Columna de Matías Concha: Economías criminales vs Estado de Derecho
"Sí se puede brindar un apoyo a muchos chilenos de distinto origen que viven en la Macrozona Sur manteniendo su cultura y costumbres, la clave está en identificar bien el problema y actuar. La solución no requiere de negociaciones y renovaciones del estado de excepción, sino elevar la magnitud del problema a través de un Plan de seguridad que cuente con un amplio apoyo político y ciudadano"
Se dice que las grandes guerras del siglo XXI no se ganan en el campo de batalla, sino en las mentes del oponente… Esta frase acuñada por el Economist hace más de 10 años no hace más que hacernos ver por qué el desenlace de un conflicto en el mundo actual no se explica por la dinámica de fuerzas en terreno, sino en cómo neutralizar la toma decisiones en la mente del oponente.
En la denominada Macrozona Sur se nos ha instruido mediante un sentimiento de culpa en Santiago que lidiar contra la intención de un pueblo originario subyugado es algo que nos avergüenza e inmoviliza, ante lo cual la respuesta sería la de ceder y entregar. Las consecuencias de la complacencia de muchos nos están llevando a un escenario que lenta y claramente desnuda al verdadero oponente: el surgimiento de la economía criminal organizada que es la única que lentamente logra capitalizar esta fragilidad institucional. Esta debilidad es percibida por bandas criminales lo cual implica que en una extensa zona del Bío Bío, Araucanía, Los Ríos y Los Lagos se cometan las más terribles atrocidades contra personas, emprendimientos, empresas e infraestructura pública. En el fondo, las economías criminales avanzan ya no en contra de las empresas forestales en una cierta Macrozona Sur, sino contra todo emprendimiento o desarrollo en zonas circundantes a objeto de destruir, infundir terror y erradicar la fiscalización, incluso escalando en contra de la infraestructura crítica del estado, la región de O´Higgins y macrozona minera.
Tenemos consenso de que hay un enemigo temible que deja desolación, precarización y destrucción de un sueño de vivir en conjunto, pero al parecer lo políticamente correcto es evitar nombrarlo, evaluarlo y dejar que la institucionalidad la controle, pero si al frente tenemos el surgimiento de una economía criminal ¿Por qué no se desnuda al enemigo y no se le nombra como tal?. Si bien hay una herida jurídica que emana de los títulos de merced que merece una respuesta dentro del estado de derecho y al mismo tiempo a través del diálogo sí se puede brindar un apoyo a muchos chilenos de distinto origen que viven en la Macrozona Sur manteniendo su cultura y costumbres, la clave está en identificar bien el problema y actuar. La solución no requiere de negociaciones y renovaciones del estado de excepción, sino elevar la magnitud del problema a través de un Plan de seguridad que cuente con un amplio apoyo político y ciudadano que tenga como propósito erradicar a las economías criminales y promover la paz.
En este contexto, ¿Cuáles son aquellas convicciones fundamentales que nos pueden alimentar una esperanza de poder doblegar a este cruel enemigo antes de que sea demasiado tarde?
Primero, este oculto enemigo surge en distintas zonas de nuestro territorio y para enfrentarlo, debemos enfrentarlo fuertes y unidos. De esta forma, si la respuesta institucional es debilitarnos mediante un marco constitucional que nos separe en pluri naciones o que genere ambigüedad con la violencia y la justicia, sí se genera un espacio de debilidad que puede ser olfateado por un sabueso despiadado que necesita de esas mismas ambigüedades para poder desenvolverse.
Segundo, de acuerdo a la última encuesta CEP, la abrumadora mayoría de chilenos de origen mapuche o mestizos que habitan en todo el territorio de la Macrozona Sur se sienten miembros de esta gran nación que es Chile y piden urgentemente la ayuda al estado de Chile antes de que sea demasiado tarde. En esta línea, a objeto de proteger a los que más lo necesitan, debemos tener presente que el enemigo a doblegar es la economía criminal sin caer ni en un sentimiento de culpa que inmovilice a un grupo de tomadores de decisión en Santiago o Valparaíso.
En pocas palabras, sólo en la medida que en nuestras mentes la culpa no nos inmovilice y seamos capaces de identificar al verdadero flagelo que precariza la calidad de vida de miles de personas, vamos a poder aspirar a construir un mejor país. Aquel político que se la juegue por unirnos en ese propósito y logre articular una solución prioritaria y efectiva para enfrentar al flagelo de las economías criminales, tendrá la llave para abrir una puerta ancha de confianza con la ciudadanía que permita posteriormente lograr las grandes transformaciones que Chile merece.
* El autor es consejero Sofofa.