Columna de Moisés Naím: ¿Armas o comida?

Lanzacohetes disparan durante ejercicios militares conjuntos de Bielorrusia y Rusia en el campo de tiro de Brestsky en Bielorrusia. Foto: Archivo

Que en un mundo más peligroso los gobiernos sientan una fuerte presión a armarse es natural, pero no por eso deja de ser una tragedia.



Por Moisés Naím, analista venezolano del Carnegie Endowment for International Peace.

El año pasado, el gasto militar del mundo aumentó casi un 7%. Fue el mayor crecimiento que ese rubro ha tenido desde el 2008. En su conjunto, en el 2023 los gobiernos gastaron más de US$ 2,4 billones en personal, equipos y armas: es decir, 2,4 millones de millones de dólares.

Es mucho el bien que se podría hacer con este dinero. Los países del mundo dedican nueve veces más a gastos militares de lo que se dedica a erradicar el hambre, por ejemplo. De hecho, el gasto militar a nivel global se acerca a los 3 billones de dólares, el monto que las Naciones Unidas estiman sería necesario para alcanzar todas las Metas de Desarrollo Sostenible. Dichas metas incluyen, entre otras, la erradicación del hambre, la provisión de servicios de salud, educación, vivienda, y energía eléctrica a todos los habitantes del mundo en desarrollo. Todo eso se podría lograr… pero no se logra, porque en vez de invertirlos en el bienestar humano, esos recursos están siendo utilizados por los gobiernos para armar su país hasta los dientes.

Muy atrás ha quedado la esperanza del bienestar que traería el “dividendo de la paz” producido por el fin de la Guerra Fría en la década de los 90. Con el colapso de la Unión Soviética, ya no sería necesario gastar tanto en armas y ese dinero se podría redirigir a mejorar las condiciones de quienes menos tienen. Lamentablemente, esta esperanza duró poco.

Tras la gravísima invasión rusa a Ucrania y ante una China recalcitrante e irredentista, los principales gobiernos del mundo van transitando el camino contrario, moviendo hacia gastos de guerra recursos que hubiesen servido para mejorar la vida de centenares de millones de personas.

Un miembro del Ejército Popular de Liberación mira a través de binoculares durante ejercicios militares mientras se ve la fragata Lan Yang de Taiwán en la retaguardia el 5 de agosto de 2022. Foto: Archivo

Es una tendencia global. Según los investigadores del Stockholm International Peace Research Institute, cada una de las diez mayores potencias del mundo aumentó significativamente su gasto militar en el 2023. Rusia aumentó su gasto en un 24%, llevándolo a un monto que es 13 veces mayor que el presupuesto del Programa Mundial de Alimentación de la ONU, que socorre a las poblaciones al borde de la hambruna. Ucrania, por su parte, aumentó su gasto en un 51%, alcanzando los $ 65 mil millones, tres veces más que el presupuesto de la UNICEF para atender a los niños más desprovistos del planeta.

Que estos países en guerra aumenten agresivamente su gasto militar no es una sorpresa. Lo que sorprende es que el conflicto entre Rusia y Ucrania haya tenido gravísimas consecuencias globales. Los Estados Unidos, por ejemplo, también aumentaron su gasto hasta la impensable suma de $ 916 mil millones de dólares, el 38% del gasto militar del mundo entero. El gasto militar de China es mucho menor que el estadounidense, pero aun así es 70 veces la suma que gasta el mundo en combatir la malaria. Pero los analistas advierten que los costos en China son mucho menores que en Estados Unidos, por lo que esa suma le rinde más a Pekín de lo que rendiría en EE.UU. Además, China está aumentando su gasto bélico más rápido que el Pentágono: 6% al año en EE.UU., comparado con 2.4% en China. La brecha militar entre las dos principales potencias se estrecha año tras año, y nadie sabe muy bien lo que pasará el día que se termine de cerrar.

Muchos argumentan que esta carrera armamentista se hizo inevitable el día que Vladimir Putin decidió desestabilizar a Europa invadiendo a Ucrania. El presidente francés, Emmanuel Macron, defiende a capa y espada su tesis que, ante la amenaza rusa, Europa no puede seguir dejando su seguridad en manos de un Washington cada vez más volcado hacia el Pacífico como respuesta a los fuertes apetitos geopolíticos de China.

También las potencias militares más modestas han venido aumentando el gasto militar. España, por ejemplo, vio su gasto militar crecer en $ 2 mil millones en el último año, una suma parecida a la que ha prometido el mundo entero para aliviar la crisis humanitaria causada la Guerra Civil en Sudán.

Hasta los países obligados al pacifismo por haber perdido la última Guerra Mundial, hoy se preparan activamente para un posible conflicto armado. Japón, por ejemplo, está aumentando aceleradamente su presupuesto militar y se estima que en el 2027, será la tercera potencia militar del planeta. Alemania le ha dado un giro de 180 grados a su política militar y está comprando una costosísima flota de cazabombarderos F35. Que en un mundo más peligroso los gobiernos sientan una fuerte presión a armarse es natural, pero no por eso deja de ser una tragedia.

Una de las razones del extraordinario desempeño económico y social de Japón y Alemania después de 1945 es que a estos países les fue prohibido dedicar recursos a sus Fuerzas Armadas. Esto hizo que los recursos fuesen usados para fortalecer su economía y su sociedad.

Sea necesaria o no, esta carrera armamentista nos empobrece a todos.