Columna de Paula Escobar: Pequeñez política con los más pequeños
Niños y niñas deben ir primero.
Todos lo dicen, todos concuerdan.
Pero parecen palabras vaciadas de contenido: los problemas de los más pequeños a menudo se despriorizan, o bien se instrumentalizan para hacer puntos políticos.
Así lo hemos visto esta semana.
Partamos por la crisis causada por el virus sincicial, que ha afectado a tantos menores y causado la muerte de seis. El ex subsecretario de redes asistenciales Fernando Araos no pudo hacer que el sistema funcionara como debía. Que la pequeña Mía Olivares, de dos meses, muriera en San Antonio, supuestamente porque solo había cama para atenderla en Arica, siendo que en la Clínica Las Condes de Santiago sí había, pero nadie había llamado, refleja una falta de idoneidad evidente. Máxime si el mismo Araos dijo en CNN lo contrario: que sí se había llamado a CLC y que había grabaciones de aquello. Impresentable.
Bien por el Presidente el haberlo sacado del cargo y haber puesto a un subsecretario experimentado, Osvaldo Salgado (aunque lo debiera haber hecho antes, cuando ya era claro que el poncho le quedaba grande a Araos).
Desde la vereda opositora ha habido escandalosos intentos de aprovechamiento político de la situación de los niños. El Partido Republicano amenazó con una acusación constitucional a la ministra de Salud, Ximena Aguilera, ¡a causa de las fallas del subsecretario Araos! O lo sacan a él o cae ella. Además de lo injusto de cargar a una persona con las fallas de otra -especialmente porque no son ningún misterio las desavenencias que había entre ambas autoridades-, los del Partido Republicano debieran responder en qué habría ayudado a niñas y niños dejar descabezado el ministerio, o distraer a la ministra con esta acusación. (Bien por la crítica que hizo el exministro Jaime Mañalich a la movida del Partido Republicano). Por otro lado, la bancada UDI anunció una denuncia penal por la crisis del sincicial y RN ofreció a la familia de la menor fallecida en San Antonio una asesoría jurídica para la presentación de una posible querella. ¿Qué se busca con todo esto, salvo impacto mediático y pequeña ganancia política?
Instrumentalizar la muerte de lactantes para dañar al gobierno de turno bien calificaría como síntoma de la “crisis moral” que la presidenta del Consejo Constitucional, la republicana Beatriz Hevia, ha diagnosticado.
Y para qué hablamos de la caída histórica del Simce. Algunos en el gobierno se consuelan diciendo que “podría haber sido peor”, sin asumir -al parecer- la magnitud de su responsabilidad actual en sacar adelante a una generación completa que tiene severos déficits educativos. Pero tampoco ayuda en nada cuando desde la oposición le cargan todos los dardos a este gobierno, siendo que el retroceso de la calidad de la educación lleva años, a pesar del alto aumento del gasto público. Eso es serio y grave, y alguien debe explicar esa paradoja, en vez de seguir disputando quién tiene más culpa o a qué rival político se puede dañar con eso.
Poner a los y las niñas al centro requiere mirar estas situaciones con objetividad, de modo desideologizado y con altruismo cívico, como dijera Aldo Valle a propósito del trabajo constitucional.
Y aprender las lecciones.
Una: que Chile haya sido de los países que más tiempo cerró las escuelas, jardines y salas cuna en pandemia en el mundo causó no sólo esta caída histórica en el Simce y el declive de salud mental de niñas y niños, sino que un retroceso de 10 años de inserción laboral femenina. Este grave error -cerrar las escuelas- ocurrió porque el asunto se politizó a niveles tales, que impidieron un debate racional. No se puso a los niños al centro, a pesar de que era evidente el daño que vivían cotidianamente al estar encerrados, y que era evidente también que las mujeres estaban dejando el trabajo a causa de aquello. Otros países comenzaron a abrir con rapidez, había evidencia disponible, había ejemplos a seguir (Francia, por ejemplo, que reabrió muy rápido, pues su Corte de Cuentas reportó el nulo efecto de las clases on line).
Pero no hubo caso. Y el exministro Raúl Figueroa terminó siendo acusado constitucionalmente por querer abrir las escuelas. Por dañar al ministro, la oposición de entonces dañó a los niños. Aprendamos la lección: dejemos fuera del juego de suma cero, al menos, a los más pequeños. Su salud, su educación, su bienestar requieren urgencia, pragmatismo y dejar de lado prejuicios o anteojeras ideológicas de cualquier tipo. Ellos deben estar por encima del fango del debate político.
Una foto de esta semana da esperanza: la de exministros de Salud, de distinto signo político, reunidos con la ministra Ximena Aguilera, poniéndose a disposición para poder sacar adelante la crisis de los virus respiratorios.
Esa foto vale más que mil palabras. Y tantas declaraciones.