Columna de Tomás Rau: “De recesión, empleo, catastrofistas y edulcorantes”
"El empleo debiese ser materia de Estado, como las relaciones internacionales y el combate contra el crimen organizado. Es imperioso atender a los grupos más afectados, que en esta crisis son las mujeres, para lo cual no se requiere necesariamente de instrumentos nuevos sino que potenciar aquellos existentes como el BTM. "
La recesión ha llegado sin miramientos y la economía se contrae desde septiembre de 2022. Las predicciones de distintos organismos como el Banco Central hablan de una caída de hasta 1,75% en 2023 y el Fondo Monetario Internacional augura que Chile será la única economía de Latinoamérica que se contraerá este año.
Dado el crudo y sombrío pronóstico para la economía chilena, surge la pregunta de qué ocurrirá con el mercado laboral. La actividad económica y el empleo dialogan estrechamente y en tiempos de recesión es común observar una destrucción de puestos de trabajo y un alza en la tasa de desempleo. Por ejemplo, en la recesión de la crisis subprime (2008-2009), el producto en Chile cayó 1,1% y el desempleo superó el 10%. Otros ingredientes de esa crisis fueron un déficit en cuenta corriente de 2% del PIB y una Tasa de Política Monetaria (TPM) que alcanzó un 8,25%. Si retrocedemos un poco más, para la crisis asiática (1998-1999) el producto cayó un 0,3% y el desempleo alcanzó un 11,5% (con varios meses de rezago). La TPM llegó hasta un exorbitante 14% y el déficit en cuenta corriente bordeó el 6%.
En consecuencia, no nos debería sorprender un alza en la tasa de desempleo ante una recesión como la que estamos viviendo, más allá que algunos rotulen de catastrofistas los pronósticos de los analistas o edulcoren las cifras de una economía aparentemente resiliente. Un alza del desempleo es esperable y conversa además con el frenazo de la economía dado el importante ajuste fiscal y monetario. Recordemos que el gasto público cayó un 23% el año pasado y la TPM está en 11,25% desde octubre de 2022 y no se vislumbra un relajamiento de ésta en los próximos meses (de hecho el IPC de enero superó con creces los pronósticos del mercado). Si a eso se suma que las remuneraciones caen desde octubre de 2021, el panorama no es nada alentador.
Pero más allá de predicciones, ya tenemos datos muy preocupantes: Las últimas cifras del INE indican que la tasa de desempleo para el trimestre móvil octubre-diciembre 2022 es de 7,9%, y la tasa de desempleo con ajuste estacional se sitúa en 8,3%. En este contexto, las mujeres están siendo muy perjudicadas: La tasa de desempleo femenino alcanza 8,6% mientras que la de los hombres un 7,2% (9,1% y 7,8% respectivamente con ajuste estacional) y su tasa de participación laboral recién bordea el 50% mostrando un retraso de al menos 7 años. Además, las mujeres muestran una tasa de ocupación informal de 28,5%, un punto más que la de los hombres. Un análisis multivariado indica que las mujeres jóvenes de baja calificación y de zonas urbanas son las que enfrentan en mayor medida el desempleo. Luego, podemos decir que las mujeres están pagando en gran parte los costos del ajuste de la economía. ¿Alguien dijo feminismo? Habiendo instrumentos como el Bono a la Mujer Trabajadora (BTM), uno se pregunta por qué no reforzar e incentivar el uso de dicho instrumento, que apenas alcanza un 20% de cobertura, para recuperar la participación femenina en el mercado del trabajo.
El empleo debiese ser materia de Estado, como las relaciones internacionales y el combate contra el crimen organizado. Es imperioso atender a los grupos más afectados, que en esta crisis son las mujeres, para lo cual no se requiere necesariamente de instrumentos nuevos sino que potenciar aquellos existentes como el BTM. Llegó el momento de impulsar políticas de mercado laboral más que almibarar las cifras de una recesión que ya nos hiere de forma flagrante y manifiesta.
* El autor es profesor titular y director del Instituto de Economía UC.