Columna de Paula Escobar: Una caricatura, varias lecciones
Un lienzo de Benjamin Netanyahu besando a la rectora Rosa Devés, con la leyenda “No más a la colusión sionista”, fue colgado en la Casa Central de la Universidad de Chile, para criticar a la rectora por no revocar convenios con universidades israelitas como represalia por el actuar del régimen israelí en Gaza, el que ha dejado miles de muertos y una gravísima crisis humanitaria.
El cartel causó amplio rechazo. “El recurrir a caricaturas sexistas es agotar la posibilidad del debate”, señaló la ministra de la Mujer, Antonia Orellana. Pero los y las estudiantes que hicieron el lienzo retrucaron que no les pareció sexista, que era una “sátira política” y que no están de acuerdo “con que se utilice al feminismo y la posición de mujer de la rectora como herramienta para desviar el foco”.
¿Hay o no sexismo?
Veamos. Rosa Devés es la primera rectora mujer de la Universidad de Chile en toda su historia. Rompió un techo, no de cristal, sino de cemento. La educación superior -a la cual las mujeres solo pudieron ingresar a fines del siglo XIX gracias al Decreto Amunátegui- mantiene importantes brechas de género: segregación de carreras, menor cantidad de profesoras titulares y decanas y, por cierto, baja cantidad de rectoras, solo 18%. El poder en la Academia sigue teniendo rostro masculino.
Devés, entoces, hizo historia con su nombramiento. Las dificultades en los cargos más importantes a menudo son mayores para las mujeres que para sus pares hombres. Sigue siendo este país -y este mundo- un lugar machista (el último informe del Foro Económico Mundial, recientemente conocido, calcula en 134 años lo que falta para que haya igualdad entre hombres y mujeres). Los mecanismos tras la falta de equidad en tantos dominios -salariales, laborales, de responsabilidad de cuidados, entre otros- también operan para las mujeres que llegan al poder. Esas diferencias a veces vienen de otras figuras de autoridad, de los medios, de las redes sociales, que las juzgan con otros parámetros por ser mujeres. Por ejemplo, desplazando o distrayendo el análisis de su quehacer con factores anexos, como sus vidas personales o relaciones familiares, sus atuendos o modos de presentarse, o un nada velado cuestionamiento a sus habilidades de liderazgo (tanto por considerar esas habilidades pocas, o muchas).
Los ataques sexistas pueden ser conscientes y deliberados, pero también pueden ser inconscientes y provenir de quienes se consideran completamente inmunes y ajenos al sexismo. Como parece ser este caso, en que se trata de jóvenes que pertenecen a una generación en que la igualdad de género es la base.
La discrepancia de las y los alumnos con la rectora Devés debido a que no accedió a su petición de revocar convenios con universidades israelíes es un debate legítimo. Ella ha dado sus razones: no le parece una vía de ayudar al pueblo palestino el castigar o cancelar académicos -por lo demás, disidentes de la política de Netanyahu-, así como defendió el mismo principio cuando otros querían cancelar por esas razones a la Universidad de Chile durante la dictadura. Pero los y las alumnas del lienzo han decidido no rebatir en el plano de las ideas, con argumentos, con propuestas, lo decidido -no solo por la rectora, sino por el Consejo Académico de la universidad, que la respaldó el 24 de mayo-, en un debate racional. Han decidido, en cambio, atacar personalmente a la primera rectora de la Universidad de Chile, hacer de ella su target, con una caricatura que intenta humillarla. Una líder que aparece besándose con un Netanyahu, un beso que, además, él parece imponerle a ella, sin que ella muestre agencia alguna más que una sonrisa extraviada, es un intento de ningunear y degradar las decisiones de la rectora, como si ella careciera de ideas y convicciones que rebatir. ¿Habrían descalificado a un rector hombre de ese modo? Probablemente, no. Probablemente habrían calificado con duros epítetos sus ideas y acciones, pero no su persona.
Muchas mujeres, justamente por miedo a ser atacadas así, con denostaciones hacia su persona, su cuerpo, su intimidad, prefieren no estar en esas posiciones de liderazgo y relegarse a los segundos planos. Otras, cuando rompen el techo de cristal, sucumben a la presión de verse expuestas de esa manera.
Por eso, lo importante no es llegar primero, sino saber llegar, como dice la canción.
Devés no solo llegó primero a este cargo, sino que su liderazgo firme y sereno demuestra que ha sabido llegar. Su dignidad y entereza abren caminos para más mujeres en posiciones de poder. Y también muestra un tipo de liderazgo inspirador para los tiempos polarizados y conflictivos que corren. Uno que combina la valentía con la serenidad, la convicción firme con el llamado al diálogo, el respeto en la diferencia, pero sin dejar de ser -y ejercer- la autoridad.
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