Columna de Tamara Agnic: “Errar y aprender para un futuro mejor”
"Una constitución bien pensada y que evite los errores pasados podría sentar la base legal para la implementación de prácticas económicas que no sólo busquen el crecimiento económico, sino también la regeneración de los recursos naturales, sintonizando con la emergencia climática global y alineada con las acciones de economías más desarrolladas. ¿Es mejor insistir en el modelo de exprimir a Chile y a su gente o vamos a darnos una Constitución que sea leída en 30 años con el orgullo de decir que aprendimos de nuestras equivocaciones?"
Aprender de los errores es una de las habilidades cognitivas que nos permitió sobrevivir y prosperar como especie. Buena parte de nuestro éxito deriva de esa capacidad para observar e identificar patrones que se repiten y así descifrar la causa y efecto de acciones y sucesos que ocurren en la naturaleza. Eso nos hizo darnos cuenta de que, si frotábamos cierto tipo de piedras y no otro, se obtenía la chispa para hacer fuego. Eso es aprender.
No obstante, últimamente como sociedad nos estamos comportando de una manera totalmente opuesta. Pese a tener todos los antecedentes a la vista y a haber visto los efectos de nuestros errores anteriores, persistimos en las mismas actitudes con las mismas consecuencias o incluso peores. De hecho, miremos cómo avanza este nuevo proceso constituyente.
Cada vez son más las señales de un nuevo rechazo a la propuesta de texto de Constitución que debe votarse el 17 de diciembre próximo, debido justamente a la reiteración de los mismos errores que llevaron al primer rechazo. Que un sector pretenda imponer sus sensibilidades económicas, políticas y más aún, religiosas, en lo que se supone es el texto legal madre de nuestro ordenamiento jurídico, sólo porque obtuvo una mayoría circunstancial en el Consejo, es una pésima idea de la cual ya sabemos cuáles son sus consecuencias: el rechazo. Lo hizo el conglomerado que tuvo esa mayoría circunstancial en 2022 y vemos cómo el error, lo está cometiendo esta vez el bando contrario, pero al revés.
Pero a mi juicio, el problema es más profundo aún.
El error que estamos repitiendo es desperdiciar la oportunidad de cambiar estas prácticas que nos han tenido en el juego de tirar la cuerda sin entender que debiéramos al menos intentar tirar todos del mismo lado para llevar a Chile a un estadio superior de desarrollo. Pero la realidad es que el modelo de desarrollo que hemos permitido instalar nos ha llevado a que seamos uno de los países más desiguales del mundo.
Una constitución que considere aspectos comunes y consensuados entre los comisionados, por ejemplo, podría incluir conceptos y garantías que respalden los principios del desarrollo, como la promoción de prácticas sostenibles, la protección del medio ambiente y el fomento de sistemas económicos que prioricen la regeneración de recursos en lugar de su agotamiento o la explotación del componente humano promoviendo la compatibilización de la vida laboral y familiar, por ejemplo.
Una constitución bien pensada y que evite los errores pasados podría sentar la base legal para la implementación de prácticas económicas que no sólo busquen el crecimiento económico, sino también la regeneración de los recursos naturales, sintonizando con la emergencia climática global y alineada con las acciones de economías más desarrolladas.
¿Es mejor insistir en el modelo de exprimir a Chile y a su gente o vamos a darnos una Constitución que sea leída en 30 años con el orgullo de decir que aprendimos de nuestras equivocaciones? ¿Quién es capaz de responder esto con honestidad hoy?
* La autora es presidenta de ETICOLABORA.