Columna de Paula Escobar: El autogol de Allamand
La escena fue tan coreografiada, tan producida, tan cruel. Un grupo de 86 personas, vestidas de overol blanco, del brazo de un PDI -de uniforme perfectamente visible a las cámaras-, subiendo la escalera del Boeing 767 que los llevó hacia su expulsión del territorio chileno. Tres ministros fueron al norte a monitorear la crisis migratoria. Y -sin hablar con las autoridades locales, según han dicho estos últimos- terminaron su periplo con esta imagen.
Que la mayoría de los expulsados sin rostro sean venezolanos escapando de una dictadura en su país, pobres y desesperados, no hizo mella en los ministros, ni siquiera en su canciller, Andrés Allamand, quien debiera estar al tanto de la postura de Chile de apoyar humanitariamente a los venezolanos, como tanto ha pregonado esta administración.
Pero, al parecer, la diplomacia de los overoles blancos lo representa. Otra escena suya esta misma semana lo sugiere así. Después de conocerse un dudoso reportaje de la TV peruana -que ofrecía viajar a Chile a ponerse la vacuna por mil dólares-, Allamand tomó la delantera en pocas horas, sin mediar la prudencia y los matices que debieran ser requisito del cargo de canciller. Y, peor aún, sin consultar, según informó La Tercera. Desde La Moneda (y en ausencia del Presidente por vacaciones) explicó qué extranjeros quedaban excluidos de la vacunación, según el artículo número dos de la resolución exenta 136.
“La interpretación de esta resolución es muy clara” -dijo solemne, agregando que no tendrán vacuna los extranjeros con visa de turista, o que provengan de países a los cuales no se les exige. “Y en tercer lugar, tampoco van a poder vacunarse los extranjeros que se encuentren en el país en una situación irregular, pero que no hayan iniciado los trámites de solicitud de una visa temporal o una visa definitiva”.
El canciller lo dijo. Y lo dijo claro: a su juicio, los migrantes irregulares -sí, justamente como aquellos de overol blanco expulsados el día anterior bajo su mirada y mandato- no se podrían vacunar.
La polémica escaló rápidamente. Por razones sanitarias, para empezar: a todas luces es un error dejar fuera de la vacunación a parte de la población, y justamente a quienes son más vulnerables y están más expuestos al Covid, como expresó desde el Colegio Médico hasta el exministro Jaime Mañalich. Una medida así pone en riesgo todo el proceso de vacunación. Tan importante como eso, se cuestionó a Allamand por razones humanitarias: es obvio que es distinta la situación de quienes quieran venir vía “paquete turístico” a vacunarse, a la de aquellos migrantes irregulares que ya habitan nuestro país. Son personas que, aunque el canciller pareciera olvidar, tienen derechos humanos a pesar de su irregularidad migratoria y de su vulnerabilidad económica. La falta de carné de identidad no les quita su dignidad humana.
Además de todo esto, su error fue garrafal, porque era ilegal: el Decreto Supremo N° 67, publicado en 2016 bajo el mandato de la expresidenta Michelle Bachelet, detalla que todas las personas con situación migratoria irregular son afiliados a Fonasa A de manera automática. Es decir, el canciller parece desconocer la ley de su propio país respecto de los migrantes y la salud.
El ministro de Salud, Enrique Paris, tuvo que salir a prestarle “ropa” al canciller. En una situación muy poco elegante y diplomática, se dio una vuelta de carnero incómoda para corregir la información y dejar en claro que en Chile sí se vacunarán los migrantes irregulares, pues tienen el derecho legal a ello en este país.
Pero más allá de que el anuncio de Allamand se revirtió, este episodio bochornoso empañó, sin duda, lo que debió haber sido una de las mejores semanas de Chile y del gobierno, con más de un millón y medio de inoculados en un proceso tan ejemplar. Un logro donde concurrieron todos los actores: desde el Presidente (por sus negociaciones tempranas y efectivas para tener las vacunas), pasando por el Minsal, la atención primaria, los trabajadores de la salud, los municipios y, por cierto, los adultos mayores, con su actitud igual de ejemplar. Ha sido un gran éxito de cooperación por sobre las diferencias, en un espacio público compartido y de acceso universal. Donde somos iguales en lo básico. Ese espíritu, justamente, es un insumo y una inspiración para la convención constitucional.
¿Cómo un canciller puede caerse tanto?
Su currículum -hay que decirlo- abunda en malas opciones de este tipo, en estar en el lado equivocado de la historia. Especialmente desde que pasó de ser un emblema de una derecha en busca de recuperar su tradición democrática (en los años de dictadura), a lo que simboliza hoy: un “duro” del Rechazo.
Esta vez, eso sí, el costo de esa falta de visión se lo endosó al gobierno y al Presidente.