Columna de Max Colodro: Contrastes
Tema obligado de la semana fue el sueldo que una universidad privada pagaba a una exministra y actual candidata a alcaldesa. Algo que no dejó indiferente a nadie; todos se sintieron convocados a tomar partido para justificar o rechazar una situación de privilegio no debidamente explicada, y que confirma que la política siempre encuentra las formas de solventar a los suyos cuando estos no viven de un sueldo público.
Con todo, lo sintomático en este caso no fue el debate sobre las razones o sinrazones de un salario sin duda exorbitante, sino el momento en que esta controversia discurre: justo después de una semana de Fiestas Patrias en que mueren asesinadas 37 personas, cuando en Bajos de Mena más de 150 balazos dejan a un adolescente asesinado y a dos menores de edad gravemente heridos, los que se encontraban en el velorio de otro fallecido unos días antes, también acribillado.
La semana en que la élite política decidió que el sueldo de Marcela Cubillos era la noticia “prime”, dos Cesfam fueron atacados por sujetos armados, con la finalidad de impedir que heridos a bala fueran atendidos. Después del brutal fin de semana, la ministra del Interior hizo declaraciones que causaron polémica, pero, en honor a la verdad, Carolina Tohá estaba en lo cierto: decenas de muertos a balazos en un extenso feriado ya es algo habitual. Según informó la PDI, en lo que va del año se ha producido en Chile la increíble cifra de 672 asesinatos, de los cuales 260 ocurrieron en la RM, o sea, casi uno al día.
Frente a esto, hay una pregunta inevitable: ¿Por qué la tragedia que vive el país en materia de seguridad ha terminado por normalizarse hasta el punto que un impresentable sueldo pagado por una universidad puede copar la atención de la opinión pública? La respuesta es obvia: los que viven todos los días en el infierno de las balaceras y los ajustes de cuentas no pertenecen a la élite, son habitantes de comunas populares. Si la ola de crímenes ocurriera en barrios donde vive la clase dirigente, esta no tendría ni tiempo ni interés en discutir sobre el sueldo de uno de los suyos; al contrario, la crisis de seguridad se habría transformado ya en una verdadera emergencia nacional y se estarían hace rato tomando medidas a la altura de las circunstancias.
Pero la realidad es otra: la élite y los políticos pueden darse el lujo de estar en una semana regada de muertos debatiendo sobre el sueldo de Marcela Cubillos porque las víctimas y los victimarios son de Puente Alto, Lo Prado o La Pintana. En efecto, la mayoría de los que definen la agenda pública sabe de la cotidianeidad de las balas por la televisión y los diarios; por eso no resulta difícil considerarla “habitual” y ocuparse de golpear o defender a la candidata a alcaldesa de una de las comunas donde vive la propia élite. El drama de la violencia criminal está marcado por un evidente sesgo de clase, por eso no resulta difícil normalizarlo y poner en su reemplazo casi cualquier cosa.
Por Max Colodro, filósofo y analista político
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