Columna de Magdalena Merbilhaá: Cuando la violencia se hace costumbre

Balacera en Lampa deja cincio fallecidos
Aton Chile


Esta semana hemos visto con horror la cantidad de muertos en distintas balaceras. Cinco muertos y cuatro heridos en una fiesta en Lampa con armas de fuego. Esto ocurre sólo dos días después que una balacera terminara con la vida de tres menores de edad en Quilicura. De hecho, fueron acribillados desde un vehículo, lo que hace suponer que se trata de crimen vinculado al narco y las “disputas territoriales” de éstos. Solo este fin de semana hubo 18 asesinatos, 17 en la Región Metropolitana. Esto no es normal, pero parece haberse normalizado. Asesinatos en Pedro Aguirre Cerda, Independencia y Cerro Navia; balacera en Renca, ataque en una vivienda y una botillería en Huechuraba con un fallecido y tres heridos. A esto se le suma los hallazgos de un cadáver con 47 balas en su cuerpo en Viña del Mar y restos óseos en Lo Espejo. Con esto se suman 253 homicidios en la Región Metropolitana en lo que va del año. El Subsecretario del Interior se consuela, diciendo en un punto de prensa, que hay menos homicidios que igual fecha del año pasado, y reconoció que no han podido quebrantar la tendencia en la Región Metropolitana. En Santiago hay más muertos para igual fecha de 2023 y la gente lo siente. El temor se ha instalado. Julio cuenta con un 34% más de homicidios que el año anterior.

¿Qué le ha pasado a Chile? Éramos un país seguro y ciertamente, ya no lo somos. El delegado Presidencial de la Región Metropolitana, Gonzalo Durán culpaba en entrevista radial a la pandemia, ya que según él permitió a las bandas criminales asentarse. Lo cierto es que esto viene de antes y las acciones pasadas del propio Durán, ciertamente no ayudaron. Hoy, desde el gobierno proponen el trabajo conjunto del mundo político contra el crimen organizado y “seguir la ruta del dinero”. Insistirán en la minuta de levantar el secreto bancario. Esto no responde a buscar una real solución al crimen instalado, sino a otros objetivos políticos de control de la población. Los narcos no dan boleta y pagan en efectivo. Asimismo, todas las grandes transacciones deben, por ley, ser informadas y si hay sospecha de algo ilícito, con orden judicial fácilmente se levanta el secreto bancario. El discurso de la cuenta pública de haber “estabilizado el país”, la “minuta Tironi” se derribó como “castillo de naipes” y se diluyó cual “pompas de jabón”. Era inconsistente, alejado de la realidad. El desestabilizador no es quien estabiliza, sino lo opuesto.

La política y el crimen, siempre en la historia, en ciertos momentos han colaborado. Ya Lord Acton decía que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Ambos buscan poder y por obtenerlo están dispuestos a colaborar. Pero esta relación es siempre peligrosa. Una vez que entran es difícil sacarlos y lo que es útil al principio, puede ser “un cáncer”, al final. Los que hoy son gobierno validaron la violencia como modo de hacer política. Se sirvieron de los violentos, incluso les hicieron homenajes en el ex Congreso Nacional y les pagaron los favores concedidos con indultos y pensiones de gracia. Crimen organizado y política con el mismo fin. La extrema izquierda que hoy gobierna propició la inmigración ilegal y gritó a los vientos, con incluso niña símbolo en la Convención, que “no había nadie ilegal”. La alcaldesa comunista de Santiago prometió hasta legalizar a los irregulares con tal de conseguir los votos para lograr su puesto edilicio. Levantaron una política garantista para con los criminales y minaron la autoridad en todos los ámbitos. Azuzaron a las masas contra carabineros y las fuerzas de orden y seguridad. Levantaron el propio “becerro dorado”, el perro “matas pacos” que el delegado presidencial metropolitano, la ministra del trabajo y otras hoy autoridades lucían y veneraban. Negaron la defensoría de las víctimas y otorgaron todas las prebendas a criminales. Negaron la construcción de nuevas cárceles y gritaron contra toda acción que ayudara a garantizar el orden usando el monopolio de la fuerza del Estado como es debido. Fiscales octubristas y activistas del INDH y otras ONGs hicieron lo suyo contra carabineros. El ánimo país cambió cuando se cayeron las caretas. Quemaron el país prometiendo un Chile mejor y hoy a cinco años, nadie está mejor. Chile despertó y constató cuanto el crimen organizado había avanzado, cuanto se había envalentonado. Hoy, con tal de ganar votos se dicen “los garantes del orden y la seguridad”, pero todos sabemos que no es real.

La oposición ha reclamado con firmeza exigiendo hasta la salida de la ministra del Interior, a lo que el presidente cual “escolar amurrado” contestó que no haría nada por mandato de la UDI. Hasta el propio José Miguel Insulza pidió Estado de Sitio en la RM, a lo que “las cabezas más calientes” de la izquierda calificaron como “una medida populista que carece de sentido” y “Efectista”. Abrieron la caja de Pandora y los demonios salieron de ésta, volver a ponerlos en la caja nunca ha sido una tarea fácil y requiere acciones firmes y heroicas, siempre complejas de realizar. Esta es la consecuencia de normalizar la violencia. Si quieren combatir el crimen realmente partan por declarar que la violencia queda erradicada de la política y quien la valide quede fuera del juego. Dicen que hay que incautar armas de civiles, pero mientras el PC se sienta con prebendas en este aspecto, estamos perdidos.

Por Magdalena Merbilhaá, periodista e historiadora.

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