Columna de Paula Escobar: El día después de mañana

Ceremonia de clausura del proceso constituyente en el Ex Congreso
El Presidente Boric en el cierre de la Convención Constitucional.


El cierre de la Convención fue como debió ser el inicio: republicano, sobrio, respetuoso.

“Piensen en sus nietos”, les recomendó el constitucionalista Wim Voermans a los convencionales meses antes. Pensar en los nietos es proyectar el futuro, contener las pulsiones individuales, buscar lo bueno y no lo perfecto. Si el espíritu de la ceremonia de cierre hubiera sido el mismo desde el comienzo, quizás otro gallo habría cantado durante estos meses de campaña, en que las encuestas han mostrado una tendencia al alza del Rechazo. Aunque hay que recalcar -una y otra vez- que todo puede pasar hoy; han sido meses complejos para la campaña del Apruebo, cuesta arriba. Aunque bien puede ganar, el 78% que aprobó de entrada se ha ido diluyendo y solo hoy sabremos hasta qué punto.

Una parte se debe a factores externos, pero otra es de responsabilidad propia, todo hay que decirlo. La sobreinterpretación de su éxito en la elección de convencionales originó en sectores hegemónicos darse “lujitos”, como los calificó el convencional del colectivo socialista César Valenzuela. Desde formas y debates excluyentes hasta algunas normas maximalistas que no generan mayoría. Los partidarios del Rechazo se subieron a esa ola y la amplificaron. Con distintas armas: desde la exposición legítima de disposiciones que requieren cambios, hasta interpretaciones ultracatastróficas sobre el texto, pasando por las ilegítimas fake news (como que a las personas les iban a quitar la casa propia, o que el aborto se podría hacer hasta los nueve meses). A esto se agregó el logro rechacista de incorporar a figuras de la ex Concertación, coalición que antes la derecha quiso “desalojar”, pero a cuyos miembros hoy les dieron las vocerías más relevantes, replegándose tras ellos y celebrando con aplausos entusiastas cada vez que alguno de ellos cruzaba el Rubicón.

Todo esto ha hecho que lo bueno y positivo que el proceso y el texto sí tiene, hayan pasado a segundo o tercer plano en el debate público. Es de justicia reconocer que, con ruidos y tropiezos, la Convención sí encauzó el estallido social, respetó plazos y reglas, y redactó con paridad y diversidad un texto que -a pesar de todo- se hizo cargo de los grandes temas del siglo: la catástrofe climática, que requiere repensar el modo de vida, producción y consumo; el respeto a los pueblos originarios; los derechos sociales como un mínimo civilizatorio; la paridad de género y la democracia paritaria, uno de los grandes aportes e innovaciones al constitucionalismo mundial. Es un salto cuántico en los derechos de las mujeres, tanto a una vida libre de violencia, como al igual acceso a los cargos de poder y a los mismos salarios, pasando por sus derechos sexuales y reproductivos, incluida la valorización de la labor de cuidados, trabajo feminizado y menospreciado, sobre el que, sin embargo, descansa el funcionamiento de la sociedad completa.

¿Que hay normas y disposiciones que no quedaron bien en la propuesta? Por cierto. Como lo han dicho muchos aprobistas, la propuesta requiere ajustes y modificaciones que, de ganar el Apruebo, este Congreso -con amplia representación de los sectores del Rechazo- deberá procesar y, en todo caso, “bajar” a la realidad en más de 70 leyes. Aunque los sectores maximalistas interpretaran un triunfo como un apoyo cerrado y sin matices, un Congreso donde no tienen mayoría ni poder de veto, sería un reality check evidente, que contendrá esos impulsos a dejar el texto escrito en piedra. Es entonces, por ello, un mejor punto de partida para un proceso de cambio que no terminará mañana, gane la opción que gane.

Porque si gana el Rechazo, volvemos a fojas cero. Es cierto que hay compromisos del Rechazo de asumir algunos de los puntos de la propuesta, pero ¿entienden todos esos grupos del Rechazo -desde Republicanos hasta la Centroizquierda por el Rechazo y Amarillos- lo mismo cuando hablan de “cambios? Porque las condiciones de lo posible volverán a estar mediadas por lo que quieran los partidos de derecha, que son los que tienen representación parlamentaria. ¿Qué pasa si la embriaguez de éxito los conduce a sobreinterpretar un resultado favorable, en plan “nosotros ganamos y ustedes perdieron”, como dijo antes el convencional Stingo?

Eso parece más riesgoso: si gana el Rechazo, las causas del estallido social, los anhelos de una sociedad más justa y menos desigual, estarán ahí, vivos y urgentes. No hay espacio para minimizarlos ni negarlos. Algo que la derecha ha hecho no solo las veces que se opuso a cambiar la Constitución, sino hace tan poco tiempo, cuando, entre vítores y aplausos, decidieron guardar en un cajón la Constitución propuesta por la expresidenta Bachelet, que hoy algunos de ellos quisieran reflotar. Con falta de visión y arrogancia la desestimaron y -en buen chileno- la fondearon. Sin darle ninguna opción.

Chile necesita sanar sus heridas y transitar hacia una sociedad menos desigual y más justa, donde la cuna no marque el destino. El trabajo realizado por la Convención, si gana el Apruebo, servirá para iniciar un camino que tendrá reformas y adaptaciones. Y si gana el Rechazo, no debe ser menospreciado ni -una vez más- fondeado. El costo de esa miopía lo pagaríamos todos.

Hoy, mañana y el día después de mañana hay que pensar en los nietos y las nietas, y en el bien superior del país. No hay vuelta atrás.

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