Columna de Óscar Acuña: Baquedano no se va

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Baquedano no se va.

La comedia de equivocaciones de la que hemos sido testigos estos últimos días por parte de nuestras autoridades de Cultura respecto del monumento al general Baquedano ya no sorprende.



La comedia de equivocaciones de la que hemos sido testigos estos últimos días por parte de nuestras autoridades de Cultura respecto del monumento al general Baquedano ya no sorprende.

Lo primero y evidente es que Baquedano les molesta, no les gusta; es más, les irrita, no lo quieren ver allí por ningún motivo, solo que no se atreven a decirlo y buscan artilugios para poder obtener sus propósitos de una manera solapada.

En este contexto, aprovechando el verano, un febrero en que Santiago está en el semiabandono y que el espíritu festivalero reina por doquier, encontraron la ocasión para “sacar las castañas con la mano del gato”, engañando o instrumentalizando a un ya débil Consejo de Monumentos Nacionales.

Arguyendo la restauración del plinto del monumento (obra del arquitecto García del Postigo) y la obra de remodelación de la plaza Baquedano, quisieron pasar un gol de mediacancha con que esto conllevaba el traslado del monumento a un nuevo emplazamiento. Como toda comedia que se precie, el Ministerio de Defensa planteó que era el Ejército el que, de “motu proprio”, por supuesto, esbozaba estas opciones bastante desafortunadas, por cierto (frente a la Escuela Militar, a la Escuela de Ingeniería en la plaza Ercilla o en la Alameda, donde está el monumento al general Bulnes).

Así las cosas, sin querer queriendo, la ciudadanía, el “pueblo”, como dirían nuestros gobernantes, reaccionó y de a poco fue encendiéndose la polémica hasta llegar a que el propio consejo, a instancias de sus consejeros, forzo una reunión de emergencia para “aclarar” el acuerdo y, en el fondo, dejar en evidencia algo que con solo ver la sesión del CMN en YouTube basta para apreciar que lo que aprobaron los consejeros no es lo que la Subsecretaría del Patrimonio dijo o, siendo benevolente, quiso decir.

Es importante decir que les guste o no, la plaza se llama Baquedano, la estación del Metro y el teatro de la Universidad de Chile que allí se ubica, también se llaman Baquedano, y esto se relaciona directamente con el monumento. Es decir, si lo sacan, ¿tendremos que cambiar el nombre de la plaza, la estación y el teatro? ¿Vamos a estar expuestos a que cada vez que se raye o vandalice un monumento debamos cambiarlo? ¿Si mañana la estatua que se cuestione sea la del Presidente Allende actuaremos igual? O bien desde ya optamos por tener monumentos móviles para que nos adaptemos al clima que exista.

Por último, es bueno señalar que en el caso de Baquedano, antes de esta violencia nunca hubo animadversión contra la estatua y su vandalización fue puramente circunstancial. El contexto hoy es uno muy distinto al de tres o cuatro años atrás; ya no vive gente a los pies del plinto, la primera línea se disolvió, no se queman iglesias, estaciones de Metro, calles y señalética todos los viernes. Por lo tanto, su reinstalación en el lugar no sería un peligro ni para la estatua ni para la plaza ni para los vecinos, la ciudad y una sana convivencia.

Dejar al general Baquedano sobre su pedestal original, respetando el esfuerzo que la gente de Santiago hizo para colocarlo en un lugar tan emblemático y central como ese -tanto que por algo ha sido utilizado como epicentro de todas y cada una de las celebraciones de los chilenos-, sería honrar la memoria, el legado de quienes nos antecedieron, base de lo que se define como patrimonio.

Conclusión, seamos sinceros de una vez por todas: a este gobierno la cultura, y en especial el patrimonio cultural, aunque hablen bonito y digan frases extraídas de poesías de Rubén Darío, les importa poco. No hemos tenido en la historia de este país un gobierno con menos sensibilidad frente al tema que el actual, y aunque nos digan que han aumentado el presupuesto, eso es solo un juego de cifras.

Felizmente, como tantas veces al juntarnos a celebrar los triunfos de Chile en la plaza Baquedano frente a ese noble monumento creado por Virginio Arias, usando las palabras de otros, ¡Chile cambió! Y volvió a ser el de siempre.

Por Óscar Acuña, abogado y ex secretario ejecutivo del Consejo de Monumentos Nacionales

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