Columna de Rafael Rincón: El ejemplo de liderazgo de una “república digital”
Cuando hace poco entrevisté al senador Kenneth Pugh, una de las voces más autorizadas en materia de ciberseguridad, fue a propósito de una columna publicada en este medio, República Digital, una oportunidad para Chile, coescrita en 2021 por el senador y el entonces convencional constituyente Felipe Harboe.
Charlando surgió, naturalmente, el inspirador caso de Estonia, un pequeño país báltico cuyo colosal éxito en el campo de la transformación digital es inversamente proporcional a sus tamaños geográfico y demográfico. Y fue cuando mencioné ese hecho que el senador, inmediatamente, advirtió que éxitos como el estonio no son sólo posibles en naciones pequeñas. Ahí está, nada más y nada menos, el sorprendente ejemplo de Ucrania, de dimensiones bastante mayores -más de 43 millones de habitantes-, desafíos económicos y políticos gigantes… ¡y en guerra!.
¿Cómo es que los ucranianos, pese a las circunstancias, siguen funcionando? Un reciente artículo de George Ingram y Priya Vora, publicado por Brookings Institution, lo explica: frente a una amenaza existencial, Ucrania es prueba viva de que el e-government -construido sobre una infraestructura digital fundacional- ha sido decisivo para reforzar la eficiencia del gobierno y la resiliencia nacional.
Parece que todo comenzó con los sucesos de Maidán (2013-2014), que terminaron en la salida del presidente Viktor Yanukovych. La administración sucesora, la de Poroshenko, se embarcó en la transformación digital nacional, principalmente para contrarrestar lo que veían como potenciales amenazas desde Rusia y generar confianza ciudadana, atacando uno de los peores males: la corrupción. Esto se abordó en tres líneas de acción: i) la creación de una nueva agencia de gobierno electrónico; ii) reformas que incluían la compatibilización de procesos analógicos con los digitales, más una nueva ley que exigía a los funcionarios públicos declarar sus activos; y iii) soluciones tecnológicas.
En virtud de ello, Ucrania cuenta hoy con tres interesantes herramientas. La primera es Prozorro (2015), una plataforma de código abierto que brinda eficiencia y transparencia a las contrataciones públicas, eliminando gran parte del factor humano (y con esto la oportunidad de corrupción). Se complementa con una red de organizaciones de la sociedad civil, Dozorro, que examina postulaciones y reporta ofertas cuestionables. Se estima que Prozorro ha ahorrado al año mil millones de dólares en costos de contratación.
Luego tenemos Trembita (2018), una plataforma de intercambio de datos gubernamentales interoperable y descentralizada inspirada en la famosa X-Road de Estonia, pero adaptada a las particularidades de Ucrania. Trembita facilita el intercambio seguro de información entre registros gubernamentales mejorando la eficiencia y eficacia de las operaciones.
Dato: desde 2019, el presidente Zelenskyy se comprometió a impulsar la transformación digital y, entre otras medidas, trasladó la responsabilidad del desarrollo digital de la Agencia de Gobierno Electrónico a un Ministerio de Transformación Digital empoderado. Además, se creó el Índice de Transformación Digital de las Comunidades Territoriales para rastrear el desarrollo digital del ecosistema.
Finalmente está Diia (2020). Aprovechando Trembita, Diia mejora la interacción ciudadano-gobierno. Es “el Estado en un smartphone”, pues permite a una persona con identificación única y firma digital usar su teléfono inteligente para realizar una multitud de transacciones (pagar impuestos, registrar un vehículo, comunicarse con personal médico, acceder a registros médicos, abrir cuentas bancarias, registrar un nacimiento, iniciar un negocio, etcétera).
En tiempos de guerra, Trembita y Diia han sido vitales. Ucrania pudo expandir velozmente la capacidad de Diia para responder a las exigencias del conflicto. Algunas mejoras son el pasaporte digital, el registro y los servicios sociales para los desplazados internamente, la asistencia financiera para individuos y empresas, el registro de daños a la propiedad y la solicitud de compensación, el reporte de coordenadas de tropas rusas, la compra de bonos de guerra y la transmisión de televisión y radio. Y Ucrania -atención- es líder mundial en la implementación de pasaporte digital, reconocido con la misma fuerza legal que una versión en papel y plástico.
Ucrania, además, ha integrado las esferas digital y analógica con Diia Educación y Diia Empresas. Estamos hablando de servicios de aprendizaje de educación digital disponibles en el móvil y en el aula física y de servicios empresariales disponibles tanto en línea como en centros de negocios físicos.
Bueno, ¿y qué nota podemos tomar en Chile de esta experiencia? Estamos lejos, sin guerra y con desafíos muy distintos.
Cuando le pregunté al senador Pugh qué le hacía falta a Chile para ser una república digital, dijo: “Primero, creer en nosotros mismos”. Destacó que hemos avanzado mucho -deberíamos estar orgullosos- y que contamos con la tecnología, el talento y los recursos, además de una oportunidad única… ¡pero no nos creemos capaces de dar el salto!. Nos ha faltado liderazgo, decisión, voluntad y el mindset para, como dice el senador en el artículo citado, “ser un actor y no un mero espectador de la cuarta revolución industrial”. Además, debemos dejar las discusiones pequeñas y partisanas que nos distraen de lo estratégicamente importante.
Ucrania puede dejarnos muchas pistas técnicas, políticas, estratégicas y prácticas, pero la central para empezar es que, no pese a sus tremendos desafíos, sino probablemente gracias a ellos, el país entendió sus prioridades, activó audazmente el liderazgo y dio el salto. ¿Necesitamos una guerra o una catástrofe? ¡No! Pero sí saber que tenemos con qué y que no hay opción si queremos ser una nación próspera y de siglo XXI. ¿No hemos demostrado ya esa capacidad?
Por Rafael Rincón-Urdaneta Z., Foro de Líderes de los Objetivos de Desarrollo Digital, Fundación País Digital.