Columna de Pablo Ortúzar: Más vacaciones, menos incendios

Jeanette Jara
Foto: Juan Farias / La Tercera


Tal como explica el filósofo Charles Taylor en su libro sobre la secularización, en las sociedades tradicionales el tiempo no era plano: había momentos de normalidad, tiempos ordinarios y también momentos de contacto con lo sublime o lo trascendental. Tiempos de fiesta. La lógica detrás de los días feriados se remonta a estos segundos, y ello explica que la mayoría de ellos correspondan a fechas de celebraciones religiosas, incluyendo el domingo nacido del sabbat, siendo complementadas por fechas que conmemoran glorias nacionales bajo el mismo principio. Esos días, se supone, renovamos nuestros lazos como creyentes y como compatriotas. Son, en teoría, días de encuentro.

Sin embargo, la secularización del orden social -el achatamiento del tiempo hasta concebirlo como un continuo lineal- hace que los feriados sean, para la gran mayoría, simplemente días en los que no estamos obligados a ir a trabajar. Esto es exacerbado en el caso del hemisferio sur por el hecho de que el calendario religioso cristiano está organizado acompañando el curso de las estaciones en el hemisferio norte. Nuestra Navidad en el día más largo del año es muy diferente a aquella celebrada en el día más corto del mismo. En el segundo caso la idea de derrotar a la muerte tiene un correlato material en el mundo. En el primero, como cantaba 31 minutos, “caen patos fritos al pasar”. Luego, el calendario litúrgico siempre se ha sostenido en una apuesta más abstracta y espiritualista entre nosotros, de la que resulta más fácil desvincularse.

Para peor, nuestro diciembre supone una sobrecarga absurda de compromisos de todo tipo -profesionales, académicos, fiscales, cívicos y sociales- que hacen muy difícil vivir la Navidad como un espacio genuino de recogimiento y conexión con lo trascendente. La víspera de Navidad es un frenesí de compras, reuniones, trámites, campañas y actividades varias. Diciembre son semanas largas de mucho trabajo y poca productividad. Una carrera de obstáculos.

Finalmente, dado que la secularización y el creciente pluralismo social son hechos de la causa, pretender que todos nos coordinemos exactamente los mismos días para celebrar las mismas cosas, salvo casos muy excepcionales, es una quimera. Y una quimera cara, ya que esa imposición genera severos problemas de coordinación: atochamientos infinitos para entrar o salir de las ciudades, alzas de pasajes, vacaciones más caras para todos.

Por todo esto, creo que es una muy buena idea que la ministra del Trabajo, Jeannette Jara, impulse un cambio decidido de feriados por días libres. Ello permitirá a los trabajadores disponer de mayor libertad para fijar sus propias prioridades a lo largo del año, desconcentrando algunas fechas, y también estimulará la productividad, ya que nada la daña más que las interrupciones breves y constantes producidas por la larga serie de feriados actualmente vigentes. El trabajo bien hecho exige concentración y rutina. Y siguiendo esa lógica, también deberían moverse la mayoría de los feriados que queden hacia los días lunes o viernes.

Las mismas razones expuestas, por otro lado, deberían desincentivar la idea de instaurar 16 feriados regionales impulsada por el Presidente Boric en conjunto con la flexibilización de los feriados nacionales. Si hay más días libres a libre disposición, ellos mismos deberían cubrir festividades locales a lo largo del territorio. Mejor haría el Presidente en concentrarse en otras medidas que permitan destrabar el calendario e incentivar la productividad, tales como tratar de coordinar nuestro año fiscal y tributario con el del hemisferio norte, liberando aún más las festividades de fin de año para que puedan ser disfrutadas en familia.

Y también, ya que estamos hablando del cierre del año, mejor ponerle ojo ahora mismo al plan de prevención y combate de incendios forestales 2024-2025. Todo indica que viene otra vez difícil, y en la reconstrucción del año pasado todavía “seguimos”. Procurar un verano sin nuevas tragedias exige tomar medidas preventivas en octubre y noviembre. Y este tipo de cosas -la organización del calendario y la prevención de catástrofes- son las que diferencian a los estadistas de los políticos anodinos.

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