Columna de Paula Escobar: Arreglárselas “solitas”

Izkia Siches


“Oficiaremos a la Contraloría”, dijo el diputado Mauricio Ojeda -miembro de la bancada de Republicanos- respecto de un punto particular del fallido viaje a La Araucanía de la ministra Siches: que haya llevado a su marido en el avión de Carabineros para que la ayudara en el cuidado de su hija lactante.

Los problemas arrecian y al gobierno le tocó la luna de miel más corta desde el retorno a la democracia, con no pocos autogoles. Pero en Chile hay quienes consideran que los detalles de la lactancia de la ministra son material de primera plana, con escándalo (uno que, además, legalmente no es tal, en opinión de abogados de prestigio como Luis Cordero).

Se trata de un diputado de un sector que considera que la maternidad es esencial, pero que, a la vez, piensa que debe haber una investigación oficial para saber si podía o no llevar a su hija con ella para seguir amamantándola, o si debía cortarse la leche para poder ser ministra. Porque ya que estamos en esto, diputado, para amamantar hay que estar… y una niña de un año no puede estar sola mientras no la amamantan. Ergo, alguien debía ir con la niña. Esa persona, ¿tendría que haberse ido en bus? ¿En avión comercial?

Por cierto, la fiscalización es imprescindible en democracia, pero el foco de este diputado y de tantos que encendieron las redes sociales y las conversaciones gritando “corrupción” revela varias contradicciones muy serias y dañinas en materia de género.

Primero, esta sociedad dice valorar la maternidad. Así como también esta sociedad pide que las mujeres trabajemos. Pero, aquí viene el punto: estos dos deseos o mandatos se chocan, pues no se ha cambiado la estructura social y cultural en materia de cuidado para que ambas cosas puedan coexistir. Entonces, el mensaje es: tengan hijos, trabajen… Pero luego todo es cuesta arriba: horarios incompatibles, falta de salas cuna y jardines, falta de corresponsabilidad, sumado a horarios de trabajo imposibles. En algunas empresas aún se complican con las mujeres en edad reproductiva, y antes preguntaban sin anestesia si “iban a tener guagua luego” para decidir su contratación. Hay jefaturas que “reta(ba)n” -o desplazan- a quienes se embarazan, de modos solapados, y otros, directos. Y luego, con niños pequeños, toca hacer malabares para el cuidado y la lactancia y para poder estar presentes en la crianza. Todo esto, por cierto, se agrava dramáticamente cuando concurren otras discriminaciones: de etnia, de clase social, de trabajos, de barrios.

Pero la experiencia transversal de muchas mujeres que habitan los dos mundos a menudo es aún de desgarro: de estar con la sensación de que se está en un lugar siempre a costa del otro.

Que la ministra lleve a su hija, la visibilice, es un gesto político, no personal. Tal como las lideresas del feminismo lo dijeron: lo personal es político. Que esos niños se vean, que no nos hagan esconderlos, es el único modo de que esa disonancia entre discurso y realidad se acabe y se enfrente. En tal sentido, es una gran noticia que esta semana se haya aprobado en la comisión respectiva de la Convención Constitucional la Iniciativa Popular de Norma “Derecho a los cuidados”, impulsada por ComunidadMujer y la UAH. Esta expresa, entre otras materias, que una ley establecerá un sistema nacional de cuidados integral y universal. Es un avance que ojalá se apruebe en el pleno y llegue al borrador de la nueva Constitución.

Pero el cambio legal no implica que se haga realidad el cambio cultural, que es más lento y más impermeable.

Es muy sexista, también, enfocarse en la crítica personal y no profesional de una mujer en el poder, es un tóxico modo de ninguneo. La ministra ha tenido estos días declaraciones y acciones erróneas, y ha pedido disculpas por algunas de ellas. Discútanle en esa arena. Pero no sigan lapidándola por su lactancia, su ropa (¡cómo ardieron las redes acerca del mall donde ella “debiera” comprarse su ropa!) o su carácter (como que es demasiado “arrojada”, lo que en un hombre es piropo, pero en una mujer es defecto).

¿Estoy diciendo con eso que la ministra debería ser menos criticada por ser mujer? Por cierto que no: es el derecho y el deber de la ciudadanía, las autoridades, la oposición y los medios a someter a escrutinio el desempeño de toda autoridad, qué duda cabe.

Pero una crítica no sexista mejoraría la calidad del debate y sería más efectiva incluso. Además, evitará que se desmotiven futuros liderazgos femeninos, de todos los sectores.

“Paremos con la victimización del ser madre. La mayoría se las arreglan solitas”, agregó el diputado Ojeda en Twitter.

Y ahí está el punto: claro que se las han “arreglado solitas”. Pero, diputado Ojeda, eso es injusto y está mal.

Porque si a la mujer más poderosa de Chile no la dejan cuidar a su hija y, a la vez, trabajar, ¡qué le queda al resto!

Eso, ni más ni menos, está en juego aquí.

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