Columna de Sebastián Edwards: Lecturas de verano, Donoso y Labatut
En el prefacio de su libro Altazor, Vicente Huidobro sentenció: “Se debe escribir en una lengua que no sea materna”. Fiel a su indicación, el poeta escribió poemas en francés, los que fueron bien recibidos por los críticos parisinos de la época.
Recordé esas palabras mientras leía el segundo volumen de los diarios de José Donoso, el más respetado novelista chileno. Los diarios están magníficamente editados por Cecilia García Huidobro y presentan la compleja y contradictoria personalidad de Donoso. Sus mañas, sus miedos, sus fobias, sus inseguridades, sus odios, y sus envidias; sobre todo sus envidias. (Diarios Centrales: A Season in Hell, 1966-1980. Ediciones UDP, 2023).
El 29 de agosto de 1966, cuando se encontraba en Guanajuato, México, Donoso escribió: “Obsesión por escribir una obra de teatro en inglés, para Broadway”. A continuación, bosqueja, en un inglés fluido, coloquial y limpio, la trama de la posible obra. El personaje principal se llama Jimmy, es gay y alguna vez fue el más famoso fabricante de sombreros de Nueva York. Lo mueve un afán por controlar a todos los que entran en su órbita. Ahora, en su senectud, está postrado en una silla de ruedas y vive en un pequeño pueblo caribeño donde se pelea con los habitantes y se enemista con el cura del lugar.
Al final, Donoso abandonó este proyecto, así como dejó de lado tantas ideas que iba anotando en sus cuadernos. Hasta donde yo sé, con la excepción de algunos ensayos más bien deslucidos, Donoso no siguió los consejos de Huidobro, y a pesar de tener un conocimiento profundo del idioma inglés, nunca publicó una obra sustanciosa en un idioma que no fuera el materno.
Hago esta disquisición para aterrizar en lo que de verdad me interesa: la novela de no ficción de Benjamín Labatut, The Maniac. Se trata de un caleidoscopio con múltiples narradores en primera persona que van construyendo y deconstruyendo la figura del genio matemático Johnny von Neumann, quien, con la llegada de los Nazis, abandonó su Budapest natal para afincarse en Princeton, desde donde maravilló a los más encumbrados científicos occidentales, incluyendo a Robert Oppenheimer, el padre de la bomba atómica. La historia es cautivadora, las voces narrativas son creíbles, y los puntos de vista son dominados por centroeuropeos obsesionados con el infinito, con los axiomas de las matemáticas puras, con las demostraciones elegantes de teoremas que terminarán destruyendo las bases de la física tradicional. La trama avanza hasta nuestra época, cuando los descubrimientos teóricos de von Neumann facilitan el desarrollo de la Inteligencia Artificial la que, para el horror de muchos, podría llegar a dominarnos.
The Maniac ha tenido gran éxito editorial en los EE, UU. Ha sido reseñada favorablemente en las principales publicaciones y el expresidente Barak Obama la incluyó entre sus favoritos del 2023. En las reseñas se han usado términos como, “maravilloso”, “un virtuoso”, “absorbente”, “un libro necesario”, “elegante”.
No es una exageración decir que esta obra se encumbra entre las mejores novelas chilenas de los últimos 30 años. Pero más que la historia en sí, a mí me atraparon dos aspectos de The Maniac. Lo primero es que fue originalmente escrita en inglés. Si usted tiene un ejemplar en español, se trata de una traducción. Labatut siguió las directrices de Huidobro y se zambulló en una lengua que no es la materna. Pero eso no es todo. El libro está maravillosamente bien escrito. Usa las palabras justas, términos coloquiales que no se aprenden en ningún instituto, expresiones luminosas, y quejidos oscuros. Es la prosa de un hablador nativo o de un poliglota eximio. En una de las pocas entrevistas que ha dado, Labatut dice que es “completamente bilingüe desde los siete años”. Aun así, sigo asombrado por la calidad de su escritura. Me maravillan el ritmo, el tempo, la puntuación, los comentarios de los narradores en sus monólogos interiores y en sus recuerdos del joven von Neumann.
Trato de encontrar en mi memoria a algún chileno o chilena que haya escrito un inglés de esta calidad. Después de muchas vueltas y de largas conversaciones con amigos, solo puedo pensar en el sociólogo Claudio Véliz, un gigante intelectual que, debido a la mezquindad nacional, aún no ha recibido el Premio Nacional de Ciencias Sociales.
El segundo aspecto que separa a The Maniac de la novelística chilena, es que no hay absolutamente nada sobre Chile. Ni una palabra, ni una alusión, ni una migaja. Nada de nada. En sus diarios, José Donoso se preocupa porque en Cataluña va perdiendo su conexión con Chile. Ya no entiende al país, no está al día con el lenguaje, va dejando de ser un novelista “chileno”. Es esta preocupación la que lo hace, finalmente, volver, instalarse en Providencia y formar, en su mítico taller, a los futuros narradores nacionales.
Una pregunta recurrente al llegar el verano es ¿qué leer? Mis recomendaciones son claras: The Maniac de Labatut (en cualquier idioma) y los diarios de Pepe Donoso. Si le sobra tiempo, vaya por Véliz. Y para coronar un verano de buenas lecturas, lea “Temblor de Cielo” de Huidobro.
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