Columna de Matías Concha: Chile: de la irrelevancia fósil al protagonismo climático
" A nivel global Chile puede convertirse en protagonista a objeto de enfrentar la crisis climática, para darle coherencia a la política de estado es imperativo reforzar una institucionalidad amparada en nuestra ley marco de cambio climático que promueva derechamente la inversión verde. "
Durante esta semana se dieron a conocer en la COP 27 importantes medidas en el que varios países profundizaron su compromiso con la descarbonización del planeta. Con el pasar de los años, si bien el diagnóstico de la crisis climática es compartido transversalmente por gobiernos de izquierda y de derecha, desde el protocolo de Kyoto la esperanza de anuncios está dando lugar a la frustración de cuán efectivos son estos compromisos. Hemos sido testigos de cómo la voluntariosa suma de anhelos sujetos a la contingencia política de corto plazo lentamente va sucumbiendo ante la inercia de un mundo de fragmentadas realidades que no quiere cambiar y dificulta el cambio. De hecho, ya varias fuentes argumentan que el objetivo de limitar el calentamiento de 1,5°C del acuerdo de París por acciones de mitigación y reducción de emisiones se torna irrealizable.
Ahora bien, si Chile contribuye un 0,25% de los gases de efecto invernadero a nivel mundial, ¿realmente creemos que Chile mueve la aguja? Independiente de los importantes compromisos de reducción de emisiones, si proponemos voluntariosamente medidas internas sin considerar las implicancias de las externalidades positivas globales, en donde la institucionalidad territorial termina cediendo ante las diversas presiones que detienen la inversión para llevarla a cabo, la respuesta es no. ¿significa esto que estamos perdidos? En el caso de Chile la respuesta depende de cuán gravitantes seamos para revertir el curso.
Primero, el calentamiento es un problema global en donde Chile es insignificante en la generación del problema y sí puede ser un protagonista fundamental en la articulación de la solución. Chile prácticamente no cuenta con hidrocarburos que generan el problema, pero sí cuenta con las principales reservas de los recursos que el planeta necesita (cobre y litio) para ser protagonista en esa nueva cadena de valor energética. Adicionalmente, cuenta con verdaderas aspiradoras gigantes de captura de CO2 por medio de bosques renovables además de contar con los factores básicos únicos que permitan generar masivamente los combustibles verdes del futuro (Hidrógeno verde) con una envidiable generación renovable que permite sostenerlos. La clave de la descarbonización no está en el 0,25% del problema, sino en ser un protagonista global para viabilizar el 100% de la solución.
Segundo, hemos sido atacados por mitos y falsedades que, por el bien de la población, necesitamos aclarar. En este contexto, hemos perdido espacio ante voces vociferantes como el decrecionismo y activismo ecosistémico que atacan derechamente el crecimiento y la inversión verde. Si bien estas tendencias buscan legítimamente reducir las emisiones ganando afinidad con la generación más joven con conciencia ecológica, plantean un camino en donde la calidad de vida de las personas y la colaboración humana son socavadas. Necesitamos ir al fondo a objeto de aspirar a atacar el problema ambiental mejorando la calidad de vida de las personas con un camino que permita generar credibilidad y efectividad. En este escenario, la consecuencia del rechazo a la minería “extractivista” de cobre y litio, además de la oposición basada en (i) el desconocimiento del verdadero rol de los bosques renovables, (ii) el impacto del Hidrógeno en Magallanes, (iii) la efectividad de la desalación y (iv) los beneficios de las energías renovables, lo único que hace es agravar y profundizar los efectos del cambio climático.
Si a nivel global Chile puede convertirse en protagonista a objeto de enfrentar la crisis climática, para darle coherencia a la política de estado es imperativo reforzar una institucionalidad amparada en nuestra ley marco de cambio climático que promueva derechamente la inversión verde. En esta línea se encuentran las soluciones que permitan fomentar la llegada de proyectos relevantes y de mayor tamaño que sí tienen fuertes externalidades positivas, reforzar gobernanzas territoriales amparadas en un plan de futuro con una mirada de sostenibilidad, validar soluciones razonables costo efectivas para el período de la transición energética y sobretodo, alinear criterios a nivel de aprobación ambiental para viabilizar y no bloquear la tan necesaria entrada de inversión verde que le da coherencia al compromiso. Todo esto no puede verse en forma aislada sin el gran valor de la promoción de la gran minería de cobre y litio, el resguardo a la propiedad privada y el imperativo ético de concretar un gran acuerdo de paz para permitir la inclusión de la macrozona sur.
La era fósil está cediendo a una transición energética que va a dar a lugar al surgimiento de nuevos espacios en donde al igual que Brasil con el Amazonas, Chile puede ser gravitante a nivel mundial para viabilizar la tan necesaria descarbonización. Tenemos la solución futura al alcance de la mano, solamente nos falta creernos el cuento para que, sin descuidar el trabajo interno de la transición energética, sí podamos ser relevantes y efectivos para que la solución global sea posible.