Columna de Paula Escobar: La audacia de ser serios

Lautaro Carmona
Militantes del partido Comunista llegan a saludar al Alcalde Daniel Jadue a la cárcel Capitan Yaber. Marcelo Hernandez, Aton Chile


La pregunta ronda por todas partes: ¿Qué ha provocado este auge global de liderazgos radicales, populistas, divisorios, autoritarios, cuyo máximo símbolo es Donald Trump? Explicaciones hay muchas, pero una subyace como fundamental: la narrativa que instalan estos personajes de que “el sistema está roto”. Ipsos desarrolló un Índice Global, llamado así sobre la base de que es una medida del apoyo al populismo. Este índice capta tanto el descontento con el establishment político, como la búsqueda de líderes “que rompan las reglas para “arreglar el país”. El resultado 2024 es apabullante: 61% de las personas en 28 países piensa que “el sistema está roto”; en Chile, el 59%.

Como esa idea de que “el sistema está roto” es un importante predictor de vulnerabilidad de que populistas autoritarios se hagan del poder (y socaven desde dentro la democracia), respetar, reconocer y dar solidez a las instituciones es un antídoto fundamental. Y las instituciones se prestigian cuando hay coherencia, respeto de las reglas, debido proceso. En una palabra: seriedad.

Lamentablemente, esta semana en Chile hemos visto una pléyade de hechos y declaraciones que afectan negativamente la credibilidad de las instituciones. Partamos por el líder del PC cuestionando el papel de la Fiscalía y Carabineros en el allanamiento en Villa Francia, donde se encontró armamento. Que Lautaro Carmona haya aludido a un supuesto “montaje”, evidentemente fragiliza la institucionalidad a cargo de combatir el crimen en nuestro país, la principal preocupación de la ciudadanía. Que la ministra del Interior, Carolina Tohá, con toda razón, les tenga que recordar a Carmona y a algunas diputadas que en una democracia no se puede tener un arsenal en una radio comunitaria -o donde sea- es increíble. ¿O sea que el Ministerio Público debiera tener otro trato con la Radio Villa Francia?

Luego vimos esta semana el largo y extraño episodio del voto obligatorio y la multa asociada a su no cumplimiento. Aunque antes hubo amplio consenso en reponer el voto obligatorio, parece que -calculadora en mano- algunos del oficialismo trataron de derogarlo por secretaría, al sacar la multa…. Como fue muy evidente, ahora se busca que no se aplique a los extranjeros con derecho a voto, pero ¿no estaban anclados el derecho y el deber? Por cierto, el monto de la multa y el estatus para extranjeros sin ciudadanía puede ser debatido, pero a tres meses de la elección, a matacaballo, por cierto que es descriteriado hacerlo. No es serio, puede dañar la institucionalidad un cambio de esa naturaleza legislado encima de la elección.

Suma y siguen los descriterios: miembros de la DC dicen que no apoyarán a Claudio Orrego como gobernador, pues este no quiso ir por su lista (y, por tanto, no le dará esos ingresos por voto a la DC: algo habrá pesado aquello). Él juntó los votos, va como independiente, tiene apoyos transversales oficialistas (y en privado de muchos alcaldes de derecha también) y, lo más importante, ha hecho una buena gestión en un cargo que no tenía dientes. ¿No debieran evaluar en su mérito al mejor candidato? ¿No se trata de eso la elección de gobernadores? No: la cosa es que la “dignidad”, parece, se reduce a llevar a uno de sus militantes: eso pesa más que el logro, la gestión, el mérito incluso. ¿Con qué argumento le objetan al PC que quiera llevar su propia candidatura, si ellos mismos, a alguien que ha sido un DC por más de 35 años, con logros y adhesión, se lo niegan?

El broche de oro es que Amarillos y Demócratas -partidos que se autodefinen como de centro y moderados, antipopulistas- van a interpelar al ministro Pardow por hacer lo que había que hacer (y que se lo ha reconocido hasta la oposición): enfrentar la deuda y sincerar el costo de las cuentas de luz. ¿Querían que mantuviera las tarifas congeladas? ¿No sería aquello populismo puro?

Estos episodios son peores que la reciente discusión sobre los peces que juegan fútbol -arma de distracción masiva, que consumió el debate de la Ley de Pesca por 10 días-, porque se trata de políticos de trayectoria que están debilitando la institucionalidad y la credibilidad del sistema.

Keir Starmer ganó en Gran Bretaña con el lema de que su país volviera a ser serio, después de gobiernos conservadores que fueron estrafalarios y hasta payasescos (¿se acuerdan del reinado exprés de Liz Truss, que duró menos que una lechuga?). Starmer fue creíble porque él mismo encarna esa seriedad como nadie, llegando incluso hasta a ser fome. La audacia de ser fome, predecible y serio debiera inspirar a políticos de todas partes del mundo que, mientras se preguntan con angustia qué explica el auge de los populismos radicales de ultraderecha, no ven cómo sus imprudencias y descriterios son abono fértil para esa narrativa de debilidad y chacreo institucional que los Trump de este mundo saben tan bien capitalizar.

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