Columna de María José Naudon: Que nadie se sorprenda el 12 de septiembre
Hay quienes siguen sosteniendo que el Presidente Gabriel Boric ha aspirado siempre a un acuerdo transversal en torno a la conmemoración de los 50 años del Golpe. Este último estaría estructurado en tres pilares: memoria, democracia y futuro. El problema para concretarlo, sostienen estas voces, no es él, sino las tensiones dentro de su coalición. Si aceptamos esta hipótesis, el problema del Presidente sería de liderazgo, asunto que no deja de ser grave. Sin embargo, a menos de dos semanas del 11 de septiembre, esta tesis ha caído por su propio peso. Boric no ha perdido oportunidad para enmarañar los aires y dificultar los encuentros.
Partimos con la gira en España. En ella no solo realizó la cuestionada condecoración a Baltasar Garzón, sino “invitó” a los partidos a firmar una declaración que más que un acuerdo parecía un contrato de adhesión. Y lo hizo, además, en condiciones totalmente inadecuadas para el objetivo.
A poco andar, Patricio Fernández tuvo que salir por no adscribir al “fraseo” oficial respecto del Golpe. Ni siquiera fue un problema de contenido, el mismo Presidente lo dijo.
Continuamos con Sergio Onofre Jarpa. Durante un homenaje en el Museo de la Memoria, el Presidente sostuvo que, desgraciadamente, “gente como Sergio Onofre Jarpa terminaron sus días impunes, pese a todas las tropelías que cometieron”.
Y el martes pasado, para destacar la dignidad de Guillermo Teillier, lanza la siguiente frase: “Teillier murió como un hombre digno, orgulloso de la vida que había vivido (…) hoy, cuando estamos próximos a conmemorar 50 años, hay otros que mueren de manera cobarde para no enfrentar a la justicia. Me parece que ahí hay diferencias que son humanas, incalculables”; decretando dos días de duelo nacional y forzando a algunos de sus ministros a aclarar sus dichos.
Frente a este recorrido, solamente caben preguntas:
¿Es una estrategia presidencial denigrar a unos para ensalzar a otros?
¿Las luces y sombras de los personajes que ha elogiado (Garzón y Teillier sin duda las tienen) son de distinta entidad de las de aquellos que agravia?
¿La definición de qué contexto es legitimatorio o la determinación de las condiciones de esa legitimación deben, para el Presidente, estar entregadas arbitrariamente a la valoración de quien lo interpreta?
¿Le parece al Presidente que el suicidio es un acto cobarde? Y los deudos ¿no importan?
¿Cuál es el rol que, desde su cargo, le parece debe cumplir, más allá de sus posiciones políticas?
¿Es la emotividad lo que está guiando a Boric, o es el país?
¿Es consciente de que a mayor énfasis en las diferencias, sube la tensión y aumenta la potencia del “ambiente eléctrico”?
No parece haber dudas. El problema no es de conducción, ni de liderazgo. Es de convicciones. Esas que voltereta tras voltereta, y sin justificación ninguna, trataron de vender como pragmatismo y moderación. Nada de eso queda (o nada de eso hubo). El Presidente se ha decantado por la línea de Carmen Hertz; “el Estado está obligado a hacer colectiva la verdad histórica”. Que nadie se sorprenda el 12 de septiembre.
Columna de María José Naudon, abogada