Columna de Natalia Piergentili: 18 de octubre. Recordar es volver a pasar por el corazón
Seguramente, mientras lee esta columna paradójicamente un viernes 18 de octubre y tal como ocurre en otros momentos que marcan la historia, usted debe acordarse dónde estaba ese día, qué sintió, cómo llegó a su casa en medio de la incertidumbre y la falta de locomoción o que radio sintonizaba para, de alguna manera, entender lo que sucedía.
De eso han pasado cinco años y aún no hay acuerdo respecto a las causas o a los detonantes, como tampoco sobre la proporcionalidad de éstos en el comportamiento de las masas, ni menos sobre cómo actuó o debió actuar el gobierno en esos momentos.
No soy del club de los que solo hablan de delincuencia y violencia para enterrar cualquier legitimo dolor o reclamo social, así mismo, tampoco soy de los románticos de una revolución que no fue. Por lo que me situó con aquellos que creen que el llamado estallido es una mezcla -no equitativa, por cierto- entre violencia y legitimas, pero inorgánicas demandas.
Por eso es enorme mi preocupación al constatar que, sin mediar punto de equilibrio, la violencia y vandalismo como relato se han tomado la agenda, no solo para condenarla lo que a estas alturas debiera ser un sentido común, sino también, para explicar y en algunos casos justificar la parálisis de un sector político respecto de avanzar -cediendo todos algo- en algunas materias, como las que ya llevan más de una década puestas en la agenda de manera pacífica como es el tema de las pensiones.
Lo más complejo de esto es que hasta la protesta dejó de ser una vía de escape de estas energías, ya que hoy ese mecanismo produce desazón, porque ni los hechos de octubre -con todas sus complejidades- lograron mover la aguja en materia de avances sociales, ya que podremos convenir que el que hayan fracasado los dos procesos constitucionales no significa que sus demandas no sigan ahí o que la ciudadanía no quiera cambios, porque sí los quiere, pero la forma de hacerlo, según todos los estudios de opinión, es que estos se den de manera gradual y a través de acuerdos que permitan avanzar y salir de la parálisis y el estancamiento.
Después de cinco años en los cuales hubo pandemia, crisis de seguridad y con las instituciones crujiendo, el país quedó condicionado por el trauma de una violencia material y simbólica que a la larga sienten como inútil, sumado a que pese a los esfuerzos del gobierno por el camino de las reformas y la moderación, éste no logra construir mayorías sociales y políticas que pavimenten dicho camino.
Nadie puede escribir el futuro, pero me atrevo a señalar que, ni el populismo ni la sobreideologización para resolver los problemas pendientes son la solución, como tampoco lo son los extremos, más bien creo que el futuro debe venir de la mano, no solo de una propuesta política de cambios, sino por sobre todo de claridad en ¿cómo se pretenden hacer?, ¿con qué resguardos?, ¿en cuánto tiempo y con qué certezas? Porque el camino corto y fácil no es real, porque ya pasó el tiempo donde solo bastaba el relato de la impugnación y los slogans, o puede que todavía sirvan para ganar elecciones mas no para gobernar, porque no aceptamos más la ceguera y la intransigencia de quienes obtienen mayorías eventuales. Porque la ciudadanía luego de cinco años lo sabe y muy bien.
Por Natalia Piergentili, ex presidenta del PPD
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