Columna de Magdalena Merbilháa: “Common sense” vs irracionalidad

"Common sense" vs irracionalidad
"Common sense" vs irracionalidad. REUTERS


Donald Trump ganó holgadamente sobre Kamala Harris. El mundo está en shock. Es curioso el rechazo que produce su figura. Más allá de sus formas poco finas y a veces exageradas, se lo acusa de lo que no es. Se dice que es un hombre violento que hará del mundo un lugar más incierto. A quienes sostienen esto, parece que se les olvida que ya fue presidente y que durante su primera administración, de hecho, el mundo no se vio enfrentado en ninguna guerra. “Les rayó la cancha”, como ningún otro, a Kim Jong Un y a Vladimir Putin, con lo que ninguno se atrevió a dar un paso, ya que Trump dejó claro ser un hombre que cumplía sus amenazas. Bastó que llegará la administración Biden para que Putin arremetiera contra Ucrania y en el Medio Oriente recrudeciera el conflicto por las acciones de Hamas y las reacciones de Israel. La evidencia demuestra que por la paz mundial, Trump resultó ser más efectivo, pero el relato impone lo contrario.

Las amenazas de una supuesta restricción a las libertades tampoco fueron tales en su primera administración. Todas eran “voces vacías”. ¿Qué sucede entonces? Es simple, Trump representa una barrera de contención al avance de la cultura Woke. A esa idea totalitaria que impone un modo de ser global y que cancela cualquier otro modo de ser, especialmente el tradicional. Un constructo ideológico que sostiene que el sentimiento crea la realidad y que es “per se” un atentado contra toda racionalidad. La idea de la creación de “un nuevo hombre” que busca siempre destruir al anterior, niega la verdad, anula la objetividad de bien y mal, por tanto toda moral objetiva. Esta visión atenta incluso contra la belleza, de ahí la cultura del feísmo imperante. Es precisamente la impostura absoluta y totalitaria de la anti cultura, que viste de bien, lo perverso. Esto niega todo consenso racional y atenta directamente contra la ciencia, levantándose como una " nueva religión”, laica y fanática.

Una reacción desde la razón y del sentido común es lo que explica este triunfo arrollador. Estados Unidos se tiñó de rojo y la marea Republicana arrasó con el desteñido azul demócrata vestido de arco iris. Es la izquierdización del Partido Demócrata, lo que les hizo ganar reales “orejas de burro” y les pasó la cuenta. Acusar de discurso de odio a todo pensamiento distinto al de ellos, buscando anular, silenciar cual nueva inquisición, los hizo caer por su propio peso. El país de “Common Sense” buscó su cauce e hizo primar la racionalidad y la verdad. El discurso pro familia, trabajo y esfuerzo hizo sentido en las personas. La agenda progresista de élites, apoyada por artistas, es de un nicho de personas sin problemas reales y por lo mismo, una absurda entelequia que no hace sentido en la ciudadanía. El celebrar cómo avance civilizatorio el aborto es simplemente una locura. El aborto es una realidad siempre trágica de la que racionalmente nunca se puede festinar, hacerlo es perverso y anti natura.

El wokismo es la destrucción de todos los valores bases de la cultura cristiano occidental. Atenta contra las creencias religiosas, la familia, la razón y la ciencia. Niega el consenso cristiano y el científico y lo reemplaza por la locura. Es la religión fanática imperante en Wonderland, la locura. Donde la lógica no impera, el caos reina y la realidad se diluye a fuerza de relato construido cual “pompas de jabón”. Los ciudadanos americanos vieron que toda esa construcción no era más que un absurdo “castillo de naipes” que ha destruido el ethos nacional y cultural de Estados Unidos, eso que lo hizo grande alguna vez. Trump se atreve a mencionar la palabra prohibida, Dios. Eso le hace sentido a la gente. La noción fundamental y piedra angular de la formación de Estados Unidos es la certeza de una nación formada personas creadas por Dios con derechos esenciales anteriores al pacto; el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Esa noción hace sentido al ethos americano.

La libertad para buscar la felicidad es la esencia de esa tierra de oportunidades ahogada por las regulaciones y las agendas internacionales. El marxismo cultural permeó al partido demócrata y desvirtuó la tradición de la democracia en América. La cultura de la cancelación terminó con la libertad de expresión base de toda democracia y destruyó instituciones esenciales como las Universidades, base de la cultura irracional. En el nombre de la tolerancia se cayó en la cancelación de los sensatos para dejar primar la locura irracional. Cayeron por su propio peso y Trump cosechó de la mayoría sensata silenciosa que cree en la cordura. Si los demócratas quieren recuperarse, deben dejar la trinchera de izquierda radical y volver a abrazar la idea de la libertad, con todos los riesgos que eso siempre ha implicado.

Por Magdalena Merbilháa, historiadora y periodista.

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