Columna de Paula Escobar: Por una justicia que no falle

CENTRO DE JUSTICIA


Una mujer es violada por cinco hombres. No opone -aparentemente- resistencia, según la define la ley. Esto es: no agrede, no araña, no golpea de vuelta. Tampoco corre o arranca.

Solo se queda quieta frente a la catástrofe que le están propinando. Paralizada.

Resultado: no es violación, solo abuso sexual.

¿Recuerda el caso? Sí, “La Manada”, en España. Uno de los casos más emblemáticos para entender qué es realmente una justicia que incorpora la perspectiva de género.

Tras una amplia protesta y repudios globales, la justicia revirtió su dictamen inicial -que carecía no sólo de perspectiva de género, sino de derechos humanos y, en definitiva, de justicia.

Eso, ni más ni menos, es la perspectiva de género en la justicia. Es incorporar el hecho de que durante miles de años ha habido una desigualdad estructural entre géneros, que ha perjudicado severamente a las mujeres y a las comunidades LGTBQI. Estas inequidades están basadas en los sesgos y estereotipos de género, esto es, un sistema de creencias y normas culturales acerca de qué es lo que cada género debe y no debe hacer, qué es lo aceptable y qué no, y que han tenido como resultado una discriminación en los distintos ámbitos de la vida. En materia económica (ganando menos y teniendo menos acceso a cargos altos), familiar (depositando sobre sí la responsabilidad doméstica y parental), de libertad sexual y reproductiva y, por cierto, en términos de la violencia que reciben, muchas veces normalizada o relativizada en fallos judiciales.

Casos como los de “La Manada” se han repetido en todo el mundo. En Chile, sin ir más lejos, en el caso de la joven Antonia Barra. En un video en el que muchos y muchas vimos con claridad a un hombre empujándola y atrapándola con sus brazos, tironeándola hacia una muralla, el juez vio a “un hombre y a una mujer que caminan juntos, donde con cierta frecuencia y en forma alternada (...) se toman de las manos y abrazan”.

Que una mujer haya sido forcejeada no le pareció sospechoso. ¡Es que ni siquiera vio lo que tenía frente a sus ojos! El caso de Lorenza Cayuhuan, obligada a parir engrillada, es otro que ha sido ampliamente citado: la Corte Suprema acogió un recurso de amparo rechazado en la de Apelaciones, “utilizando tácitamente la perspectiva de género”, como escribió la abogada experta Lidia Casas. Y hay muchos casos así.

Por eso es que, por lo demás, desde 2017 el Poder Judicial chileno ya ha tomado medidas para implementar esa mirada con perspectiva de género, a través de su Manual de Buenas Prácticas. María Soledad Granados, secretaria técnica de igualdad de género y no discriminación del Poder Judicial, lo expresó con claridad: “Esto es una herramienta para administrar justicia de manera justa, que no esté viciada por preconcepciones o generalizaciones”, dijo a Duna.

La influyente jueza Macarena Rebolledo, de hecho, ganó el concurso nacional de sentencias con perspectiva de género, por su fallo en que reconoce la comaternidad.

¿Por qué ahora que la Convención lo aprueba pareciera que aquello que ya la misma Corte Suprema estaba impulsando distorsiona el sentido de la justicia?

Es importante aclarar conceptos y no hacer escándalos donde no los hay.

No es algo nuevo y no hace ver otra realidad, sino justamente ayuda a ver la realidad. Una que las mujeres conocemos bien. Quedarse paralizada frente al horror no significa ¡jamás! consentir, sino que es el estupor y la sobrevivencia, una aprendida por cientos de años. En esa cara muda de la joven de “La Manada” está la de tantas mujeres que no huyeron ni golpearon, que no arañaron ni patearon, y que quedaron encerradas en el pozo hondo de ser -además de violentadas- culpabilizadas por la sociedad y no acogidas por la justicia.

El feminismo -habrá que seguir repitiéndolo hasta que quede claro- no es lo contrario del machismo, que es una “forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón”, según la RAE. El feminismo, en cambio, afirma la igualdad de derechos como el horizonte a conquistar, uno de pleno respeto a los distintos géneros, no uno de primacía de signo contrario. La revolución feminista ha sido la más beneficiosa y pacífica de la historia, tal como lo asegura Yuval Noah Harari. Con armas pacíficas ha logrado desde el derecho a educarse y votar (hace menos de 100 años en Chile no lo teníamos), hasta a la independencia económica, a divorciarse y a no ser obligada a tener un hijo en caso de violación o si su vida está en riesgo. Y queda mucho más para que el mundo sea justo en términos de género.

Una justicia con perspectiva de género no pone en riesgo la justicia de los fallos, sino que, por el contrario, contribuye a que la justicia no falle.

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