Columna de Patricio Hales: Caso Cubillos, entre la oportunidad y el oportunismo

Caso Cubillos, entre la oportunidad y el oportunismo
Caso Cubillos, entre la oportunidad y el oportunismo. Mario Téllez


Lo que podría haber sido materia de investigación, para determinar la legalidad de los pagos de la profesora-candidata Marcela Cubillos y también la relación entre una universidad sin fines de lucro y el Estado, dio inició a un temblor político y a un escándalo social.

Es que los 17 millones de pesos de sueldo evidencian el enorme abismo social y económico que divide a la sociedad chilena, provocan reacciones sociales comparativas desmoralizadoras, desánimo, desesperanza y amargan a esa gran mayoría que siente que no le pagan lo que se merece. Se sumó la comprensible desconfianza nacional sugiriendo mecanismos arreglados para posibles financiamientos de la actividad política, tal como ha ocurrido con funcionarios de gobierno, parlamentarios y candidatos de izquierda y derecha.

La reacción con escándalo podría abrir la oportunidad de un debate nacional, que deberíamos impulsar los políticos, para dialogar sobre cómo corregir excesos, abusos, desigualdades, mejorar sueldos para los mejores y no para los “amigos políticos” con cargos de Gobierno o de instituciones privadas; pagar bien, premiando méritos sin discriminación de género, edad y condición social; pagar sueldos que aseguren talentos que mejoren nuestro país. Sin embargo, la política está perdiéndose ese debate, por mezquindad electoral de sectores de izquierda y derecha. Algunos voceros de derecha se focalizan defendiendo a su candidata a alcalde o desmarcándose de ella para proteger sus partidos. Otros líderes de izquierda, en vez de enriquecer la discusión autocríticamente, solo prefieren atacar el flanco electoral que se le abrió a la derecha. Reconozco que, quizás yo, hubiese hecho algo parecido si no fuese que hoy, aunque participo activamente en política, no busco cargos electorales.

Lamentablemente parece que los políticos preferimos la guerrilla de trincheras en vez del debate de estatura que el país espera de sus representantes. Se dirá que la odiosidad la promueven solo algunos y no todos, pero para incendiar con odio una sociedad que padece tanta desigualdad, bastan las chispas de unos pocos para provocar incendios masivos que tanto atractivo producen en los medios aumentando la negatividad.

Se distingue en el actual tiroteo electoralista, la decisión de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados, pidiendo la diputada Emilia Schneider propuestas al MINEDUC y revisiones de la ley respecto al lucro en las universidades para evaluar y modificar; también el presidente de la UDI, Guillermo Ramírez, exigiendo aclaraciones del pago a Marcela Cubillos. Todo mientras el Ministerio Público revisa la legalidad de eso, pues por ahora no hay prueba en contrario.

Felizmente algunos políticos avanzan un poco hacia la idea de transformar el escándalo en oportunidad de país. En cambio se reduce la oportunidad del sano debate, cuando en la derecha se atrincheran ideológicamente quienes advierten que este no sería el momento de debatir sobre financiamiento de las universidades y su relación con el Estado. Se niegan justo cuando se cuestionan posibles beneficios estatales para Universidades a privados que invocan derecho a pagar como quieren. La izquierda gobernante debe incluirse en el debate autocrítico para eliminar abusos y discriminaciones de altos pagos de cargos de Gobierno, omitidos por algunos críticos de izquierda entusiastamente enceguecidos por la posibilidad de debilitar a la derecha y su emblemática y atrevidamente polémica candidata. Los oportunismos de izquierda y derecha dañan la credibilidad democrática. Si no se amplía el debate a los sueldos de Gobierno y no se explican los requerimientos financieros indispensables para cumplir bien los cargos de Estado, seguiremos estimulando la comprensible pero dañina odiosidad popular que generan los altos sueldos de ministros, senadores, diputados, funcionarios públicos, que no siempre por ser sueldos altos serían injustos o abusivos, sino necesarios a la función.

Es grave ocultar los sueldos altos inmerecidos, pero también es grave buscar simpatía popular, denunciando sueldos de Estado inevitablemente altos por necesidad de cumplir tareas de altas funciones. La demagogia, reclamando por cualquier sueldo alto, siempre consigue aplauso fácil pero genera desconfianza democrática, impidiendo progresar.

¿No sería justo privilegiar sueldos altos en áreas claves como educación, salud, seguridad, justicia? ¿Basta el salario mínimo para para una vida mínimamente digna de alguien sin títulos universitarios? ¿Conversaremos si una universidad privada tiene derecho a pagar sin límites solo por ser privados?¿No sería ahora la oportunidad de precisar mejor las relaciones de la universidades privadas con el Estado? ¿Cómo se construye una sociedad en que la mayoría no sienta una mezcla de rabia, desánimo y desesperanza?

Si superáramos el egoísmo electoral de una parte de la derecha y de una parte de la izquierda, el “sueldazo” podría abrirnos un debate ideológico muy necesario en la antesala de la próxima elección presidencial.

Si la política hace una verónica al debate sereno de estos temas, eludiendo su rol de fijar “las reglas del juego” en una sociedad democrática, ese intento de sacar ventajas electorales inmediatas puede resultar un tiro por la culata en las elecciones, pues aumentará la reacción ciudadana hacia la abstención, hacia la votación por posturas extremas, al negativismo y la polarización pendular.

Justamente, aunque parezca ingenuo, si conducimos en serio el debate que este episodio ofrece, como una oportunidad en medio de las elecciones, redundaría en credibilidad en la política. Si no, no nos quejemos que la ciudadanía que, padece los males de nuestro Chile, rechace no solo a los políticos sino también su afecto a la democracia.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.