Columna de Paula Escobar: La izquierda y la seguridad

Presidente Gabriel Boric
Dragomir Yankovic/Aton Chile

Aciertan González y Kaplan: no hay libertad ni igualdad ni democracia sin orden y seguridad. Y por eso acierta el Mandatario chileno en reconocer que los indultos fueron un severo error (que lo fueron) y en intentar hacer de la seguridad una causa de la izquierda, dar esa batalla cultural (hacia adentro y hacia afuera).



Luis Castillo, alias “El Insurgente”, fue indultado en 2022 por el Presidente Boric, junto a otros 11 detenidos en el marco del estallido social. Este lunes, Castillo fue sentenciado a cuatro años de cárcel por robo con intimidación y violencia.

El Presidente se hizo cargo de esto el jueves, en su entrevista con periodistas radiales: “Es indeseable, y evidentemente ahí a todas luces vistas, que haya estado incluido dentro de los indultos creo que fue un error”. El Mandatario también calificó a los atacantes de los tres carabineros asesinados como “terroristas” y aseguró que no le hace “asco” a la palabra. Criticó y se desmarcó totalmente de la figura del “perro matapacos”, y afirmó que la seguridad es la principal prioridad para él y su gobierno.

Le llegaron críticas de distintos lados. ¿Es esta una voltereta, son declaraciones carentes de convicción y fruto del oportunismo, tardías e inútiles, como dicen desde la oposición? ¿Cede demasiado, como piensan algunos de sus aliados, especialmente en Apruebo Dignidad?

Vamos por partes.

Los titubeos de la izquierda con la seguridad no son nuevos, ni solo algo chileno. Varios liderazgos progresistas en el mundo se ven incómodos en escenarios en que se debe contener y controlar el orden público y atacar el crimen. Lo vemos en Estados Unidos, con el desalojo de campus universitarios empleando la fuerza pública. El Presidente Biden, de hecho, entró en polémica con su sector al decir que “existe el derecho a protestar, pero no el derecho a provocar el caos”. Sus declaraciones fueron muy mal vistas en sectores del ala más de izquierda de su partido.

Pero la seguridad es y debe ser agenda de la izquierda, tal como dijo esta semana el expresidente español Felipe González, de visita en Chile para un homenaje al expresidente Lagos en la UDP. “Tenemos que darle prioridad a la seguridad en toda América Latina, porque la libertad no existe sin seguridad, son hermanas siamesas, comparten la misma sangre”, reflexionó. Precisó que para la izquierda es un tema problemático, porque “confunden la seguridad con posiciones autoritarias y no tiene nada que ver”. Así, el orden se ha visto como un valor conservador y retrógrado, antidemocrático. Profundo error: el despliegue del crimen organizado en Latinoamérica lo demuestra, pues ha sembrado caos y falta de libertad especialmente en los más vulnerables. Quienes creen en la igualdad de derechos no pueden ser inmunes a la desigualdad que esto genera. Es una ceguera -como dijo Robert D. Kaplan en La Tercera- que las élites occidentales tiendan, a su juicio, a menospreciar la importancia del orden, a darlo por sentado, sin comprender que es la base de todo lo demás.

Aciertan González y Kaplan: no hay libertad ni igualdad ni democracia sin orden y seguridad. Y por eso acierta el Mandatario chileno en reconocer que los indultos fueron un severo error (que lo fueron) y en intentar hacer de la seguridad una causa de la izquierda, dar esa batalla cultural (hacia adentro y hacia afuera). Regalarles esta bandera a sus adversarios no es opción; especialmente porque la ultraderecha, en todo el mundo, está montando una agenda completa sobre la base de la poca eficacia de la izquierda, proponiendo, como si no hubiera otra opción, el manual de Bukele. Encarcelaciones masivas, sin estándares democráticos y de derechos humanos, y sacrificando el Estado de Derecho. Si el progresismo no levanta una alternativa distinta a esa, que sea eficaz, democrática y firme, estará entregando una carta de triunfo definitiva a los populismos radicales. Arriesga a dejar a Chile como pasto fértil para la “contrarrevolución conservadora” en curso en materia de seguridad (y otras), como sostiene Genaro Arriagada (a quien nadie, supongo, calificaría de “octubrista”).

Es cierto que es una ironía que el Presidente, líder de un grupo político que quería refundar Carabineros, haya tenido que hacerse cargo de fortalecerlos, dándole el mayor financiamiento de los últimos gobiernos, aprobando 52 leyes, apoyando a un general que será formalizado y haciendo de este tema el principal, a veces incluso sin los votos de los suyos. Con todo, y a pesar de su pasado, el Presidente Boric ha enfrentado esta encrucijada, y la ministra Carolina Tohá y el subsecretario Manuel Monsalve han hecho una labor seria.

Por eso, más allá de quedarse pegados en sus posturas del pasado, hay que apoyar el hecho de que haya cambiado sus visiones y decisiones en materias clave. Lo importante es que persevere y persuada a los suyos, y que desde el sillón de O’Higgins la izquierda comprenda -especialmente la que es nueva en el poder, porque la que ha gobernado lo sabe bien- la centralidad de la tarea de proveer seguridad, orden y estabilidad para la población y la incorpore a su agenda de modo decisivo y permanente.

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