Columna de Paula Escobar: El día de la marmota
“Si Chile fuera una serie, esta temporada podría tener dos finales”, le dijo el año pasado Karen Thal, la presidenta de Icare, al Presidente Boric. En uno, en grandes líneas, Chile tenía una nueva Constitución aprobada por amplia mayoría, Chile se unía. En el otro, no hay Constitución, se profundiza la división y se aleja un futuro mejor para todos.
Un año después, ya sabemos qué pasó: no hubo nueva Constitución, no estamos más unidos, la beligerancia entre empresarios/gobierno escaló.
¡Pero el país tampoco se está cayendo a pedazos!
¿En qué va la serie, entonces? No hay catástrofe, pero se avanza lento y poco. Mucho ruido, pero inmovilizados en temas relevantes. Estamos en un limbo, con liderazgos consumidos en un juego de suma cero, lo que no permite avanzar hacia ninguna parte. Ese era justamente el tema en esta Enade -claro que en latín-. Pero en las derechas, en su sentido amplio, también hay bastante responsabilidad en este devenir chileno en que cambian los actores, pero no el libreto. Vimos esto desplegarse frente a nuestros ojos en los procesos constitucionales fallidos. El trillado guion: se gana, se pasa máquina a quien está en posición de minoría, se va por todo en lógica maximalista, se cultivan resentimientos y miedos que perduran largamente en los adversarios. Y así se cimenta lo que Carlos Ominami denomina “ciclos de alternancia destructiva” en el poder. Ganar sobre la base de prometer destruir el legado anterior, “restaurar”, “refundar” o contrarreformar. Muy luego, los exultantes ganadores pierden el favor popular, y les toca pagar la cuenta por su falta de sensatez. La soberbia cambia de signo, la pasada de máquina es igual. Y los que ayer lloraban, ahora sanan sus heridas tomando revancha. Entonces, caen en la misma ceguera: creen que el triunfo en una elección significa haber ganado de modo permanente las mentes y corazones de los chilenos. Hasta que viene el portazo en la siguiente elección, y volvemos al punto de inicio.
Y la pugna que divide a las derechas hoy tiene que ver con si mantener el guion de “ir por todo” o cambiarlo. Una parte de la derecha, envalentonada por el triunfo del 4S, por la elección de consejeros en el segundo proceso constitucional (y sin asimilar la derrota del último plebiscito), piensa que deben negarle la sal y el agua a este gobierno y darlo por terminado. No dar paso a ningún acuerdo, para no “fortalecerlos”. Bloquearles todo para que el gobierno termine lo peor posible. De ese modo, piensan, evitarán que el Frente Amplio y el PC vuelvan a gobernar. Así, se dedican a ningunear todo logro y agrandar cada error o falencia, no hay matices, ni siquiera para los ministros del Socialismo Democrático, herederos de la ex Concertación, a quienes tratan con igual desdén. Declaran estar disponibles a acuerdos sólo si el gobierno acepta completamente sus posturas (ejemplo: que el 6% de la cotización previsional adicional vaya completo a la cuenta individual y dejar el sistema de AFP bastante similar a como es hoy).
El segundo grupo está tímidamente en otra postura. Quieren conseguir votación centrista, y endureciéndose se les hace más difícil. Y especialmente ven claro que si el próximo gobierno es de su sector -como dicen hoy las encuestas-, no les conviene debutar con graves y grandes temas pendientes: pensiones, Reglas de Uso de la Fuerza para que los militares puedan colaborar con las policías en la grave crisis de seguridad, sin los cambios que requiere la educación pública para superar errores importantes de diseño e implementación, sin consensos para aumentar el crecimiento. ¿Les conviene que Evelyn Matthei -que hoy aparece encabezando las encuestas- parta su gobierno con esto pendiente?
Desde esa perspectiva, también constatan que no les beneficia obstruir todo y dejar al oficialismo herido y dañado. Saben que así están abonando una feroz oposición futura, que probablemente les devuelva con la misma moneda (como ya pasó). Ni la sal ni el agua a quienes pasaron la aplanadora. Además del hecho de que la generación del Presidente Boric tiene 30 o 40 años de vida política por delante: se los van a topar de nuevo en política, eso es un hecho. Por último, si la izquierda es oposición en el siguiente periodo, probablemente no estará disponible para los acuerdos que hoy sí apoyan, algunos de ellos lejanos de sus posturas históricas.
¿Qué mirada prevalecerá en el sector opositor?
La respuesta es relevante para saber cómo terminará esta temporada de la serie chilena. Si ganan los obstruccionistas, probablemente quedaremos condenados a ver una serie aburrida y agotadora, una y otra vez.
Una en que el guion es el mismo, pero solo cambian los actores. Un eterno “día de la marmota”, un presentismo sin fin, la ausencia total de futuro.
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