Columna de Rafael Sousa: Cómo un moderado puede entender el voto de extrema derecha

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TCómo un moderado puede entender el voto de extrema derecha.


El triunfo de un partido de extrema derecha en una elección local en Alemania, inédito desde la Segunda Guerra Mundial, ha vuelto a alertarnos sobre los riesgos que el crecimiento de estos movimientos políticos representa. La preocupación es justificada. El legado de odio y deterioro institucional que han dejado estando en posiciones de poder, es evidente. Pero su furia parece no solo alimentar a sus partidarios, sino también confundir a muchos de sus detractores, entre quienes abundan las explicaciones simplistas a un fenómeno complejo. Esto ha alejado las posibilidades de un debate productivo, que permita atender sus causas mientras se enfrentan sus consecuencias.

En la base de toda idea política existe alguna noción de justicia. La diferencia es que los extremos suelen alimentar los sentimientos de injusticia e identificar responsables bastante nítidos. En la extrema derecha, normalmente el objeto de culpa es un invasor -territorial, cultural, económico- que vendría a pervertir la forma en que vivimos. Cuando prospera, éste logra una conquista que es señalada como causante de un perjuicio para una comunidad, cuyo resultado sería injusto. Así, naturalmente las respuestas de la derecha extrema incluyen la restitución, la derrota del invasor, el regreso a los tiempos en que estábamos bien o por lo menos mejor.

Lo evidente es que estas ideas son bienvenidas en personas inclinadas hacia el nacionalismo y la intolerancia de tipo conservador. Pero estos grupos normalmente son minoritarios, insuficientes para ganar elecciones. Las mayorías necesarias para llegar al poder las alcanzan seduciendo a los desesperados, aquellos afectados por algún problema para el cual la extrema derecha tiene una solución simple y rápida, quienes han perdido la esperanza en el repertorio democrático. Una parte importante de quienes se oponen a estas ideas trata al fanático y al votante circunstancial como si fueran lo mismo. Reducen a ambos a la tontera, la ignorancia o la maldad, socavando la posibilidad de interpretaciones productivas.

Muchas personas cuyas vidas han sido afectadas por fenómenos tan diversos como el aumento de la delincuencia asociada a inmigrantes, las versiones exacerbadas de la ideología de género o la ofensa a las creencias religiosas, han transitado desde la confianza en la respuesta institucional hacia la desesperación. Es muy probable que voten por la extrema derecha no por su ideario, sino a pesar de este. Sienten que son el costo del cambio social o la desatención del Estado.

El límite entre frenar el crecimiento de este movimiento y alimentarlo puede ser muy tenue. Lo segundo se logra descalificando a sus electores y negándose a atender qué tan legítimos pueden ser sus reclamos. Los actores políticos moderados necesitan conectar con el origen de los apoyos hacia la extrema derecha, más que apurarse en calificar su maldad o ignorancia. Si crece la proporción de personas que ven en la democracia un estorbo para encontrar soluciones, el problema será cada vez mayor.

Por Rafael Sousa, socio de ICC Crisis y profesor de la Facultad de Comunicación y Letras UDP

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