Columna de Natalia Piergentili: No es la moderación es el sentido común

No es la moderación es el sentido común
No es la moderación es el sentido común.

Más que la moderación como un valor abstracto, quizá lo que le ha hecho sentido a la ciudadanía es la capacidad de algunos sectores políticos de empatizar y de transmitir su convicción de hacerse cargo de las necesidades y experiencias cotidianas de las personas.



A propósito de las elecciones municipales y la segunda vuelta de gobernadores regionales, la palabra que más se ha repetido en los cuantiosos análisis políticos post elecciones es “moderación”.

En su discurso de victoria, Claudio Orrego afirmó: “Hoy ha ganado la moderación sobre la polarización; la cooperación sobre la confrontación y el diálogo sobre el insulto”.

Así también el Presidente Gabriel Boric interpretó los resultados como una señal de que la ciudadanía favorece liderazgos que ofrecen respuestas concretas y que promueven la unidad y el diálogo por sobre la agresividad y la polarización.

Es razonable pensar entonces que, a través del voto obligatorio que llegó para quedarse, la ciudadanía parece estar enviando un mensaje: busca soluciones tangibles y liderazgos colaborativos, dejando de lado la confrontación ideológica que ha marcado la política reciente.

Para muchos esta podría ser la explicación más plausible de los resultados y, a partir de ello, la receta para encauzar las campañas de las elecciones parlamentarias y presidenciales del próximo año, pero ¿será solo esta la causa? ¿O será también que, los discursos que enarbolaron los candidatos y candidatas para vencer fueron, en alguna medida, una contraparte al hastió acumulado producto de la polarización política, del estallido social de 2019, de la pandemia y de los procesos constitucionales, todo lo anterior visto como una sola gran crisis estéril y costosa?

Será que a la política como instrumento para el cambio de las condiciones sociales y materiales se le está exigiendo a volver a su esencia más rudimentaria, la que sin claudicar a construir futuros y modelos posibles, es capaz de atender de manera decidida y concreta los problemas cotidianos, como seguridad, salud y empleo, y que la forma de hacerlo no es más que el pragmatismo, la gestión, la eficiencia y la transparencia por sobre las ideologías y los discursos disruptivos y denunciantes.

Lo que la ciudadanía parece rechazar no son las posturas o retóricas ideológicas per se, sino cómo éstas paralizan el debate y alimenten la confrontación política, dejando en un segundo plano la construcción de mayorías, no para llegar a acuerdos como un resultado vacío o una especie de entreguismo, sino para que estos se conviertan en respuestas a problemas y demandas.

En términos sencillos esta pareciera ser una demanda por el sentido común, entendido como un conjunto de creencias, conocimientos y juicios compartidos por la mayoría de las personas dentro de una sociedad o cultura, que se consideran razonables y evidentes

Las personas en sus vidas cotidianas persiguen evitar los excesos o extremos en el comportamiento, las opiniones, los juicios o las decisiones, porque lo que buscan es la armonía y la estabilidad. Lo mismo esperan de la política, pese a que entienden que esta se funda en principios y valores, en concepciones del mundo y en convicciones sobre el rol del Estado, el mercado y la sociedad. Asumen que si esta no logra convertir aquello en respuestas tangibles y solo se atrinchera en sus discursos y dogmas, todo aquello resulta solo un ruido que termina perturbando y aburriendo.

Quizás entonces no es la moderación como un valor abstracto lo que ha hecho sentido, sino más bien la capacidad de algunos sectores políticos de empatizar y de transmitir su convicción de hacerse cargo de las necesidades y experiencias cotidianas de las personas. Pero ojo que la política también está llamada a construir proyectos de futuro que planteen certezas y esperanzas. Pero este imperativo no puede ser el resultado solo de discursos inspiradores porque eso ya no es suficiente para generar adhesión y confianza. La política debe trascender las palabras, los discursos y las promesas y volver a mostrar en los hechos lo valiosa y necesaria que es.

Por Natalia Piergentili, ex presidenta del PPD.

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