Columna de Raúl Peñaranda: De “golpe de Estado frustrado” a “tramoya”, las reacciones a una jornada inesperada
Por Raúl Peñaranda, periodista boliviano y director de Brújula Digital.
De tensión y preocupación por la aparición de tanquetas en la Plaza Murillo, a decenas de memes que señalan que todo fue un show armado por el Gobierno: así pasó la jornada del miércoles 26, una de las más intensas de los últimos años.
Todo ello se vivió con el telón de fondo de un presidente Luis Arce caracterizado desde el inicio de su gobierno por su incapacidad de mostrar certezas, demoras en la toma de decisiones y ser poco asertivo ante las situaciones adversas.
Tras la explosiva entrevista del lunes concedida por el comandante en jefe del Ejército de Bolivia, Juan José Zúñiga, a la periodista Jimena Antelo, de “No Mentirás”, hubo versiones de que había sido destituido el martes en la noche, pero nunca se conoció la versión oficial.
Recién el miércoles por la noche apareció el otro gran ausente de esta trama, el ministro de Defensa, Edmundo Novillo, para decir que Zúñiga había sido destituido el martes a mediodía, abrazos de por medio.
Pero un Gobierno que no informa, que no declara, que no lidera, no hizo pública esa destitución. De haberlo hecho, y haber posesionado el mismo martes al nuevo comandante en jefe, la supuesta asonada golpista se hubiera evitado.
Los medios de comunicación informaron, usando fuentes anónimas, de esa destitución, el mismo martes, pero el Gobierno nunca ratificó esa versión. Es el estilo del Gobierno, arrastrar las decisiones, mantener la incertidumbre, no actuar. El exvocero presidencial Jorge Richter tuvo que insistir en que deseaba dejar el cargo, pero Arce nunca se decidía. Fue una renuncia inédita: el vocero criticando al Presidente públicamente y este mostrando toda su indecisión.
Los sucesos del miércoles 26 son tan confusos como contradictorios. En la entrevista del lunes, Zúñiga apoyó fuertemente a Arce y criticó a Evo Morales, al punto de amenazar con “detenerlo” (como si eso estuviera dentro de sus competencias). Pero dos días después intenta hacer un supuesto golpe contra Arce, incluso hablando de que liberaría a los presos políticos, empezando por la expresidenta Jeanine Añez y el exgobernador Luis Fernando Camacho. O sea, la posición contraria a la de 48 horas antes.
Varias preguntas siguen pendientes: Si fue un show del oficialismo para lograr algo de apoyo, ¿por qué no usar a un militar evista? ¿Por qué usar a un comandante arcista? Y una vez que Zúñiga conduce una tanqueta, rompe la puerta del Palacio Quemado e ingresa al edificio, ¿por qué el Presidente no ordena su detención? Decidir salir a confrontarlo no puede ser más que un intento propagandístico, de mostrarse, por fin, firme. ¿Pero luego de encararlo lo deja ir? ¿Para detenerlo horas después? Nada tiene sentido todavía a estas alturas de los acontecimientos.
La otra hipótesis es que no fue una farsa y que Zúñiga hubiera hecho sus declaraciones del lunes con aprobación del Presidente, pero que hubieran resultado más desaforadas de lo esperado, y no le quedó otra opción al Gobierno que destituirlo. Y ante esa decisión, y viéndose “traicionado” por Arce, Zúñiga podría haber decidido encabezar esa sui géneris asonada militar.
Como sea, los sucesos del martes marcan la situación de los tiempos actuales: un Gobierno débil que no resuelve los problemas, un Presidente ensimismado, incapaz de dar certezas a la ciudadanía, una institucionalidad por los suelos en que un comandante de Ejército dice barbaridades a la TV, un Gobierno con minoría en el Legislativo, frecuentes faltas de combustibles y ausencia de dólares en el mercado.
Arce estaba débil antes de este supuesto golpe y sigue débil hoy a un día de los sucesos. Además, el humor del aluvión de memes surgidos durante la jornada fue un antídoto contra las falsas poses de valentía de algunas autoridades, entre otras la del ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, golpeando frenéticamente las ventanillas de los tanques.
Mientras tanto, a Zúñiga le esperan años de dificultades judiciales, empezando por una privación de libertad que por el momento se ve como indefinida.
Como corolario es interesante hacer notar que el comunicado de la Cancillería en respuesta a la crítica del Grupo de Puebla hubiera señalado que el golpe fue “financiado por la derecha”. Extrañamente la Cancillería luego borró ese mensaje.