Columna de Paula Escobar: Boric frente a la encrucijada
Es lo que está en los sueños -y las pesadillas- de quienes acceden a la Primera Magistratura de su país, que les toque liderar un momento histórico con mayúscula. Más aún en un país como Chile, en que el Presidente es jefe de gobierno, de Estado, líder de su coalición y principal comunicador del país.
Más aún cuando ese momento es una derrota colosal, inútil es desconocerlo.
Este es el momento que tiene enfrente de sí el Presidente Boric, cuya juventud -en cierto sentido- se terminó ayer.
Como Jefe de Estado, debe convocar un proyecto que sepa restaurar la unidad nacional y el sentido de lo compartido. Eso pasa -ahora sí- por entusiasmar más que alienar a adversarios y por hacerse cargo de los temores de quienes votaron Rechazo. Escuchar y contener las ansiedades de quienes temieron el proyecto constitucional, pues lo consideraron riesgoso. Leer ese temor y ese rechazo. Y contener la frustración enorme de quienes votaron Apruebo.
A la vez, debe convencer a quienes hoy son ganadores, ya que un país sin cohesión social no tiene destino. La rotura del tejido social que reveló el estallido abrió los ojos de muchos y muchas que no pensaban que Chile estaba en tal encrucijada. No se puede cerrar esa mirada, ni leer la derrota de este texto como una vuelta al statu quo. La pulsión negadora es fuerte; hacerla evolucionar a estados mentales más lúcidos es fundamental.
Como líder de sus coaliciones, debe diseñar con pragmatismo y firmeza un nuevo gabinete que refleje ese espíritu de unidad y mayor transversalidad del que lleva días ya conversando. Personas que reafirmen y compartan su manera de entender un progresismo que movilizó al 55%. Boric debe elegir ministras y ministros que tengan tonelaje, capacidad de diálogo, horas de vuelo, autodisciplina. Figuras que anoten goles -logros concretos-, que puedan ser apreciadas por mayorías y que se hagan cargo de los problemas urgentes. Por otra parte, como líder de sus coaliciones, debe enfrentar que uno de los hitos de este plebiscito es haber producido un desbande de la centroizquierda. Su 55% se desfiguró. El quiebre en la centroizquierda, que haya personas del “ethos” exconcertacionista o nueva mayorista que hayan cruzado el Rubicón amerita ver con lucidez las consecuencias de que esa pérdida se haga recurrente o incluso permanente. Podrían esos grupos configurar mayorías -con la derecha- que determinen varias elecciones. Muchas de esas personas de centroizquierda por el Rechazo no consideran que por ello hoy sean parte de Chile Vamos. Cruzaron el Rubicón, pero habrá que ver si quemaron las naves. Están entre una derecha que hoy los celebra, acoge y venera (hasta ahora al menos) y alguna izquierda -no toda tampoco- que los desprecia.
Como jefe de gobierno, el Presidente debe comprender, como si todo esto fuera poco, que el proceso constitucional que se inicia hoy -que será arduo- no puede ser a costa de las urgencias fundamentales de su gobierno: la situación económica y, muy especialmente, la inseguridad ciudadana.
Por último, y como principal comunicador, la meta es clara. El tono, que es el mensaje. Entre la primera y segunda vuelta, y antes de asumir el cargo, sus gestos, sus palabras, acciones, eran de unidad, esperanza y tranquilidad, pero en los primeros meses de gobierno ha sido más intermitente ese estilo. Como él se exprese y los gestos que haga marcarán la pauta, pero también los de su equipo y de su coalición, Apruebo Dignidad. Dejar atrás el lenguaje adversarial y arrogante -tan propio de convencionales que son muy responsables de esta debacle (“nosotros ganamos, ustedes perdieron”), o de Guillermo Teillier, diciendo que el 99% de la Constitución era perfecta- para encarnar profundamente el rol de quien pone la calma y la esperanza, cuando cunde -en quienes votaron Apruebo- lo contrario.
Es mucho y el tiempo escasea.
Pero nadie dijo que iba a ser fácil.
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