Columna de Tomás Rau: Perspectivas económicas 2023: al borde de la cornisa
Un agitado 2022 llega a su fin. Un año que parecía destinado a ser el de la plena recuperación tras la pandemia no fue tal. El legado es una economía ad portas de una recesión producto del profundo ajuste fiscal y monetario, más algunos factores externos como la guerra en Ucrania y la situación en China hicieron lo suyo. La inflación, debido a la inusitada inyección de liquidez de 2021 por los retiros de los fondos previsionales y transferencias del Estado, bordeará el 13%, alcanzando niveles que no veíamos desde hace 30 años. La participación laboral y la tasa de empleo se sitúan en niveles de 2010 y aún no se recuperan los empleos que había antes de la pandemia. Los salarios reales caen desde octubre de 2021 retrocediendo 2,4% en doce meses llegando a niveles de 2019, y en consecuencia, el poder adquisitivo sigue deteriorándose.
El 2023 nos depara la continuación del ajuste. La economía seguirá con el freno de mano puesto con una tasa de política monetaria de 11,25%, que comenzará un lento descenso hacia el tercer trimestre y permanecerá por sobre el nivel de neutralidad hasta fines de 2024. Así, las proyecciones del Banco Central para el crecimiento del PIB en 2023 oscilan entre -1,75% y -0,75%. La demanda interna caerá en torno a 5,3% y la inversión un 5,0%. La recesión será acotada, pero implicará un deterioro de varias cifras que impactan directamente a las personas como empleo, salarios, y costos de los créditos por nombrar algunas.
El mercado laboral no estará inmune a los efectos de la contracción económica y preocupa tanto o más su punto de partida que la contracción misma. A saber, de acuerdo a los datos del INE del trimestre móvil septiembre-noviembre, la tasa de ocupación se sitúa en un 55,1%, lejos del 58% previo a la pandemia. Así, la ocupación se encuentra en niveles de mediados de 2010. Situación similar ocurre con la tasa de participación laboral lo que significa un retroceso significativo, especialmente para las mujeres. Además, las personas en edad de trabajar han aumentado en cerca de 560 mil, los inactivos superan en 740 mil a los que había antes de marzo de 2020 y faltan un poco más de 500 mil empleos para recuperar la tasa de ocupación que había previo a la pandemia. Si a esto agregamos el continuo flujo migratorio hacia el país, la presión sobre el mercado laboral será muy grande.
En el frente interno, preocupan los impactos negativos que puedan tener las reformas previsional y tributaria en el empleo, ahorro e inversión. Los proyectos presentados no son neutros y se debe realizar un análisis objetivo, cuantificando sus efectos para tomar decisiones informadas. Sin duda que se requieren cambios en pensiones y salud, entre otros, pero en concordancia con el crecimiento económico y sobre las bases de lo ya realizado. Elemento adicional de incertidumbre es el nuevo proceso constituyente que parece al menos tener bordes más definidos que el anterior.
El panorama económico para el próximo año no es muy alentador. Sin embargo, los tomadores de decisiones tienen un rol fundamental para superar las estrecheces que se vienen. En los últimos meses el país ha mostrado notas de sensatez que pueden ayudar a enmendar el camino. Necesitamos consensos y rigurosidad técnica para realizar las reformas necesarias e impulsar el crecimiento económico y así dejar de estar al borde de la cornisa, casi a punto de caer.
Por Tomás Rau, profesor titular y director del Instituto de Economía UC
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