Columna de Roberto Camhi: “¿Le crees al futuro?”
"Combinar elementos preexistentes con elementos virtuales, es decir, lo que hoy ya puede entregarnos la realidad aumentada (AR), podría ser la adopción más importante para los próximos años, tecnología que desataría la próxima revolución, antes que el metaverso".
Hace algunos días leí una entrevista que le hicieron recientemente al CEO de Apple, Tim Cook. También hace muy poco participé de dos eventos presenciales importantes, en Chile y Portugal. En ambos, uno de los principales temas que la mayoría de los expositores trataron fue el metaverso, mirado desde todos los ángulos. Sin embargo, en la entrevista a Cook, el había sido enfático en decir que «la próxima revolución de internet no sería el Metaverso«, como gran parte de la población informada parece pensar.
Si le preguntamos a la gente qué es el metaverso, la mayoría podría dar una descripción general y acertada de lo que suponemos podría desarrollarse en los próximos 5 a 10 años en torno a este concepto: un mundo virtual donde la gente puede interactuar, jugar y comprar. Pero según Cook, lo que hoy entendemos de esto no permite garantizar la adopción masiva que presupone para el futuro inmediato y, por ser tan novedoso y «loco» a la vez, nos genera emociones que nos hacen sentir amenazados.
Para que algo sea adoptado con velocidad, debemos asegurarnos que encuentre un equilibrio aceptable entre lo extraño que pueda resultar y lo que consideramos aceptable para nosotros. Somos seres sociales, que necesitamos conectarnos y relacionarnos con otros, ser aceptados por nuestros pares, por lo que nuestro comportamiento está social y emocionalmente condicionado para ello, pero los avatares y los mundos virtuales no incorporan emocionalidad ni intenciones y son aún fríos. Necesitaremos una nueva forma de conectarnos. “Hacer amigos en el metaverso es complejo, trabajoso y extraño”, dice Cook.
Otro tema tiene relación con la identidad de nuestro ser, esa que traemos con nosotros y se alimenta de nuestra historia, por lo que permanece relativamente estable y coherente en el tiempo. Nuestra identidad real desaparecerá en el metaverso. O, mejor dicho, deberá ser reconstruida desde cero para relacionarnos con otros y con las marcas a través de los avatares y para enfrentar un nuevo tipo de relación, con reglas de interacción propias, individuales y desconocidas hasta ahora. Ha nacido el concepto de Digital Persona, un cliente digital que se transformará en quién quiere ser y no en quién es, según la ocasión, siguiendo sus fantasías, deseos o el llamado «MetaEgo» que haya creado para definirse, un desafío no trivial para intentar comprender los gustos de los individuos virtuales. En términos prácticos, en el metaverso usaremos máscaras, tal cual se usaban en el teatro griego para identificar al personaje, proyectar su voz y resaltar sus emociones. Es paradójico que hablemos de «persona» y «máscara», dos términos que parecen contrapuestos. La máscara, así como el avatar, sirven para ocultar al personaje, para disfrazar la identidad, no para mostrarla.
Por ello, combinar elementos preexistentes con elementos virtuales, es decir, lo que hoy ya puede entregarnos la realidad aumentada (AR), podría ser la adopción más importante para los próximos años, tecnología que desataría la próxima revolución, antes que el metaverso. Al menos, esa es la apuesta del CEO de Apple. La gran diferencia, a mi juicio personal, es que esta tecnología, a diferencia de la realidad virtual a la que nos invitan con los metaversos, es un complemento a nuestra realidad, sin reemplazarla por completo ni aislarnos de ella, sin pretender disfrazar nuestra identidad y apariencia, pero perfeccionándola con mayor información y posibilidades de interacción para enriquecer nuestra experiencia en tiempo real.
Al dejar nuestro pasado y crearnos desde cero, perderíamos nuestra identidad narrativa y nuestro punto de apoyo para definir nuestros comportamientos, los que serían definidos en función de nuestros objetivos a lograr en el mundo virtual en cada momento y con cada interacción, sin que ello tenga mucha relación con quiénes realmente somos en nuestra vida real.
El tema parece aún confuso. No tengo dudas que en unos años más, no menos de diez, el metaverso será parte de nuestras vidas. Muchos están ya apostando por él y podemos ver cómo las marcas están tomando posiciones. Qué duda cabe. La reciente baja por parte de Morgan Stanley en la recomendación de META, por primera vez en su historia, ha hecho retroceder el valor de sus acciones de manera violenta, seguramente por las grandes inversiones que esta compañía tiene en el metaverso, sin clara visibilidad de cuándo comienzarán a dar sus frutos.
Mientras tanto, veremos acelerados desarrollos de tecnologías más cercanas a lo que nuestra mente es capaz de procesar y adoptar, hasta que la evolución nos permita dar ese gran salto esperado.
En la entrevista, Tim Cook termina con una frase y una pregunta que no me dejaron indiferente. «…seríamos víctimas de un extraño cóctel de crisis de identidad y fatiga de decisión. Y, realmente, ¿para qué?»
Por eso, si próximamente te encuentras hablando de metaversos, ya sabes lo que podrían llegar a ser, pero también tendrás claros los desafíos que implicará la real adopción masiva de esta tecnología. Mientras, seguiremos avanzando y evolucionando para que los humanos aceptemos y podamos adaptarnos a vivir con mundos paralelos, sin morir en el intento. ¿Será que tendremos que volver a la usanza del teatro griego, donde persona y máscara eran inseparables? Y tú ¿cuál crees que será la próxima revolución?