Columna de Paula Escobar: El nuevo PDG (Partido de Gaspar)

Gaspar Rivas sesión de la Cámara de Diputados 15/4/24


Si alguien sigue pensando que reformar el sistema político es “poco prioritario”, debería tomar nota de lo que pasó esta semana con la elección de la nueva mesa de la Cámara, presidida por la diputada PC Karol Cariola. Los incentivos a la fragmentación, discolaje y “emprendimientos políticos” unipersonales se mostraron en toda su crudeza, pues se dirimió por un voto. Y el oficialismo terminó dependiendo -y empoderando- del diputado Gaspar Rivas, quien quedó ungido como vicepresidente.

Es difícil -por la cantidad- seleccionar las declaraciones y acciones más estridentes y descriteriadas de quien se llamó a sí mismo Sheriff, protagonizó una escena de gritos y golpes en el ex Congreso y que dijo que “a esa señorita que se llama Constitución hay que violarla todas las veces que sea necesario”. O que dijo que el mejor inhibidor para los robos “es que a los delincuentes que los pillen con un celular les corten el pulgar y el índice de ambos lados”. Que fue condenado por injurias por llamar al empresario Andrónico Luksic “hijo de puta”, y que le dijo al Presidente Argentino, Javier Milei, “boludo”…

La oposición, eso sí, debiera evitar tirar piedras contra el oficialismo por haber puesto a Rivas en este sendo cargo, porque esta vez ellos quedaron a merced del diputado independiente-republicano Mauricio Ojeda, de quien dependían para poner en la testera a la diputada Johanna Pérez (electa DC, pero ahora de Demócratas). Ojeda está imputado en una arista del “caso convenios”, en que se indagan dos acuerdos suscritos por el Gore de La Araucanía con dos fundaciones. Ojeda es investigado por presunto tráfico de influencias al haber intervenido a favor de la fundación investigada ante autoridades del Gore.

Rinett Ortiz, presidenta de las fundaciones en cuestión -y hoy en prisión preventiva- dijo que el parlamentario apadrinaba hace años sus proyectos, a cambio de “una parte de las ganancias”, informó Ex Ante.

Ya antes, Ojeda había “contribuido” al debate público con frases de este calado: “Estoy que presento proyecto para que vuelva la nunca bien ponderada varilla” (para disciplinar en los colegios). Y le había dicho a Natalia Valdebenito -a raíz de un debate por la maternidad de la exministra Izkia Siches- que “cuando laves el poto todos los días a un niño, avísame”.

Esa era la carta con que contaban las derechas, pero Ojeda no llegó a votar. Dijo que el vuelo se atrasó. Dicen que en el vuelo anterior lo llamaron por altoparlante… Esta semana se supo que entregó su celular totalmente destruido cuando fue confiscado por la investigación del “caso convenios”. Ojeda responsabilizó a su hijo de tres años, dijo que fue una “jugarreta”.

Podríamos derramar ríos de tinta sobre estas personas, pero esto ya no se trata de personas, sino de un sistema con incentivos perversos: el mayor poder que un congresista puede tener no depende de la robustez de su bancada o la solidez de su partido; ni de su experiencia, coherencia o habilidades persuasivas. Depende de lo contrario: estos llaneros solitarios son transaccionales, se despliegan por la libre, dándole la espalda al partido por el que fueron electos y transando su voto-pivotal en oro. Y los partidos tradicionales e institucionales terminan legitimándolos. Dependen, pactan, cuentan con ellos, y por tanto, los ponen en lugares de relevancia total.

Esa es la razón por la que son esos mismos partidos -de derecha e izquierda- los que deben, en conjunto, sacar adelante una reforma al sistema político. Pocos y básicos principios para lograr contener este caos que tiene al sistema inmovilizado. Lo básico: que quien se sale del partido por el que fue electo pierde el escaño. Segundo: fortalecimiento de los partidos, de sus procesos eleccionarios y de la disciplina partidaria, así como de su transparencia. Tercero: el umbral de 5% de los votos para poder tener representación parlamentaria. Ya con eso se puede empezar a restaurar algún mínimo orden o el pirquinero sin límite de votos como los de Rivas, u Ojeda seguirá en los siguientes gobiernos, sean del signo que sean.

El pacto con el diablo del oficialismo con Rivas mostró su hilacha rápidamente, pues este afirmó que Elizalde le “ofreció” la vicepresidencia (después se corrigió y dijo que él lo pidió). Igual provocó, a horas de su elección, la petición de censura a la mesa por parte del Partido Social Cristiano y de republicanos, que se vota mañana.

Mientras, pensiones, evasión y elusión, RUF, sala cuna, están a la espera del fin de estas trifulcas.

El PDG expulsó a Gaspar Rivas después de la elección. Qué importa. Rivas ya marcó el más expedito camino para prosperar en la política chilena: tiene, en realidad, su propio partido, el PDG suyo, el de Gaspar.

Un verdadero maestro de cómo lograr tanto con tan poco, y hoy niño símbolo de este sistema político.

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