Columna de María José Naudon: ¿Sistema político vs reformas?
Llegó la hora de la urgencias sociales, no de reformas al sistema político, sostuvo el ministro Elizalde, obviando que la disfuncionalidad del sistema hace imposible su funcionamiento. Ignorar esta urgencia, bajo el argumento de que a los ciudadanos no les preocupa o que podrían interpretarlo como un acuerdo exclusivo “entre los políticos”, sería subestimar la importancia de una estructura política eficiente. Resulta equivocado interpretar el resultado del plebiscito del domingo como un llamado exclusivo y excluyente y tapar con un dedo el desgaste evidente del sistema. Hay cuestiones que, a pesar de no figurar como prioridades ciudadanas, son esenciales. La posibilidad de avanzar está, intrínsecamente, vinculada a la capacidad del sistema político de generar las condiciones necesarias.
Ahora bien, el asunto es cómo abordarlo. Una estrategia sería intentar vincular a la ciudadanía en esta reforma o tratar de presionar a la política, vía otros actores, pero desde fuera. Sin embargo, esta opción no parece viable en la práctica. La segunda sería abordarlo desde dentro del sistema a partir de acuerdos, compromisos o negociaciones que permitan fortalecer las condiciones cuando las aguas se vuelvan turbulentas. La reforma al sistema político impactará a partidos y grupos más pequeños que podrían quedar excluidos. Este escenario, atractivo para quienes continúen en la cancha, provocará críticas de aquellos que queden fuera, como la acusación de falta de representatividad, la autodefensa de una supuesta “casta”, la perpetuación de los poderosos frente a los más débiles y explotación del poder económico, entre otras cuestiones. Y los afectados no se quedarán en silencio. En ese momento, la tentación de evitar los efectos negativos será considerable y ante esta situación, la resistencia debe ser sólida y el compromiso férreo.
Por otra parte, parece razonable mitigar el riesgo implementando, simultáneamente, reformas concretas que generen confianza y credibilidad entre los ciudadanos. Para este objetivo la exacerbación de la lógica adversarial, vencida en dos ocasiones, no es la ruta. Chile necesita una política que se distancie de los extremos y recupere la apertura al diálogo y la capacidad de forjar negociaciones eficaces. Y en esa ruta la centro derecha tiene un rol fundamental. El dedo acusatorio de la “derecha sin complejos” y el temor de “la derechita cobarde” deben llegar a su fin. La centro derecha debe reflexionar críticamente sobre su participación en el reciente fracaso constitucional. La lección aprendida debe plasmarse en recuperar una centro derecha con identidad propia, distante de atrincheramientos, con vocación de mayoría y una agenda que, arraigada en sus principios, permita promover negociaciones beneficiosas para el país.
Chile es un país pragmático, alejado de agendas odiosas. La estrategia equilibrada entre firmeza, e incluso dureza, en algunos ámbitos y apertura al diálogo en otros; será clave para superar las brechas existentes y construir un proyecto político exitoso para los años venideros.
Si esto no fuera suficiente, el pragmatismo también está de este lado. Nadie podrá gobernar si no se sigue este camino.
María José Naudon, decana de la Facultad de Gobierno de la UAI.