Columna de Paula Escobar: La dejadez
Sinovac Biotech decidió no construir su anunciado centro de innovación y desarrollo de vacunas en Antofagasta y, en cambio, llevárselo a Colombia. Un paso clave en materia de desarrollo científico en Chile -y con una inversión de 100 millones de dólares- se fue al tacho con la noticia de que los chinos se iban, con vacunas y petacas, al país cafetero.
Que tenía que ver con el porte de nuestro mercado, dijo la ministra de Ciencias, Aisén Etcheverry.
Que habían pedido potenciales subsidios, dijo luego el ministro Grau.
Sinovac desmintió aquello, y explicó que el terreno ofrecido por el gobierno de Chile en Antofagasta -en el gobierno anterior-, no les servía, y que no habían encontrado respuestas -en este gobierno- a su petición de otro lugar apropiado para producir vacunas.
El tema escaló, y los ministros Grau y Etcheverry han tenido que concurrir a la comisión de Ciencias de la Cámara de Diputadas y Diputados, a explicar por qué pasó esto. Si lo reducido era el tamaño del mercado o, más bien, lo pequeño era la voluntad del gobierno de hacer realidad la construcción y el funcionamiento de un centro que produjera vacunas para toda la región.
Y es que, más allá de los temas anecdóticos (si la decisión se tomó durante el viaje del presidente Boric a China o no; al parecer, la respuesta es no), o de los detalles que aún faltan para entender qué pasó, hay algo que de todos modos hace ruido, crea conflicto, deja mal sabor, y ha creado esta polémica.
Y eso es la dejadez -a la luz de los hechos conocidos hasta ahora- con que el gobierno trató esta materia.
No parece ser mala voluntad, o oposición a la idea, sino esa palabra tan chilena: dejadez. Apatía, desinterés. En definitiva, una falta de energía para manejar la situación y para tomar decisiones correctas, analizar los factores clave para evaluar esa decisión, y qué consecuencias tendrá.
En el caso del centro para las vacunas, la sucesión de explicaciones muestran que no se aquilató lo que significaba que este proyecto fracasara. No se le dio la importancia al hecho de que, si no se les daba otro terreno que fuera idóneo a la producción de vacunas (no cerca de un vertedero, por ejemplo), lo más probable es que se le estaba poniendo la lápida a este proyecto. Y que esto era una muy mala noticia para la comunidad chilena científica y de salud, que trabajaría en conjunto con este centro (dos universidades chilenas), y que resultaría a lo menos desconcertante para la opinión pública. Acabamos de vivir una pandemia, ¿cómo no va a ser importante tener o no producción de vacunas en el país?
Y esa misma dejadez se ha visto en otras decisiones gubernamentales en Ciencia y Cultura. Hace unos meses, nuestro país desistió de la invitación de Israel a ser parte de un proyecto aeroespacial conjunto: el envío a la Luna de una nave nodriza con dos módulos para alunizar en el lado oscuro de la Luna. Chile mandaría cinco ingenieros y los aprendizajes e innovaciones desarrollados durante el proyecto serían compartidos con Chile de igual a igual. “La exploración espacial ultraterrestre no se encuentra dentro de los planes gubernamentales”, dijo el gobierno.
Para qué decir la dejadez que hemos visto en materia de cultura, y con el mismo modus operandi. El gobierno rechazó ser el invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt, sin preguntar ni deliberar, sin medir las consecuencias de rechazar ese lugar de privilegio en el mayor encuentro del sector editorial del mundo. El Ministerio de las Culturas argumentó razones presupuestarias y la intención de privilegiar proyectos locales.
La guinda de la torta de la dejadez en estas materias ha sido lo del Pabellón de Chile en la Bienal de Arte Venecia. Se perdió el espacio que Chile tenía en esta emblemática muestra desde 2009, porque se olvidó !pagar el arriendo! (hasta donde sabemos). La desidia llevada a su máxima expresión (negligencia). Y luego, se “anuncia” que el nuevo lugar es un pabellón más grande: una provocación para quienes estaban pre seleccionados (varios renunciaron al concurso).
Esta dejadez en materia de ciencia y cultura es un perjuicio gratuito e innecesario, y debe parar. No hay que seguir bajándole el perfil a los casos, o desentendiendose de su nocivo efecto en conjunto. Porque no parece que el problema sea de recursos materiales, sino de energía y de ganas de sacar adelante proyectos e iniciativas de largo plazo, de Estado, que pongan a Chile en valor fuera de nuestras fronteras y que, a la vez, le muestren a los chilenos y chilenas que se puede soñar futuros mejores.
Que científicos y artistas puedan crear y descubrir es requisito para el desarrollo, no un lujo. Cualquier gobierno debiera saberlo, pero especialmente este, un gobierno joven, que debiera compensar su falta de experiencia justamente con mayor energía y determinación para poner semillas en el futuro.
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