Columna de Pablo Halpern: La foto
A pocos segundos de ser herido por una bala disparada por un francotirador que, en un acto abominable, intentó acabar con su vida, Donald Trump se levantó. Instruyó a los agentes del servicio secreto a detenerse, alzó uno de sus puños y arengó a sus adherentes instándolos a “fight, fight, fight” (luchar, luchar, luchar). No es claro a qué los estaba instando, ni sabemos a qué lucha se refería ni contra quién. Lo esperable habría sido que Trump, tras ser impactado por una bala, quedara en estado de shock. Pero en alguna recóndita capa de su conciencia, es posible que intuyera que la otra imagen le podría asegurar el triunfo en la campaña presidencial estadounidense. El contraste entre el coraje de Trump y la senectud de Biden se hizo elocuente. Mientras Trump evidenciaba su valentía, la televisión enfocaba a Biden subiendo por la escala del Air Force One (avión presidencial), intentando disimular sin éxito sus dificultades de movilidad.
En el teatro de la política, las imágenes no solo complementan la palabra, sino que a veces la eclipsan. En un mundo saturado de palabras, una imagen poderosa se imprime en la memoria colectiva con mayor fuerza y permanencia que el más persuasivo de los discursos.
Las reiteradas imágenes de Margaret Thatcher entrando con paso firme a Downing Street, con su icónica cartera negra, transmitían una imagen de determinación y fuerza, una declaración sin palabras de su capacidad para liderar un Reino Unido en crisis. La foto de Barack Obama en su primera campaña presidencial, con una mirada serena hacia el horizonte, se convirtió en un ícono que consolidó su identidad como portador de una nueva era en la política estadounidense. La imagen de Michelle Bachelet arriba de un tanque cimentó su camino a La Moneda. Una mujer rompía el arquetipo de que la supervisión de las fuerzas armadas era un rol masculino. El presidente de Ucrania viste un uniforme militar cuando se dirige a los ciudadanos, mostrando una ciudad en ruinas con edificios destruidos. Sin embargo, también incluye elementos de reconstrucción, como grúas y obreros trabajando. Estas imágenes condensan la idea de resiliencia y la esperanza de la recuperación del pueblo ucraniano.
Las imágenes también tienen un poder devastador, capaz de dañar carreras políticas con la misma velocidad con la que pueden elevarlas. En 2016, Hillary Clinton, candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, enfrentó una controversia cuando imágenes de su colapso en una ceremonia del 11 de septiembre, fecha en que se conmemora el atentado a las Torres Gemelas, se hicieron virales. La grabación mostró a Clinton tambaleándose y necesitando ayuda para entrar en una camioneta, lo que alimentó especulaciones sobre su salud y fortaleza para ser presidenta. Aunque no destruyó su carrera, ciertamente contribuyó a una narrativa desfavorable durante una campaña presidencial en la que fue vencida.
El ejemplo más reciente es el de Joe Biden en el debate presidencial contra Donald Trump. Biden perdió el hilo de su idea y por varios segundos quedó en blanco. Esta imagen se viralizó, generando la impresión de que Biden adolecía de problemas cognitivos irreconciliables con su cargo. Esto desencadenó una operación política destinada a sustituirlo. La insistencia de Biden de mantenerse en carrera no solo augura una derrota sino que, además, podría poner en entredicho su legado.
Ninguno de los ejemplos anteriores se compara con la atrocidad que representa un intento de asesinato, aunque sirven para ilustrar el punto. El peso de la narrativa visual en política es incontrovertible. Los políticos que la ignoren juegan con desventaja. La política no es solo una batalla de ideas; también se desenvuelve de manera gravitante en el territorio de los símbolos. Aunque no sabemos con certeza en qué terminará la campaña presidencial estadounidense, podemos anticipar que la foto de Donald Trump tras el atentado a su vida le otorga una ventaja que podría resultar incontrarrestable.
Por Pablo Halpern, Director del Centro de Reputación Corporativa, ESE Business School, Universidad de los Andes.
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