Columna de Paula Escobar: Un año de primeras veces
Para cerrar un año de las primeras veces, la ciudadanía eligió al presidente más joven de la historia de Chile, Gabriel Boric, quien con 36 años asumirá la responsabilidad mayor del Estado. Más aún: lo hizo, por primera vez, con una masiva votación de mujeres, especialmente de las más jóvenes, que fueron “las” grandes electoras.
2021 fue año de primeras veces.
Nos vacunamos masivamente contra el coronavirus, en una hazaña reconocida mundialmente, ordenada e igualitaria. En términos políticos, la lista es larga. Por primera vez elegimos una Convención Constitucional, que además es paritaria y con representación de pueblos originarios, haciendo historia mundial. El 2021 vimos la debacle de los partidos tradicionales, así como su inesperado revival en la parlamentaria (especialmente la derecha) y de gobernadores (ex Concertación). También emergieron nuevos partidos o agrupaciones, como la Lista del Pueblo o el Partido de la Gente, que mostraron un fulgor más instantáneo que duradero, especialmente en el primer caso. Por primera vez una autoridad electa mintió flagrantemente sobre una enfermedad (Rojas Vade), o dijo aberraciones tales como que había que repensar el voto femenino (Kaiser). Por primera vez compitió en las presidenciales un deudor de pensión alimenticia como Franco Parisi, quien además no puso un pie en Chile durante toda su campaña, algo también nunca antes visto. En el lado positivo, Chile eligió este año por primera vez en su historia a una diputada de la comunidad trans (Emilia Schneider). Y, muy relevante, se aprobó tras años de lucha de las diversidades sexuales, el matrimonio igualitario, dándole la misma dignidad y reconocimiento a los distintos tipos de familia.
Por primera vez no estuvieron en la papeleta presidencial quienes encabezaron las encuestas al principio del año electoral (Lavín y Jadue: parece que fue hace una eternidad). Asimismo, ninguno de los dos conglomerados más relevantes de la transición pasó a segunda vuelta. Y, por primera vez, quien ganó en primera vuelta no triunfó en el balotaje.
Para cerrar un año de las primeras veces, la ciudadanía eligió al presidente más joven de la historia de Chile, Gabriel Boric, quien con 36 años asumirá la responsabilidad mayor del Estado. Más aún: lo hizo, por primera vez, con una masiva votación de mujeres, especialmente de las más jóvenes, que fueron “las” grandes electoras (y no el Bad Boy Parisi). Una fuerza política femenina robusta, que además acaba de anotarse otra “primera vez”: la primera iniciativa popular que consiguió 15 mil formas para ser vista en la CC es, justamente, una de género, que busca que los derechos sexuales y reproductivos queden asegurados en la nueva Constitución.
Las primeras veces de 2021 que son un preámbulo de los años que vendrán, que serán de cambio y transformación, tal como pasó en 1990, cuando Patricio Aylwin recibió la banda presidencial de Gabriel Valdés, bajo la mirada amenazante de Pinochet. Una segunda transición, ahora sí, se avizora.
Pero hay que saber cambiar, cambiar para bien. Ya lo decía la historiadora argentina Hilda Sabato, a propósito de su país: “A los argentinos nos cuesta mucho cambiar”. Para ella eso explica la parálisis y la falta de proyecto común. Y ese es exactamente el desafío.
Un país como Chile, que ha vivido no uno, sino dos años de “primeras veces”, con el terreno fértil para el cambio y la necesidad de transformaciones, debe ahora ser capaz de sentarse y conversar acerca de qué país queremos ser y evocar cuáles son los vínculos que nos unen, más allá de la suma de individualidades y sensibilidades.
¿Será posible y exitosa esta segunda transición, ahora hacia un estado de bienestar? Requerirá destreza, sobriedad y sensatez de parte de las autoridades electas -partiendo por el Presidente Boric y la Convención- de modo de mantener el apoyo al cambio y no alienar a quienes han depositado su confianza en ellos, pues es una confianza que tiene límites también. No es un cheque en blanco, no está asegurada.
Justamente, el nuevo ciclo requiere ponerles bordes a los cambios a realizar. No se puede hacer todo al mismo tiempo, o se corre el gran riesgo de la parálisis. Esto es válido tanto para la Convención como para el nuevo gobierno. Gobernar es priorizar, y allí está parte del secreto del éxito o fracaso de este proceso. Con un parlamento en el que Apruebo Dignidad no tiene -y por mucha diferencia- las mayorías requeridas (solo 37 diputados y cinco senadores), sin diálogo y acuerdos con la centro izquierda no podrá sacar adelante su agenda. Así de simple. En ese sentido, el diseño de “anillos” para incorporar a la centro izquierda parece no dar el ancho y urge revisarlo.
Por último, esta etapa necesita de una oposición dispuesta al diálogo y no aferrada al statu quo, que comprenda el enorme costo hundido de no cambiar. Y requerirá lucidez por parte de quienes tienen más -y tendrán que, entonces, dar más- para que la prosperidad en Chile sea más compartida que hoy: un piso compartido de dignidad implicará pagar más impuestos y, por cierto, que se gasten mejor.
En el futuro está la posibilidad de una nueva primera vez, en el país de las primeras veces. Pero es eso: posibilidad, no certeza.
Feliz Año Nuevo.
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