Columna de María José Naudon: El juego del discurso. Boric en la Enade
“Medea” es una tragedia griega clásica escrita por Eurípides en el siglo V a. C. El diálogo y el discurso desempeñan en ella un papel crucial, no solo como herramientas de comunicación, sino también como instrumentos de manipulación, persuasión y revelación de los verdaderos sentimientos y motivaciones de los personajes. Medea es una maestra del discurso, capaz de utilizar su elocuencia para ganar el favor de los demás. Por otro lado, Jasón utiliza la misma herramienta para justificar sus acciones y mantener su posición, aunque su retórica a menudo revela su arrogancia y falta de empatía. El diálogo entre ambos es un punto culminante de la obra. Sus palabras chocan en un duelo verbal lleno de tensiones emocionales y manipulaciones estratégicas. A través de este se revelan las verdaderas motivaciones y deseos de los personajes, muchas veces, ocultas en sus acciones y declaraciones. En el corazón de este duelo, resuena la advertencia de Medea a Jasón: “No pronuncies, pues, contra mí frases especiosas, ni te jactes de tu pericia en hablar, que una sola palabra mía bastará para confundirte”.
Como en la tragedia clásica, la Enade celebrada ayer obliga a una profunda reflexión acerca del lenguaje y del discurso. La frase de Medea sirve como recordatorio de que las apariencias pueden ser engañosas y que la retórica y la elocuencia deben enfrentarse con cuidado. Veámoslo así; si el Presidente Boric actuara como habla, otro gallo cantaría. Lamentablemente la realidad parece seguir el guion de Medea: “Una palabra basta para confundir”. El martes el Presidente condicionó la reforma del sistema político a la de pensiones y tributaria, sin embargo, ayer pareció que todo había cambiado por arte de magia. ¿Qué pasó, me pregunto, entre el martes y el jueves que llevó al Presidente a cambiar de opinión?
Usemos, para elaborar una hipótesis, la misma metáfora referida por el Presidente: “Un partido con una previa caliente”. La conciencia metafórica habla de una estrategia pensada para poner al Presidente en el lugar donde “ese día” (o en ese partido) quería estar; el de los acuerdos, la conciliación y el trabajo mancomunado. Un entrenador que reconoce las condiciones del campo de juego antes del partido y que adapta su discurso y acciones en consecuencia. La comparación con un partido caliente también sugiere que el Presidente ve la Enade como una oportunidad para demostrar su habilidad para manejar situaciones difíciles, al igual que un equipo de fútbol que debe enfrentarse a la presión y las expectativas para alcanzar la victoria.
Pero la pregunta de fondo es ¿cuál es esa victoria? ¿Salir del paso con cantos conciliadores o dar inicio a un real camino de cambio? ¿La del parlamentario vociferante que condiciona la reforma del sistema político o la del presidente que quiere garantizar gobernabilidad?
El problema con este asunto es más serio de lo que parece. No es volver majaderamente a las volteretas, sino entender que un entramado retórico inconsistente va perdiendo contenido. La falta de consistencia en el discurso político no solo socava la credibilidad de quienes lo pronuncian, sino que también debilita la confianza del público en las instituciones y en el proceso democrático en su conjunto. Y esta es, precisamente, la causa de todos nuestros problemas. Visto así, lejos de avanzar ayer, salvo que desde hoy los hechos digan otra cosa, retrocedimos.
Por María José Naudon, decana de la Escuela de Gobierno de la UAI.