Columna de María José Naudon: “Del dicho al hecho hay mucho trecho”

boric paulina


En la arena política los pactos y los acuerdos exigen mucho más que una declaración de intenciones. Los líderes deben lidiar con agendas particulares, presiones de distintos sectores y opiniones de la ciudadanía. Equilibrar estos vaivenes es imprescindible para alcanzar la estabilidad política.

Ésta, esencial para el buen funcionamiento de una sociedad, está intrínsecamente relacionada con el sentimiento de pertenencia y la cohesión social. Sin embargo, no parece surgir de la identificación ideológica o identitaria, sino más bien de la confianza colectiva. Lamentablemente, esta confianza se ve socavada cada vez que prevalecen estrategias de corto plazo, enfocadas en debilitar al adversario en lugar de construir consensos duraderos.

En nuestro caso particular las circunstancias no favorecen. El éxito de Republicanos impulsa a parte de la derecha a recuperar terreno, a dejar de pagar costos y a exacerbar sus posiciones. Bajo una lógica simplificadora, se pliegan a la interpretación que entiende que el sentir de los chilenos se resume en un requerimiento desesperado de mano firme. Si bien esta perspectiva es cierta, olvidan que cuando se clama por autoridad se clama también por certezas. La autoridad, bien entendida, conjura la incertidumbre. En un país marcado por la crisis económica, por el bloqueo y fragilidad política, ese grito también debe entenderse como una insoslayable reclamación por demandas ciudadanas aún no satisfechas. Hay que cuidarse de interpretar esto como un ciclo derechista o un mero retroceso conservador, sin más.

En la vereda del frente, el gobierno parece haber optado por cuidar su 30%. El peso del Partido Comunista y la implosión del Frente Amplio terminaron por minar el germen de moderación. La falta de decisión al abordar los casos de corrupción, los vaivenes y declaraciones en relación a la conmemoración de los 50 años, las llamadas a acuerdos o pactos que son más bien invitaciones a celebrar contratos de adhesión, nos hablan de un gobierno dispuesto a administrar el tiempo y no perder a sus adeptos. Algunos dirán que en las encrucijadas Boric opta por el diálogo y en parte es así. Pero solo en parte. Cuando el Presidente logra resolver su propia lucha interna y opta por el pragmatismo, su falta de liderazgo impide mover a los suyos. Esta lógica que, por cierto, no cambiará con un eventual cambio de gabinete, ya está produciendo una revuelta en el Partido Socialista que, razonablemente, no está dispuesto a seguir haciendo suyas las esquirlas. Y esto puede seguir en aumento.

Seguir con la lógica obstruccionista es nefasto, aun cuando la ensoñación de todos los sectores sea la posibilidad de salvarse y condenar al enemigo. La amnesia que lleva a relativizar la importancia de terminar adecuadamente el proceso constitucional, que olvida que el crecimiento es imposible sin estabilidad política y que confía en poder seguir retrasando, sin consecuencias, las reformas pendientes, es un peligroso coctel. Si a eso se suma un grupo excesivamente confiado y otro que empieza a vivir un desesperado “sálvese quien pueda”, la combinación puede transformarse en un arma mortal. Cuando el socavón entre la ciudadanía y la política se extienda, la caída no será selectiva. Y tendremos que sobrevivir para contarlo.

Por María José Naudon, abogada