del socialismo como algo inexorable que llegaría sí o sí. Lenin, sabiendo que el cambio no llegaría, llegó a la conclusión de que había que provocarlo. La violencia se validó como método de acción política. La violencia contra aquel que pensaba distinto para avanzar en la revolución pasó a ser instrumental y por ende algo bueno. “Lo bueno” y “lo malo” se midió en avanzar hacia la causa y no de modo objetivo. No en vano se dice que el secularismo pavimentó el camino al socialismo. En el mundo sin Dios, la medida de las cosas es el hombre y la nueva religión es el socialismo y sus variantes. Lo criminal, no es crimen si se hace por la causa. Los criminales son vistos como “luchadores sociales” y por tanto si caen presos como “presos políticos”.

Esto le pasaba a los terroristas del IRA en Irlanda cuando en el gobierno de Margaret Thatcher se les cortaron los beneficios de presos políticos e iniciaron la famosa huelga en hambre. La primera ministra británica no dio su brazo a torcer ya que “crimen es crimen y no tiene nada de político”. Tras la muerte del terrorista dijo: “el Señor Sands era un criminal condenado… él eligió quitarse su propia vida. Esa es una elección que su organización no le permitió a muchas de sus víctimas”. Pero Bobby Sands estaba convencido de no ser un criminal. Sus objetivos lo obligaban, por la causa, a matar gente. El terrorismo es así. Esta historia lejana nos permite entender por qué el Presidente Gabriel Boric indultó a un ex Frente Patriótico Manuel Rodríguez imputado por la muerte de un carabinero, entre otras cosas. Para ellos era un “luchador social”, víctima del sistema que merece ser liberado. Es la idea de: “Él lucha por liberarnos a todos del yugo del sistema capitalista y opresor”

Eso es lo que ve Andrade, él claramente robó. La plata no está. No es poca plata y sí usó al Estado para montar un mecanismo desde fundaciones para hacerse de esos dineros para operar políticamente. En su raciocinio hacerse de esos recursos era “justo y necesario”, para él era algo bueno. Robar es visto por Andrade como algo subjetivamente válido y por la causa, como bueno. Incluso teniendo el agravante de hacerse de la plata destinada a los más pobres, el dinero destinado a erradicar los campamentos y darles viviendas definitivas. Entonces, ¿el señor Andrade es inmoral o amoral? Si sabe que apropiarse de lo ajeno es malo siempre y lo hace conscientemente, inescrupulosamente, entonces es inmoral. Pero si la ideología del Frente Amplio le nubla y distorsiona la mente y, por eso, no es capaz de ver la objetividad del mal en el acto hecho, entonces es amoral. El problema es que quienes suscriben a este neomarxismo, adolecen de toda moral, porque para ellos nada es objetivamente bueno o malo, solo servil a la causa.