Columna de Paula Escobar: Sala cuna: la hora decisiva



Victoria tiene dos hijos menores de dos años. No hay cupo en el jardín infantil de su comuna y está en lista de espera. Los deja, entonces, en una de las llamadas salas cuna “clandestinas”: una vecina de su edificio cuida a una decena de niños, sola, en un departamento pequeño. Después de unos meses, sus niños están desnutridos y, además, no quieren comer. Se sospecha que la persona que los cuidaba les daba la comida a la fuerza. Ahora ellos lloran cuando ven comida.

Si ella no trabaja, no tiene cómo pagar arriendo, comida, gastos de los niños. No tiene parientes que los cuiden. Debe, entonces, recurrir -como tantas otras- a este mecanismo de “cuidado”.

Esta historia es real.

E ilustra lo dramáticamente urgente es que haya ley de sala cuna universal en Chile.

Pero se ve difícil, pese a que hay consenso transversal en que el artículo 203 del Código del Trabajo, que tiene más de 100 años, es injusto y dañino. Al establecer el derecho a la sala cuna solo para los hijos de madres que trabajen en empresas donde haya más de 20 mujeres, discrimina y restringe el uso del beneficio/derecho, perjudica el empleo femenino versus el masculino (las mujeres se ven más “caras” que los hombres, que también son padres), fomenta y perpetúa estereotipos de género (asimilando el cuidado de los hijos solo a las mujeres), impide a todos los niños y niñas el derecho a recibir buenos cuidados y estimulación temprana, y hace descender aún más la tasa de natalidad de nuestro país. Hay consenso en todo el espectro político de esto, pero igual han pasado 27 años desde que se intentó reformar por primera vez. Ha habido cerca de 20 proyectos o iniciativas, pero no se ha podido cambiar, pese a que el PIB chileno podría subir cuatro puntos si más mujeres ingresaran al empleo remunerado (cifra del exministro de Hacienda Rodrigo Valdés).

El último proyecto de sala cuna universal, presentado en 2022 por el gobierno del expresidente Piñera, fue aprobado esta semana en general en la sala del Senado, pero el oficialismo y la DC lo rechazaron. El gobierno -que extrañamente no había enviado sus indicaciones- dijo que las mandará a la brevedad, planteando varios cambios importantes. Si no hay acuerdos entre la oposición y el gobierno, probablemente se alejará una vez más la posibilidad de concretar el cambio al artículo 203.

¿Dónde están los nudos? Hay varias críticas válidas, incluido el hecho de que está destinado a las mujeres y no a los hombres, pero las más severas críticas tienen que ver con que este sería solo un proyecto pro empleo femenino, pero no educativo, es decir, que soluciona “dónde” dejar a los niños, pero no la calidad de ese cuidado, en términos de seguridad y también de educación. El proyecto proveerá sala cuna, pero también establece la creación de un Registro Nacional de Cuidadores que levanta alertas. ¿Quién revisa esos antecedentes y “certifica”? Los riesgos del cuidado informal son evidentes (como el caso que describí al comienzo). Transformarlos en política pública legitimaría ese riesgo, del cual luego el Estado sería responsable.

La aprensión es, entonces, razonable y fundamentada, pero no debiera impedir un acuerdo, ni menos usarse para detener el avance legislativo. Es un proyecto laboral, pero también es uno de cuidado y de estimulación temprana. ¿Cómo va a ser imposible que oposición y oficialismo diseñen un camino en el que ambos objetivos se cumplan y la clase política, como un todo, de una vez haga su pega y logre una solución consensuada?

Ya que la dificultad pasa -además- porque hay varios ministerios involucrados -Hacienda, Trabajo, Educación- y una gran cantidad de actores, si el Presidente Boric realmente quiere sacar esto adelante, una solución posible es que nombre a una persona dedicada exclusivamente a destrabar y conseguir consensos. Alguien que, como hizo Harold Mayne Nicholls con los Juegos Panamericanos, logre lo que parecía imposible y saque adelante una tarea donde tantos y tantas naufragaron antes.

Una persona con experiencia y prestigio en la academia y el diseño de políticas públicas, con convicción, persistencia y redes transversales, que pueda desafiar este ambiente de obstrucción y parálisis que campea en nuestro sistema político fragmentado, donde incluso proyectos tan necesarios y con tanto acuerdo, como este, se hacen cuesta arriba o utópicos. Alguien que pueda hacer en semanas lo que no se ha podido hacer en años, y construya ya no piscinas y villas olímpicas, sino la posibilidad para tantas mujeres, niños y niñas de escapar de un destino de pobreza y vulnerabilidad.

Alguien que, con la historia de Victoria y tantas otras mujeres en mente, logre que en Chile -pese a todas las diferencias y al clima hostil- exista sala cuna universal y de calidad para todas las niñas y niños, para orgullo no de un grupo, sino de todo el país.

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