Columna de Paula Escobar: Lencería, pensiones y la paradoja chilena
Es el país que ha progresado más de Latinoamérica, el mejor en casi todos los indicadores, incluido el menor índice de pobreza. Sin embargo, un país con fuerte malestar y descontento.
Es la llamada “paradoja chilena”, ya un caso de estudio.
Entender bien la razón de la paradoja es clave para salir de ella.
Una interesante respuesta la dio esta semana Steven Pinker, destacado psicólogo de Harvard, quien ha escrito lúcidos libros defendiendo las ideas del progreso y la ilustración, y cuyo último libro se llama justamente Racionalidad.
La mirada de Pinker es que una posible explicación a la paradoja es que “Chile se ha vuelto más próspero, pero aún no ha alcanzado el nivel de gasto social que la gente de un país próspero espera y a menudo exige”, dijo en Santiago. Agregó que una medida cuantificable que sugeriría la razón del descontento sería que “Chile, en comparación con otros países de la OCDE, destina menos de su PIB a gasto social”. Luego habló de la desigualdad que hay en nuestro país, que le parece que es real y no subjetiva, y podría deberse a que Chile “ha tardado en dedicar más de esta riqueza al gasto social”.
Esta idea, aunque no es nueva, es como agua fresca en un debate tóxico. Puede ayudar a ver. De hecho, el diagnóstico y el compromiso de que había que avanzar hacia un piso mínimo de dignidad para todos y todas, que había que “compartir privilegios”, se había vuelto bastante transversal posestallido social.
Pero a veces pareciera que hemos vuelto a fojas cero, porque las reformas sociales están, en la práctica, paralizadas. Y sin acuerdos por mayor -y también mejor- gasto social no saldremos de la paradoja. Por eso, acordar hoy un pacto fiscal y una reforma de pensiones es tan importante.
Tal cual lo dijo el expresidente Lagos en su visita al Consejo Constitucional, donde hizo un punto específico sobre la necesidad del pacto fiscal. “Si no somos capaces de resolver este problema, no vamos a salir del atolladero”, señaló. Ya lo había dicho en junio, en una elocuente columna en El Mercurio, la que, sin embargo, no tuvo mayor rebote -ni, parece, efecto- en la oposición.
“No es viable seguir endeudando al país, y cómo se resuelve eso, con un pacto fiscal. Es un sí o sí”, dijo Lagos. Economistas destacados como Andrés Velasco han manifestado lo mismo: que es un error de la derecha y los empresarios no acordar un pacto fiscal ahora, no allanarse a negociar.
Lo mismo pasa con la reforma a las pensiones: sería impresentable no solucionar las pensiones en este gobierno y dejarle el problema al siguiente. Al proyecto original del gobierno se han realizado cambios importantes, que acercan posiciones. ¿Cómo no tener la voluntad de encontrar un punto de “unidad de propósito”, como hizo ejemplarmente el Comité de Expertos, de modo de no fracasar por tercera vez?
Un Estado social y democrático de derecho -una de las 12 bases acordadas para la nueva Constitución- requiere recursos. La Casen mostró la necesidad de, por ejemplo, enfrentar la pobreza de niños y niñas (cero a tres años tienen un nivel de pobreza de 12,5%). Ello requiere de sala cuna universal, para que les briden cuidados, y para que sus madres puedan trabajar remuneradamente y salir del círculo de la pobreza. Igualmente importante es el aumento de la PGU, o mejorar las listas de espera (10 mil muertes han ocurrido por ello).
Es cierto que se requiere también un mejor uso de los recursos fiscales, y es cierto que el caso convenios ha dinamitado confianzas y puentes. Es un escándalo mayor de corrupción y de despilfarro, que no se debe subvalorar. No solo por la masividad de casos y la desvergüenza (caso lencería), sino porque incluso algunos que -hasta ahora- no son de corrupción, igualmente dejan dudas sobre la pertinencia y el monto destinado a proyectos no prioritarios. Hacer conversatorios o talleres en campamentos, versus construir infraestructura básica, por ejemplo, no resiste análisis.
Dicho eso, es un error usar el caso convenios para dejar a todo Chile paralizado en el pantano. Apartarse de las mesas y no negociar, sacando cuentas alegres, es no ver que el hundimiento sería colectivo (la útima Criteria muestra que la mayoría piensa que “todos los partidos por igual” han incurrido en casos de corrupción). Con la renuncia del ministro Jackson no hay más excusas.
Si las reformas sociales de nuevo se postergan, ese descontento no solo golpeará a este gobierno, sino que alimentará la demanda por cambios más radicales, tarde o temprano. La única vacuna contra lo refundacional es hacer el trabajo de reformas sociales con seriedad y con sentido de urgencia ahora. No hay mejor momento de negociación para la derecha que hoy, con el viento a su favor y con el oficialismo en la postura de alcanzar acuerdos.
Si no se destraba este clima tóxico, estaremos probablemente condenados a no salir nunca de la paradoja chilena.