Columna de Paula Escobar: Las “almas” republicanas

José Antonio Kast


Dicen que hay dos “almas” en el Partido Republicano, que se han desplegado con toda nitidez esta semana, tras el arrollador triunfo del domingo.

Un “alma” sería la que representa el consejero Luis Silva. La otra, el diputado Johannes Kaiser. El primero: profesor de derecho, articulado, religioso, con habilidades comunicacionales evidentes, muy educado. Transmite tranquilidad, siempre con sonrisa, habla de diálogo y de respeto institucional.

A Kaiser, en cambio, sus videos de YouTube lo muestran agresivo y hasta desordenado, sus frases a menudo son hostiles y despreciativas. Exultante de hubris tras el triunfo del domingo, amenazó con apretar el botón nuclear: aseguró que no tenían por qué respetar las 12 bases constitucionales, pues ellos (los republicanos) nunca las habían aprobado.

Pero ¿serán dos almas o, más bien, dos caras de una misma moneda? Una cara (Silva) representa al “yo” oficial; la otra (Kaiser) sería la cara reprimida (el “ello” freudiano), pulsiones que mientras más se las quiere reprimir, con más fuerza reaparecen. De hecho, a Kaiser ya lo habían “reprimido”- apartado- del partido por sus dichos misóginos, cuestionando el derecho a voto de las mujeres, pero parece que fue con elástico, pues ya volvió a pertenecer y, desde allí, propuso nada menos que saltarse la Constitución, donde están incorporados los 12 bordes.

Las diferencias de estilo no equivalen a diferencias de fondo. Modales más o menos, lo importante es la agenda, las decisiones y qué los define doctrinariamente. El ideario es uno, para todas las “almas” republicanas. Partamos por la definición, pues dicen que es un partido “conservador”. Pero el partido de Kast, el de Silva y el de Kaiser, es uno de ultraderecha o de derecha radical, según las definiciones de Cas Mudde, uno de los mayores estudiosos mundiales de ultraderecha. Lo mismo opina Andrés Velasco, exministro de Hacienda y hoy decano de la London School of Economics: los define como “extrema derecha”. Carlos Peña los ha denominado derecha “iliberal”. Y la revista Economist los denomina “far right” (extrema derecha).

Sus vínculos internacionales son nítidos con ese mundo: Vox, Bolsonaro, Milei. En la última cumbre de ese grupo, la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), el año pasado, JAK fue y compartió con los principales referentes internacionales del espacio, como los estadounidenses Steve Bannon y Ted Cruz y el español Santiago Abascal (VOX), y Javier Milei (Argentina). No son iguales, pero pertenecen a un mismo tronco ideológico.

La agenda del Partido Republicano es clara: no solo mano dura en materia de seguridad y dureza contra la migración (cavar zanjas más grandes fue una propuesta presidencial), sino también antifeminismo (programa de primera vuelta de JAK quería eliminar el Ministerio de la Mujer y revertir el aborto en tres causales), rechazo al matrimonio igualitario, a la ley de identidad de género, al aborto en cualquier modalidad, a la eutanasia. Respecto de su adhesión a la democracia, no puede sino ser preocupante su pinochetismo y su apoyo al Golpe de Estado, sin que los 17 años de dictadura, los miles de asesinados, desaparecidos, torturados y exiliados cambien su veredicto.

¿Chile se volvió de ultraderecha y adhiere a esos valores? Parece que no, como dice Gloria Hutt; lo sucedido el domingo pasado no implica que las personas hayan validado su agenda completa. Y, por lo mismo, pueden emerger con intensidad las ansiedades y temores -y rechazos- que se activaron en la elección presidencial pasada. Allí votaron contra JAK desde personas de centroderecha liberal, de centro/apolíticas y del mundo progresista, como revela un estudio de Ultra Lab dirigido por el académico Cristóbal Rovira. Por distintas razones, estos tres grupos se activaron contra una agenda que les pareció peligrosa y excluyente.

¿Pasará ahora? Está por verse. Y es que, teniendo los republicanos la posibilidad de dejar constitucionalizada la prohibición del aborto, ¿lo dejarán abierto a ley? O en todo este debate por el borde número cinco, del Estado social y democrático de derecho, ¿serán capaces de no vaciarlo de contenido? ¿Pudiendo hacerlo, irán o no por una Constitución ideológica- identitaria, pero ahora de su propia identidad, una de “REstauración” conservadora?

Un pedacito del mango del sartén lo tiene Chile Vamos, pues sin ellos no tienen las mayorías definitivas. Chile Vamos debe decidir si le dará el apoyo para hacer una Constitución de derecha o más bien intentarán llegar a un proyecto minimalista y habilitador de distintos proyectos políticos, que pueda ser aceptado por quienes fueron vencidos el domingo.

Chile Vamos tendrá -si así lo decide- que poner los límites y cuidar las normativas. Siguiendo con la metáfora freudiana, un rol “superyoico”.

Menudo papel.

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