Columna de Martín Andrade: Volver a confiar

Volver a confiar
Volver a confiar. AP


Somos una organización que en estos últimos cinco años ha impulsado mesas urbanas en distintas regiones de Chile. En cada lugar hemos visto la cantidad y diversidad de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) que colaboran con su experiencia y vocación en temas de ciudad, abriendo o enriqueciendo diálogos entre actores de los mundos público y privado en los ámbitos más diversos. Lamentablemente, hoy muchas de esas organizaciones apenas pueden subsistir, a raíz de que se han ido cortando los vínculos de financiamiento por parte de instituciones públicas.

Prácticamente no hay dos voces, el “Caso Convenios” fue una bomba de racimo que hirió de gravedad a la colaboración de organizaciones intermedias, que históricamente han ayudado a extender la presencia de un Estado que no siempre es ágil y flexible. El manto de sospecha se extendió con rapidez, mezclando en un mismo saco a justos con pecadores, experimentados con recién aparecidos, afectando el aporte de personas con conocimiento y pasión, volcadas a ofrecer soluciones articuladas para la ciudad. Y esto es un problema, quizás algo invisibilizado porque muchas de esas ONGs probablemente prefieren tratar de subsistir en silencio para evitar una estampida mayor de alianzas, convenios o donantes, con la esperanza quizás de que se acabe el virus del inmovilismo, desconfianza y tramitología en la toma de decisiones que hoy contagia a distintas reparticiones públicas.

Volver a confiar para hacer ciudad es un imperativo. Las ONGs aportan en los más diversos ámbitos del complejo entramado social, y su existencia ha significado un impacto concreto y medible en distintos territorios del país. Son organizaciones que han logrado mover la aguja, poner temas sobre la mesa e impulsar proyectos específicos para hacer frente a los diversos desafíos de nuestros centros urbanos, con una altísima vocación social y colaborativa. Contribuyen además con el Estado en los Consejos de la Sociedad Civil y miles de otras de formas no remuneradas, desde hace muchos años, con la convicción de que entre todos podemos mejorar nuestras ciudades.

En Chile existen más de 300 mil organizaciones inscritas en el Registro de Personas Jurídicas Sin Fines de Lucro. Es un enorme universo en el que obviamente deben existir mecanismos transparentes de control cuando reciben fondos públicos, pero esos sistemas también tienen que ser ágiles y oportunos, despejando nudos con reglas claras y plausibles.

Ya en agosto del año pasado una comisión asesora propuso al Presidente de la República 46 medidas para mejorar la relación entre este tipo de instituciones y el Estado. Más allá de su revisión y la adopción de lo que le parezca más pertinente al Ejecutivo, los timing de esa deliberación parecen no conversar con el riesgo real de perder el aporte de muchísimas organizaciones que son valiosas, incidentes y por sobre todo honestas. Aunque más invisible que otras urgencias que hoy nos apremian, si esto ocurre también significará un grado de desintegración del ya tensionado tejido social existente en los territorios.

“¡Estamos al límite!”, recordaba hace algunos meses el director del Centro de Políticas Públicas de la UC, Ignacio Irarrázaval, que le habían confesado desde numerosas fundaciones y organizaciones de la sociedad civil. Una preocupación que también hacemos nuestra, como una Corporación que habitualmente se relaciona con otras organizaciones que permanentemente están promoviendo ideas y proyectos en beneficio de los habitantes de la ciudad.

El cambio climático, los desastres naturales, el envejecimiento de la población, la movilidad, la escasez de vivienda, el deterioro de los barrios, la inseguridad en las calles, son algunos de los enormes desafíos urbanos que se nos presentan hoy como sociedad, por los cuales debemos volver a confiar para enfrentarlos unidos. No hay otra vía posible.

Por Martín Andrade, director ejecutivo Corporación Ciudades.

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