Columna de Ricardo Lagos: Inteligencia Artificial, la urgencia de la política
Con la IA, estamos ante el despegue, podemos llamar definitivo, de la Era Digital, que deja atrás el mundo creado por la Revolución Industrial. En 2023, se hacen evidentes avances y cambios mayores en el mundo.
Entre la Asamblea General de Naciones Unidas de septiembre 2022 y la de este 2023 ocurrió un hecho determinante para la vida social y política de los años que vienen: la irrupción de ChatGPT, la herramienta de inteligencia artificial creada por OpenAI. Ya desde mediados de este año se hizo evidente que este no era un avance científico más. Eso quedó claro cuando Antonio Guterres, secretario general de la ONU, concurrió al Consejo de Seguridad y no a otro lado, para hablar de los desafíos que trae este nuevo paso en la era digital. Allí Guterres instó a las grandes potencias y actuales miembros de ese consejo a “abordar esta tecnología con un sentido de urgencia, una lente global y una mentalidad de aprendiz”. Por cierto, también dijo que la Inteligencia Artificial tendrá consecuencias “dramáticas” en el desarrollo sostenible, en el mundo del trabajo y en el tejido social, destacando, ante todo, su velocidad y alcance.
Es que ese es el punto. Estamos en el despegue, podemos llamar definitivo, de la Era Digital que deja atrás el mundo creado por la Revolución Industrial. Si en 1760, más o menos, se estima el origen de la Revolución Industrial con todos sus saltos ligados al vapor, la electricidad y el petróleo, ahora en 2023 se hacen evidentes los avances y cambios mayores del mundo. Ahora palabras como aprendizaje automático, chatbots, algoritmos, van a ser los referentes desde los cuales organizar todo el universo de convivencias que vienen a futuro.
Por eso, tiene razón Moisés Naim cuando dice: “Esto cambia todo. La inteligencia artificial, combinada con el cambio climático, combinado con lo que está pasando entre las grandes potencias, combinado con la conflictividad social, y sumado a los ataques a la democracia te da una situación altamente inestable. La inteligencia artificial es la tecnología de más rápida adaptación en la historia”. Entonces, lo que tenemos al frente es un desafío cultural y civilizatorio de alcance político mayor.
Y la pregunta se hace inevitable: ¿estaremos pensando la Política – así con mayúsculas – para vivir en un mundo tan determinado por la Inteligencia Artificial? Esta debiera ser una reflexión mucho más potente, por ejemplo, en Chile cuando estamos discutiendo, ni más ni menos, que una Constitución para los años que vienen. Pero también es un tema que debiera estar presente en las campañas políticas como las de Argentina, las que se avecinan en Estados Unidos o en otros países y regiones. Hay una creciente inquietud por la derivación de la democracia hacia un tiempo autocrático, con un rechazo a lo avanzado en la interacción entre ciudadanía y poder, para llevar esa relación a espacios donde predominen los datos digitales y propuestas cibernéticas como valoración positiva de la política.
Lo primero que cabe considerar como peligro es que la Inteligencia Artificial opera sobre los datos acumulados y la información existente al interior de todo el sistema cibernético. Eso significa que la manipulación de datos, siendo reales, puede llevar a la creación de falsedades con apariencia de “verdad”. Uno lee con sorpresa que en unos llamados memes se ve al Papa Francisco bailando porque un usuario de la inteligencia artificial Midjourney le pidió que imaginara esas escenas. La IA lo hizo y en solo dos días se hizo viral con más de un millón de visitas en la red Tik Tok. Puede que aquello convoque a una sonrisa, pero hay un tema más de fondo en lo que significa crear “realidades” no reales. Va a presentar retos que no tienen precedentes, dice Naím. Pero esa misma tecnología va a producir mecanismos para lidiar mejor con esa incertidumbre y nos va a dar instrumentos para protegernos. El empleo de la IA en medicina implica el empleo de modelos de aprendizaje automático para analizar datos médicos los ayuden a mejorar los resultados y las experiencias de los pacientes. Y esa dimensión positiva estará en todo. Entonces, estamos ante el reto de manejar la dualidad de la nueva realidad que llega.
“Cada gran transformación tecnológica siempre ha sido en la historia de la humanidad una gran oportunidad para construir sociedades más justas, pero también si lo hacemos mal, puede ser fuente de nuevas injusticias”, dijo el Presidente Gabriel Boric al hablar en Naciones Unidas. Y por ello llamó a establecer consensos multilaterales para dar un marco ético al desarrollo de éstas nuevas tecnologías y a su uso. “Requerimos un marco que incorpore la perspectiva de derechos humanos a la investigación e innovación tecnológica, considerando el resguardo y fomento de la libertad y la dignidad de las personas y los pueblos”, señaló, en una frase que es un reto a incorporar estas dimensiones en los contenidos de la política exterior de Chile y otros países de América Latina.
Ciudadanía, vida, convivencia, productividad, imaginación, innovación. Es mucho lo que está en juego y la decisión debiera ser multilateral, para que “no se desboque el caballo”, como dijo el embajador de China en la ONU, Zhang Jun. Por ello, como a su vez señaló Jeffrey DeLaurentis, embajador de EE.UU., los países necesitan trabajar juntos en IA y otras tecnologías emergentes para abordar los riesgos que amenazan con socavar la paz y la seguridad. Chile ya trabaja en un Plan Nacional de Inteligencia Artificial, que se une a los esfuerzos de países como Brasil, Argentina, México y Colombia. Si lo hacemos bien esta puede ser también una oportunidad para dar nueva fuerza al trajinado concepto de “integridad regional”, con un revivir donde democracia, desarrollo sostenible y ciencia digital respondan a las demandas ciudadanas del siglo XXI.