Columna de Max Colodro: Viaje a las estrellas

Valparaíso. Vista general de sesión de la Cámara de Diputados. Imagen de archivo.
Foto: Raúl Zamora / Aton Chile,


Cada vez con más obstinación, los hechos tienden a confirmar que la actual dirigencia política no es parte de la solución, sino del problema. Debemos asumirlo: hoy no existe posibilidad de que gobierno y oposición lleguen a acuerdos inteligentes, que permitan hacerse cargo de los dramas que afectan a la población. El discurso del Presidente Boric anunciando el próximo presupuesto fue una alegoría a la irrealidad, complacencia pura con un país ilusorio, donde los indicadores del deterioro vivido en los últimos años simplemente no existen. Al otro lado, una oposición sin unidad ni proyecto, consumida por la improvisación, y cuya única respuesta a casi todo son las acusaciones constitucionales, incluida esta semana la vergonzosa intención de un grupo de diputados de destituir al Presidente de la República.

Así, mientras la clase política discurre entre el sueldo de Marcela Cubillos y los eventuales abonos de Irina Karamanos a su ex empleador, la gente vive en una realidad paralela; en el hospital Van Buren y en otros recintos se cierran pabellones y se aplazan cirugías por falta de recursos, la misma semana en que Gabriel Boric informa que el Ministerio de Cultura será el próximo año el que tenga un mayor incremento en sus platas. Es que, como en Alicia en el país de las Maravillas, todo está al revés: el gobierno se empeña en poner desincentivos a las cosas que dice querer lograr, como inversión y crecimiento. E insiste en ver mejoras en un cuadro de inseguridad y violencia criminal cada día más aterrador.

Por fortuna para quienes viven de los privilegios del poder, los chilenos tenemos una extraordinaria capacidad para normalizarlo todo. Incluso las balaceras y los muertos cotidianos. El discurso de las autoridades, verlos exudar orgullo y optimismo frente a los resultados de su gestión, sólo confirma un nivel de disociación impresionante. Una letanía que, a estas alturas, sólo permite anhelar que el gobierno esté mintiendo, porque si de verdad cree lo que transmite el cuadro es aún más delicado. Pero hay que tenerlo claro: una de las claves del deterioro que hoy vive el país es que ya ni siquiera alcanzamos a percibir su magnitud.

No es extraño, entonces, que gobierno y oposición representen las dos caras de un mismo fracaso, una complicidad delirante que ya no hace sentido a nadie, salvo a ellos mismos. Por un lado, se denuncian las redes de poder y tráfico de influencias de Luis Hermosilla; por otro, los que hacen escarnio moral con el sueldo de Marcela Cubillos son los mismos que aún no explican dónde están los miles de millones de pesos, evaporados a través de fundaciones ideológicamente falsas.

Finalmente, lo que nadie quiere ver ni reconocer: los políticos que hoy dan estos espectáculos no vienen de Marte, sino que fueron escogidos por los propios ciudadanos. Detrás de cada personaje en esta trama, está la voluntad de la gente, aquellos que al final del día son los únicos y verdaderos responsables de que las cosas sigan su curso.

Por Max Colodro, filósofo y analista político

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.