Columna de Paula Escobar: En modo “⅔”
La expresión del “modo ⅔” es del vicepresidente de la Convención, Gaspar Domínguez. La mesa directiva hizo un llamado urgente esta semana, intentando dar un golpe de timón, un gesto de liderazgo, para navegar las tormentosas aguas por las que atraviesa la Convención en este momento.
Y es que o se ponen en modo ⅔ o pasarán a estar en modo S.O.S.: los plazos y los acuerdos son muy escasos y el desorden abunda.
Es una señal alentadora que la mesa directiva haya leído la realidad, llamando a evitar la presentación de normas minoritarias o redundantes y, sobre todo, tratando de hallar antes los consensos y no en la hora final. En un espíritu similar se han expresado desde parte de los colectivos que serán gobierno en menos de un mes, y que deben observar con mucho cuidado lo que está pasando en la CC, pues es determinante para el devenir de su gobierno. Tanto el Colectivo Socialista como el FA han salido -finalmente- a contrarrestar algunas de las propuestas descabelladas. La declaración de Giorgio Jackson en Uruguay fue elocuente: “Hay cosas riquísimas y caricaturizadas”.
Los convencionales frenteamplistas Constanza Schonhaut y Jaime Bassa directamente criticaron la más “loquísima” de todas. María Magdalena Rivera (Ind. ex Lista del Pueblo), presentó una norma que buscaba eliminar los tres poderes del Estado y reemplazarlos con una Asamblea Plurinacional de las y los Trabajadores y los Pueblos.
“Que no se siembre el pánico. La propuesta es solo de ocho convencionales y se vota en Comisión de Sistema Político. Como muchos, tiene mi voto en contra, porque está fuera de todo el marco democrático que se ha sostenido para el diseño de la nueva Constitución”, señaló Schonhaut.
El presidente electo, Gabriel Boric, apoyó la crítica con una elocuente y única palabra en Twitter: “Esto”.
La propuesta de Rivera finalmente fue rechazada y no obtuvo ningún voto. Tampoco fue aprobada la iniciativa del Consejo de Medios, que representaba una seria amenaza a la libertad de expresión y de prensa. Asimismo, se aprobaron normas muy relevantes, como la primera Iniciativa Popular de Norma, que alcanzó las 15 mil firmas, llamada “Será ley”, y que garantiza los derechos sexuales y reproductivos y el derecho al aborto.
Un punto esencial, no solo para obtener los ⅔, sino para hacer una Constitución que resulte y sea aprobada -y además perdure- es que se incorpore de buena fe a todos quienes estén dispuestos a hacer cambios y transformaciones que mejoren la vida de las personas en Chile.
La derecha, especialmente aquella que se la jugó por el Apruebo, debe tener la posibilidad de jugar en la cancha democrática. Así lo han declarado miembros destacados del colectivo socialista y otros grupos de centroizquierda. Una Constitución de revancha justamente se define como aquella que quiere marginar a quienes antes tuvieron el monopolio del centro. Pero la idea es una Constitución que habilite y garantice más democracia y respeto a las personas en su igual dignidad como seres humanos, y no que sea un pase libre para cambiar el signo de la exclusión. Así lo entendieron en el proceso constitucional sudafricano: si hacían una Carta Magna que oprimiera a sus antiguos opresores, estaban creando las herramientas para que el día de mañana se utilizaran contra ellos de nuevo.
Excluir del debate democrático a quienes piensan distinto de la mayoría de la Convención es una contradicción flagrante de principios fundamentales. Entonces, el modo ⅔ no es importante sólo en términos tácticos, sino éticos y de sustentabilidad de este pacto. La sociedad de ganadores y perdedores es una que posee en sí misma las semillas de su enfermedad. Esa lección ya la debiéramos haber aprendido en nuestro país. Como escribió el convencional Patricio Fernández: que la derecha ya no tenga el sartén por el mango no significa que hay que freírla ahí. Ni a la derecha ni a nadie.
Entonces, dificulta mucho el proceso que convencionales muy radicales se obsesionen con el “test de origen”, votando a favor o en contra dependiendo de quién propone y no qué se propone. Tampoco ayuda para nada que, desde la derecha, la convencional Teresa Marinovic use la grosería y los garabatos como modo de expresión política, degradando no solo a la CC, sino ayudando a la caricatura de su sector. Esos insultos no son exabruptos ni chilenismos, son un método político ampliamente usado por Trump y otros populistas radicales de derecha para llevar aguas a su molino. En este caso, el rechazo.
En fin: a ritmo vertiginoso, con algunos vientos a favor y bastantes en contra, este martes 15 debiera ser el día D, en que se empieza a votar en el pleno.
Es la hora de la verdad para la CC.
Es de esperar que se alcancen a consolidar los muy incipientes signos de algo parecido a un timón en la CC.
Uno que permita llegar, contra viento y marea, a un buen puerto.
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