Columna de Natalia Piergentili: Segunda renovación socialista, ¿dónde firmo?

Segunda renovación socialista, ¿dónde firmo?
Segunda renovación socialista, ¿dónde firmo?

Ser de izquierda tiene un nuevo significado: la búsqueda del equilibrio virtuoso y orientador entre la libertad y la solidaridad como pilar de la sociedad.



Hace unos días el ex senador y ex ministro de Economía Carlos Ominami planteó la necesidad de una “segunda renovación socialista”. Cuyo foco estaría centrado en la construcción de un relato que se hace cargo de los principios del socialismo, pero que, al mismo tiempo, se hace preguntas y se permite dudar frente a los dilemas, se deshace de las mochilas y construye un proyecto de cara al siglo XXI.

Esta invitación constituye a mi juicio el esfuerzo más claro que se haya planteado en el último tiempo sobre la necesidad de reconfigurarnos desde nuestra identidad, ya que nos incentiva a detenernos a pensar, a mirarnos hacia adentro, a asumir errores y desde ahí a encaminarnos a una compleja y profunda cavilación sobre lo que somos en términos políticos y de lo que queremos representar, no desde lo instrumental o mediático, sino desde el aprendizaje de nuestra propia historia en clave presente.

Como sabemos, la renovación socialista enfrentó con enormes costos, dolores y fracturas el fracaso de la idea de que en la búsqueda de la igualdad se podía sacrificar la libertad, y comprendió que la democracia en sí misma era un valor, como también lo es la convicción de que las apologías a la libertad no construyen mínimos sociales que hagan posibles estándares de cohesión social. Por lo que ser de izquierda tiene un nuevo significado: la búsqueda del equilibrio virtuoso y orientador entre la libertad y la solidaridad como pilar de la sociedad.

Este llamado a la reflexión a la que nos invita Ominami parte de la base de que los dogmas y consignas que nos han guiado el último tiempo y que se juegan en una política donde hemos permitido que los extremos sean los protagonistas, no solo no están dando respuesta a las problemáticas sociales actuales, sino que además, nos ha encasillado y atrapado en viejos discursos, a estas alturas vacíos, que no nos permiten avanzar, ni en una identidad nítida, ni en logros concretos conforme la ciudadanía legítimamente nos demanda.

Por ello, debemos ser capaces de reivindicar nuestros valores, por ejemplo, cuando discutimos sobre seguridad, relevando que ésta es un pilar, sobre todo en nuestra lucha por avanzar en derechos sociales ya que, no se puede gozar de ningún otro derecho si no hay seguridad. Así también, debemos relevar la importancia del crecimiento como el camino más importante para solventar políticas sociales robustas. La pregunta entonces no es cómo estatizamos todo, sino cómo compatibilizamos desarrollo, mercado y estado.

Si logramos que esta reflexión pueda asumir también que, ni la política, ni el estado tienen todas las respuestas, podremos entonces también empezar a debatir sobre como la izquierda se reconcilia con actores, conceptos y herramientas como: la empresa, la productividad, la alianza publico privada y que esto no es una derrota ni una renuncia, sino más bien, pueden ser los cimientos donde los valores y principios como la justicia, la cooperación y la solidaridad, crean nuevos sentidos comunes, los que deben trascender a los cálculos electorales, a las identidades partidarias, ya que, tal como nos estamos proyectando, solo nos defendemos del futuro, a ratos idealizando el pasado, pero no estamos proponiendo como construir uno mejor.

Por eso, frente a esta invitación yo pregunto: ¿Dónde firmo?

Por Natalia Piergentili, ex presidenta del PPD.